Homenaje en la Taberna
Internacionalista Vasca de Buenos Aires
Por Laura Farina, Resumen Latinoamericano, 3
octubre 2016.- Dos militantes de la vida o dos vidas entregadas a la Revolución
fueron homenajeadas el último viernes en la Taberna Internacionalista Vasca, en
el espacio de Cátedras Bolivarianas: José Luis Nell, revolucionario peronista,
y Lucía Cullen, militante social peronista de la Villa 31, compañeros en el
amor y en la lucha.
Ambos fueron recordados por Sebastián Giménez,
quien presentó su libro “El último tren. Un recorrido por la vida del militante
José Luis Nell”; Roberto Perdía, dirigente de Montoneros; Emma Almirón,
militante de la Villa 31 en los años 70 y actualmente; José “El gallego”
Maneiro, ex integrante del MRO de Uruguay y Carlos Aznárez, director de Resumen
Latinoamericano.
“Homenajeándolos a él y a ella estamos de alguna
manera haciéndolo con todos los compañeros y compañeras y a la vez con todos
esos jóvenes que realmente dieron lo mejor de sí para transformar este país,
para cambiar el orden injusto que nos han impuesto desde muchos años los
gobiernos capitalistas que hemos sufrido y que lamentablemente seguimos
sufriendo”, indicó Carlos Aznárez en el inicio del encuentro.
Según Sebastián Giménez la vida política de José
Luis Nell, más conocido en aquella época como Raúl o Pepe Luz, a causa de la
clandestinidad impuesta, comenzó en el Movimiento Nacionalista Tacuara del cual
se apartó prontamente debido a la matriz derechista, gorila, de esta
organización.
Este cambio, interpretó por su parte Roberto
Perdía, del nacionalismo de derecha al de izquierda que atravesó Nell y que se
observa también en Rodolfo Walsh, tiene que ver con que –a diferencia de los
países centrales- el nacionalismo de los pueblos sometidos es una opción
política revolucionaria que lucha contra el imperio.
Es entonces cuando José Luis, junto a otros
compañeros, crea el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, que realiza
una de las primeras acciones de guerrilla urbana en la Capital Federal: el
asalto al Policlínico Bancario en 1963. Este hecho va a marcar para siempre su
vida ya que murieron dos personas. “Queda muy culposo, porque siendo de una
organización revolucionaria que defendía a los trabajadores terminó matando,
sin querer, a dos trabajadores”, aseguró Giménez.
Sin embargo, logra fugarse de Tribunales y huye al
Uruguay donde participa junto a los Tupamaros de la lucha por la transformación
social. Es allí donde cae igualmente preso. En el penal de Punta Carretas,
Montevideo, conoció al “Gallego” Maneiro, por entonces integrante del
Movimiento Revolucionario Oriental (MRO), quien también estuvo presente este
viernes en la Taberna Internacionalista Vasca.
“Cuando entré a la celda me encontré con un
petiso, pelo cortado a lo cepillo, lentes grandes, que lo primero que hace es
fijarme las normas con las que íbamos a convivir en la celda: a tal hora nos
levantamos, a tal hora se desayuna, a tal hora se estudia. Todo un panorama
organizativo. En realidad, a los tres 0 cuatro días ya estábamos como chanchos,
aprovechando la permanencia en la cárcel en función de prepararnos para lo que
vendría después”, contó Maneiro.
“José Luis marcó de alguna manera mi vida,
sirvió de ejemplo para entender que la lucha en América Latina no son luchas
separadas, no son pequeñas parcelas a liberar sino que es una batalla de
conjunto de los pueblos latinoamericanos”, agregó el uruguayo.
Ya en 1971, en una operación conocida como “El
Abuso”, en honor a un preso que había escrito en una celda “esto es un abuso”,
Nell escapó de Punta Carretas junto a más de cien tupamaros. “Mientras todos estaban
nerviosos, llevando a cabo la fuga, él se toma el tiempo para escribir ‘Perón
vuelve’ en el túnel por el que escapan”, relató Giménez como para describir a
aquel hombre.
De regreso a la Argentina, José Luis se casa con
Lucía Cullen en una ceremonia clandestina oficiada por el padre Carlos Mujica.
Lucía y la Teología de la Liberación
Emma Almirón compartió con Lucía el grupo
miliante que intentaba mejorar la vida de los miles de habitantes de la Villa
31 gracias al liderazgo espiritual y político de Carlos Mujica. Según contó
Almirón, el cura villero tenía muy claro el panorama social y la necesidad de
transformarlo, de ahí que exigía un fuerte compromiso a un conjunto de jóvenes
que eran en su mayoría de clase media-alta, quienes no terminaban de adaptarse
y abandonaban el proyecto al poco tiempo.
Sin embargo, “Lucía trabajó con mucha
generosidad, con mucha entrega, no le costó el cambio, romper con su cultura
burguesa”, reconoció Almirón.
Claro, Mujica no era el único que andaba
revolucionando con la Biblia. En Brasil, Helder Cámara, llamado “el obispo
rojo”, defendió los derechos humanos en plena dictadura brasilera; Camilo
Torres, en Colombia, entregó la vida a la liberación de su pueblo; Gustavo
Gutierrez, en Perú, le puso nombre a todo ese movimiento escribiendo la
Teología de la Liberación.
“El trabajo, el contacto con los pobres, es lo
que en realidad ha cambiado a toda esta generación de cristianos que de pronto
descubrimos que el Evangelio, el mensaje de Jesús de Nazareth, había sido
enterrado durante siglos por una Iglesia cómoda, en complicidad con el poder”,
explicó Emma.
El evangelio era el camino para la liberación,
liberación que se debía construir junto a los pobres, quienes no eran el único
sujeto a transformar.
“Para ser revolucionarios teníamos totalmente
claro que los primeros que teníamos que cambiar éramos nosotros, cambiar esa
estructura burguesa, convertirnos en hombres y mujeres nuevas, dejar el
egoísmo, el individualismo, comprometernos a trabajar por la historia”, aseguró
Almirón. Al parecer, ese era el camino que había elegido Lucía, o “Marcela”, su
nombre en la clandestinidad.
La tragedia de uno, terrorismo para muchos
El 20 de junio de 1973 cerca de dos millones de
personas van a recibir a Perón a Ezeiza luego de 18 años de proscripción. José
Luis Nell encabeza la columna sur de Montoneros que, al acercarse al palco,
recibe múltiples disparos de los sectores reaccionarios del peronismo. Decenas
de militantes mueren. José Luis queda paraplégico para siempre.
“Un día de felicidad del pueblo argentino fue
arruinado por la mediocridad, el egoísmo y por una incipiente avanzada del
terrorismo de Estado que se instaura tres años después”, opinó en el homenaje
Sebastián Giménez.
Tragedia que destruyó las esperanzas políticas y
personales de Nell. Así lo explicó Carlos Aznárez: “Nadie está preparado para
quedar paralítico, pero a un tipo dinámico como “Pepe Luz” -así lo llamábamos,
por lo activo que era- eso que le ocurrió era muy fuerte”.
A pesar de aquel aberrante hecho, José Luis
sigue fiel a Perón. Por esas lealtades abandona Montoneros ya que los considera
demasiados críticos con su líder. Peronista entre peronistas, Nell crea la
organización Juventud Peronista Lealtad, conocidos como los “soldados de
Perón”.
Para Roberto Perdía, el tiempo demostró que la
respuesta de Lealtad de seguir a un Perón rodeado por López Rega “era como
preparar la soga con la cual después nos iban a ahorcar”.
Sin embargo, la fidelidad de Nell marca de algún
modo su coherencia, su personalidad obstinada, segura, convencida. De tal modo
que la fatídica cuadriplejia lo derrumba: ya no puede moverse libremente, ya no
puede encabezar la columna, no puede asaltar un policlínico, no puede fugarse
de la cárcel. La facción reaccionaria del peronismo lo condena a muerte, aunque
la decisión suicida lo encuentra en 1974 en lo que es hoy la estación Anchorena
del Tren de la Costa.
Coherencia que también persigue a Lucía, secuestrada
y desaparecida en 1976.
“José Luis y Lucía fueron conocidos por muchos
pero escritos por pocos. Ese es el sentido del libro, apuntar a rescatar esta
memoria”, dice el autor de “El último tren”.
“El libro me parece un puntapié importante para
empezar a rescatar a todos aquellos que como José Luis han estado hasta hoy
anónimamente desconocidos en sus luchas y que cayeron precisamente por ellas.
No hay recordatorios, no hay memoria, porque lamentablemente en los tiempos que
corren hay muchos que se han olvidado de aquellos principios por los cuales
peleábamos, esa sociedad mejor y más humana. Me parece importante que esos
libros aparezcan, me parece importante que esa memoria aparezca y me parece
importante también que las banderas que levantábamos en aquel momento se sigan
levantando”, agregó José Maneiro.
Fue una tragedia, sí. Que quizás presagió la
siguiente estación de la historia, la de los asesinatos sistemáticos, las
desapariciones forzosas, el terrorismo de Estado, el secuestro de bebés, el
robo de identidades, la condena de millones a la pobreza estructural, la
masacre silenciosa.
Sin embargo, “si nosotros colocamos el problema
en si valió la pena, yo creo que estamos equivocando el camino, porque esa
reflexión lleva a la parálisis, esa reflexión lleva la idea –consciente o
inconscientemente- de que la lucha no tiene sentido, de que la lucha es perder
todo para nada. Yo creo que es al revés, si los pueblos no hubieran luchado,
todavía tendríamos vigente la esclavitud. Solamente se rompen las etapas
negativas de la historia a partir del sacrificio que, generación tras
generación, algunos de los militantes van dando para poderla superar. Yo creo
que el ejemplo de José Luis y Lucía es exactamente eso, un dolor trágico pero
también un dolor del cual tenemos que recoger la fuerza que tiene y que nos da
para abordar las situaciones que tenemos y que tendremos que abordar”, aseguró
Roberto Perdía.
Ese es el sentido de recordarlos hoy, de
traerlos al presente. “Las ideas de esos compañeros, el orgullo con el que iban
a construir política en los barrios, o en las acciones militares realmente son
algo que tenemos que tener en cuenta en estos momentos de mucha confusión, de
mucho desánimo en algunos compañeros, porque es un momento en que hay que dar
respuestas muy fuertes, hacer política de confrontación para enfrentar este
neoliberalismo y este capitalismo que estamos sufriendo. Que estas ideas del
hombre y la mujer que ponen el cuerpo por sus ideas nos sigan iluminando”,
concluyó Carlos Aznárez.
Sebastián Gimenez autor del libro sobre Nell.
José Maneiro, compañero de Nell en la prisión uruguaya.
Carlos Aznárez, coordinador del ciclo de Cátedras Bolivarianas.
Emma Almirón, compañera de Lucía Cullen y el Padre Carlos Mugica en la Villa 31
Roberto Perdía, ex dirigente de Montoneros.
Redacción de Utophia.- Estuvimos en la Taberna
Vasca disfrutando de un café y del cálido homenaje que se le brindó a José Nell
y a Lucía Cullen y y atesorando el ejemplar del libro "El último
tren..." que el autor Sebastián Gimenez estampó una hermosa dedicatoria.