lunes, 9 de septiembre de 2019

La deuda trucha de Macri


Flojo de papeles
El préstamo del FMI se contrajo sin cumplir con los procedimientos administrativos obligatorios

Por Horacio Verbitsky Sep 8, 2019
La mayor deuda contraída por el país en tan corto lapso (que al mismo tiempo es la más grande concedida por el FMI desde su creación en 1944) careció del respaldo de un decreto del Poder Ejecutivo y de un dictamen jurídico favorable. Tampoco existe un acto administrativo que exponga la decisión de tomar el crédito, ni un dictamen del Banco Central que evalúe cómo impactaría en la balanza de pagos, ni resoluciones del Directorio del Banco Central y del Ministerio de Hacienda que afirmaran su legalidad, oportunidad y conveniencia. Ni siquiera hay constancia de que se haya suscripto acuerdo alguno: el expediente oficial sólo contiene la Carta de Intención y sus memorandos adjuntos. Esa Carta de Intención dice que tales memorandos son “hitos que deben usarse para el diseño del acuerdo stand-by”. Pero carecen de firma electrónica y membrete alguno y recién fueron presentados ante un reclamo judicial, motivos para presumir que fueron producidos después del acuerdo. Así lo confirmó el Ministerio de Hacienda: el expediente administrativo se inició una semana después de firmada la Carta de Intención. Difícil compatibilizar tamaña negligencia con la pretensión oficial de que valora la calidad institucional por sobre cualquier resultado económico.

Estas escandalosas constataciones surgen de varios pedidos de acceso a la información formulados por un ex director del Banco Central, cesanteado por cuestionar la política que condujo al acuerdo con el FMI y por un dirigente del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. Esto podría implicar responsabilidades penales y patrimoniales para los funcionarios que actuaron. Tampoco puede descartarse que acarree consecuencias para los funcionarios del FMI que intervinieron, como su ex directora gerente, Christine Lagarde, y Alejandro Werner, encargado de Centro y Subamérica en el FMI. O, en la jerga estadounidense, el “Hemisferio Occidental”.

Es prematuro predecir qué influencia podría tener en la renegociación que el próximo gobierno deberá emprender con el FMI, que de modo implícito comenzó en julio y continuó en agosto entre el candidato presidencial Alberto Ángel Fernández, Werner y el responsable de la Argentina en el Fondo, el italiano amante del bife de chorizo Roberto Caldarelli. Implícito, porque Fernández les dijo que no adoptaría ninguna decisión como las que le proponían los funcionarios del Fondo y el gobierno de Maurizio Macrì, mientras no fuera al menos Presidente electo. También se puede ser contundente por omisión.

El gobierno anunció un proyecto de ley para reperfilar bonos de mediano plazo, como ya hizo por decreto con los de corto plazo, pero no lo mandó al Congreso porque antes se ilusiona con obtener el respaldo de la oposición, que no tiene forma de conseguir. Si recurriera a un segundo decreto (cuya urgencia es difícil de fundamentar, dado que no hay otros títulos que venzan antes de 2020) el peronismo reunificado no tendría fuerza para derogarlo, pero la responsabilidad sólo ensuciaría los pies oficiales. Comprometer a Fernández para que avale la política que el Frente de Tods denunció y que el electorado repudió el 11 de agosto es una tontería poco democrática y menos viable. Si un gobierno en el ocaso no puede imponer sus políticas, hasta algunos acreedores prefieren esperar que el poder político vuelva a asentarse en Balcarce 50, a partir de diciembre. La fantasía oficial de que Lacunza pudiera continuar como ministro de Fernández sólo mide la descomposición y el extravío con que termina la aventura amarilla.

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Fuente: El Cohete a la luna

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