Por Carolina Garzón Díaz
Aunque las redes sociales y las herramientas
digitales han ayudado a expandir los mensajes y la difusión es mayor, se
advierte que existe una línea imaginaria, una frontera o un cerco, que no hemos
podido traspasar. Parece que nos quedamos hablando los mismos, los que ya
estamos convencidos.
Hace algunos meses en Buenos Aires, Argentina,
conocí la experiencia de Barricada TV, una televisora “alternativa, popular y
autogestionada” que, tras la Ley de medios aprobada en 2009, obtuvo un lugar en
espectro y ahora transmite en el canal 32.1 de la TDA y el 5 VHF. Luciana, una
de las integrantes del equipo, al hablar sobre el sentido de los medios
alternativos de comunicación soltó una frase que lleva meses dándome vueltas en
la cabeza: la necesidad de trascender el cerco de los convencidos.
Es cierto. Al pensar en varios proyectos,
iniciativas y organizaciones sociales, culturales o políticas con las que he trabajado
en los últimos años, decenas de veces he escuchado que tenemos un problema para
llegar a otros públicos distintos a quienes ya siguen los temas que tratamos.
Es decir, parece existir una burbuja en la que continuamente hablamos los
mismos de siempre y rara vez otras personas se acercan a los temas que
trabajamos o nosotros llegamos a esas otras personas que podrían estar
interesadas en ellos.
En temáticas de derechos humanos o bien público,
por ejemplo, las organizaciones de la sociedad civil desean continuamente
ampliar el alcance de sus informes, denuncias y acciones. Aunque las redes
sociales y las herramientas digitales han ayudado a expandir los mensajes y la
difusión es mayor, se advierte que existe una línea imaginaria, una frontera o
un cerco, que no hemos podido traspasar. Parece que nos quedamos hablando los
mismos, los que ya estamos convencidos.
¿Quiénes somos los convencidos?
Los recientes escándalos sobre el manejo de la
información por parte de la red social Facebook o el Informe de la Federación
Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA) sobre El
derecho a la privacidad en la era digital, nos dejan ver que el uso de ciertas
tecnologías, junto con la falta de educación digital, política y social, nos
ubican cada vez más en burbujas de información.
Al analizar las Fake News y el eufemismo de la
posverdad varios académicos contemporáneos coinciden en el aumento de un
fenómeno que la psicología estudió en los años 80: el sesgo de confirmación. Se
trata de la tendencia a interpretar y favorecer la información que confirma
nuestras propias creencias. En esa misma línea, la psicóloga social Ziva Kunda
consolidó en los años 90 el concepto de razonamiento motivado: “Existen pruebas
considerables de que es más probable que las personas lleguen a las
conclusiones a las que desean llegar”.
A luz del incremento de este fenómeno, es aún
más difícil abrir espacios para la discusión. También hay un obstáculo para que
la información que se produce desde las comunidades, víctimas y poblaciones
vulnerables (generalmente replicada por organizaciones o movimientos),
trascienda a otros públicos más allá de quienes ya lo conocen y tienen
sensibilidad hacia ellos.
La apuesta de los medios de comunicación
alternativos y comunitarios
¿Quiénes tienen la vocación de comunicar sobre
los temas de derechos humanos? ¿Quiénes escuchan y amplifican a la sociedad
civil? ¿Quiénes incluyen en su agenda el análisis de los temas propuestos por
las víctimas y las poblaciones? En América Latina, al igual que en buena parte
del mundo, lo hacen mayormente los medios comunitarios y alternativos de
comunicación. Surgen de las necesidades que pueden identificar en sus entornos,
se sostienen por un grupo de personas que trabajan de manera solidaria y viven
una constante lucha por su permanencia. Cuando logran consolidarse generalmente
son rodeados de estigmas y atacados por la información que logran difundir y va
en contravía de los discursos oficiales.
Comprometidos con la democratización de la
información y la dinamización de la vida política de las comunidades o grupos
de personas con las que trabajan, los medios alternativos y comunitarios llegan
siempre hasta ese cerco. Se chocan con la línea invisible que separa a quienes
están convencidos y son sensibles a sus temas y un público que, aunque se ve
cerca, no se logra contactar.
Retos en la era digital
En el océano de información en el que nos
sumergimos día a día, los medios de comunicación alternativos y las oficinas de
prensa de las organizaciones de la sociedad civil tenemos cada vez más retos a
la hora de comunicar. Las transformaciones que ha traído la era digital como
los nuevos formatos, la aceleración de los procesos, el cambio en el ámbito de
discusión y la toma de decisiones, así como la legitimidad de los voceros o las
fuentes de información, inciden en las estrategias que los medios comunitarios
y alternativos se plantean para trascender el cerco.
Por supuesto, no todo se restringe al Internet.
Los estudios de marketing desvelan la fuerte permanencia y alcance de los
medios tradicionales. Este es un motivo para seguir apostando por la consolidación
de televisoras con espacio radioeléctrico, así como emisoras en AM o en FM, y
la publicación de revistas o periódicos en papel. Tampoco dejemos de lado la
comunicación directa, aquella que se produce cara a cara y sigue siendo el
canal privilegiado de la acción comunicativa. El reto está en la convergencia
entre lo tradicional y lo digital.
¿Y por qué se hace importante mantener en el
panorama lo tradicional o análogo? Entre otras razones, para vencer los
obstáculos que nos han revelado los algoritmos de programación en la gestión de
la información digital y que vienen a alimentar esa “burbuja de razonamiento
motivado”.
Escuchar es la consigna de la comunicación en el
siglo XXI
En el Campus “Medios de Comunicación y Mujeres
en la política” realizado en Colonia, Uruguay, y organizado por la Fundación
Konrad Adenauer en febrero de este año, la profesora Adriana Amado aseguró: la
consigna de la comunicación del siglo XXI es escuchar.
Trasladando su frase a las inquietudes
formuladas en este artículo, surgen varias preguntas: ¿Cómo lograr ser
escuchados fuera del cerco? ¿Cómo escuchar a los “no convencidos”? ¿Cómo
incluir eso que escuchamos a nuestras estrategias de comunicación? Y ¿cómo
comunicarnos entre medios alternativos y comunitarios para compartir las
experiencias que se han tenido, las propuestas y los retos?
Tal vez sea urgente comenzar por la última
pregunta y construir las bases para responder las primeras cuestiones.
Fuente: Palabras al Margen