Por Pablo Llonto
Se va una mujer a quien desde hace más de dos
décadas se la empezó a calificar como “La apropiadora”. Poco a poco se fue
viendo que eso no era sólo una referencia al hecho de haberse apropiado de dos
bebés durante la última dictadura, causa que, pese a que la jueza la archivó,
todavía sigue inconclusa (aun debe averiguarse si Marcela y Felipe son o no
hijos de desaparecidos). El calificativo de apropiadora le correspondió casi
desde el mismo momento que murió Roberto Noble, porque nunca hay que olvidar
que Guadalupe Noble, la hija que el fundador de Clarín tuvo con otro
matrimonio, le inició un juicio cuando creció y se dio cuenta de que el
testamento que le habían hecho firmar a su padre en sus últimos días, cuando ya
estaba afectado por un ACV, era un testamento coaccionado y por el cual Noble
le entregaba sorpresivamente el Diario Clarín a Ernestina.
Cuando lo advirtió, Guadalupe le inició un
juicio por el que Ernestina finalmente arregló y pagó.
Luego está la causa Papel Prensa, donde lo que
hubo fue apropiación de acciones. Y también lo que sucedía dentro del propio
diario, con los trabajadores. Por ejemplo, en 1994 –en una pieza del horror del
comportamiento patronal- Ernestina obligó a los fotógrafos del diario a que
firmaran una carta dirigida a ella en la que cedían gratuitamente sus derechos
intelectuales sobre las fotografías.
Ángel Juárez fue el único fotógrafo que no firmó
esa misiva, el único que tuvo la dignidad de iniciar un reclamo judicial
mientras trabajaba en Clarín y lo ganó, mientras se desempeñaba en el diario
todavía.
Fuente: Tiempoar