Por Adriana Meyer
La blonda conductora dice muy suelta de cuerpo,
como suele suceder en televisión, “eso de poner mujeres adelante en las
manifestaciones es a propósito”. El comentario reaccionario ignora que los
cortes que la izquierda y el sindicalismo combativo viene realizando en la
Panamericana en la última década cuentan con la mesura y el cuidado de no
exponer a ningún integrante de las diversas agrupaciones. Las mujeres que el
viernes enfrentaron a los gendarmes en uno de los piquetes que activó el paro
general estaban ahí por propia voluntad, porque lo votaron en asamblea, porque
hace más de dos años gestionan una de las plantas gráficas más grandes de
América Latina, la cooperativa Madygraf, ex imprenta Donnelley.
Son las mismas que estaban en casa cuando sus
compañeros ocuparon la planta de Garín, y que durante la puesta en marcha de la
producción se hicieron un lugar para trabajar con ellos a la par, al tiempo que
las agrupaciones que los apoyan armaron una juegoteca así sus hijos podían
estar cuidados. Son las mismas que ya habían organizado una comisión cuando los
anteriores dueños, que intentaron vaciarla y se fueron declarando una quiebra
fraudulenta, amenazaban con despidos. Y de sus manos recibieron los alumnos de
la zona de Pacheco los cuadernos donados por Madygraf, como así también en el
Obelisco y Rosario donde protagonizaron ya varios “cuadernazos”. “Sí, vamos al
frente y desde hace tiempo, no sólo ayer en la Panamericana”, responden ellas.
Javier Aparicio es un trabajador de Volkswagen
que está suspendido desde enero junto a otros 700 operarios de la automotriz.
Tiene 45 años, un hijo y es inquilino. La luneta trasera que los gendarmes le
destrozaron ayer es de un auto que aún está pagando en cuotas. Hace un año
cuando cobró la segunda quincena de abril se encontró con una rebaja de casi un
25 por ciento. Ante la crisis de Brasil,
la compañía alemana había anticipado el posible despido de 1200 trabajadores
por el cierre del turno noche de la planta de Pacheco, pero finalmente negoció
suspensiones rotativas de los 4000 empleados que allí trabajan, por lo que
acaban cobrando menos salario con una inflación creciente. Desde hace meses la
fábrica está militarizada, rodeada de gendarmes.
Aparicio ya no compra con tarjeta ni puede comer
asados los viernes con los compañeros. En julio pasado, luego de hacer
declaraciones en los medios encontró las cuatro ruedas de su auto tajeadas en
el estacionamiento de su trabajo. El viernes en la Panamericana avanzó con su
vehículo cuando los gendarmes rodearon su auto por detrás y el costado
izquierdo, y le ordenaron que se moviera. Fue en ese momento que golpeó a uno
de los uniformados que estaba al frente a su derecha y de espaldas. “Somos 700
los suspendidos en la empresa. Me estoy manifestando porque hay compañeros que
están ganando el 60 por ciento del sueldo. Me pegaron porque querían que corra
el coche, me rompió el vidrio, me pegó. Atrás hay una compañera lastimada
porque le saltaron todos los vidrios", dijo ayer tras el ataque. El
efectivo que había sido tocado por el auto terminó pegándole una trompada a
Aparicio.
Natalia Blanco tiene 37 años y hace tres días la
echaron de su trabajo en un laboratorio. Es estudiante de Farmacia y fue herida
en la represión al corte en Callao y Sarmiento. La están operaron pero puede
perder dos dedos de su mano. Su compañera Nancy Albornoz, enfermera del
hospital Borda, fue detenida en el mismo lugar y estuvo varias horas en la
comisaría 5ta. A ella no le abrieron causa, en cambio a Cristian Cola, becario
del CONICET que desarrolla sus tareas en la Facultad de Arquitectura y
Urbanismo de la UNLP y uno de los seis detenidos en la Panamericana, lo
indagaron por corte de ruta y resistencia a la autoridad.
“Dos gendarmes fueron heridos por estas especies
de jabalinas (sic)”, dijo ayer la ministra Patricia Bullrich. En las redes se
hicieron un picnic, aludiendo a la “lanza desestabilizadora que lastima a
indefensos gendarmes”, que por cierto tenían todos sus cascos y escudos sobre
los cuales estas cañas –de bambú o de tacuara—rebotarían sin provocar daño
alguno. Pero es la misma funcionaria PRO que inauguró su gestión autorizando la
represión con balas de goma a los trabajadores de Cresta Roja, y en un
comunicado oficial dijo que el motivo fue frenar a un supuesto “infiltrado del
PO que quería tomar (sic) el Aeropuerto de Ezeiza”. Andrea D’Atri, fundadora de
Pan y Rosas, bromeó ayer en Facebook: “Quiero sumarme a la indignación de
"la gente". ¡Basta de taparse la cara y usar palos! ¡Vayan a
trabajar, vagos! Y posteó una foto de los gendarmes con sus cascos y palos
embistiendo sobre la columna de Panamericana y 197.
En ese punto de la zona norte los manifestantes
estuvieron desde las 6 hasta las 9 cortando, estaban liberadas una mano
completa y un carril de la otra, y ya habían acordado retirarse cuando apareció
el secretario de Seguridad Eugenio Burzaco y comenzó la represión. Por eso los
dirigentes del FIT indicaron que el gobierno “forzó” ese operativo. En tanto,
las maestras que estaban en el corte del Puente Pueyrredón fueron recibidas con
gas pimienta apuntado directamente a sus rostros.
Fuente: Página 12