Por Mempo Giardinelli. Ante todo hay que decir
que es falso, y cínico, el distanciamiento del 2×1 que planteó el jefe de
gabinete, Señor Peña Braun. También los paños fríos que intentó el ministro de
Dizque Justicia Señor Garavano. Y la afirmación de que “es un error confundir
la decisión de la Corte como una decisión del gobierno” como dijo el Señor
Avruj, secretario de derechos humanos (con minúsculas) al servicio de la
ultraderecha israelí.
No hay contradicciones en el gobierno, sino una
coherente postura ideológica retrógrada. Todo lo que se les ocurre hacer con el
pasado es matarlo. Liquidar la memoria del pueblo. Pero no van a poder. Por más
que insistan. Si al menos leyeran un poco de la Historia Universal serían un
poco menos torpes.
La política macrista y la involución neoradical
en materia de Derechos Humanos (que espantaría a Raúl Alfonsín) evidencian que
este fallo de la Corte se cocinó lenta, sistemática, calculada y fríamente.
Empezó hace más de un año con el fogoneo
mediático a una fanática correntina protectora de genocidas, seguida de la
subrepticia instalación de ex jerarcas de la dictadura en puestos oficiales,
proceso coronado después con el mediático operativo negacionista del Señor
Lopérfido (cuyo itálico apellido en castellano significa lo “desleal, infiel,
traidor”) quien hizo punta y hoy tiene, de premio, una embajadita, de
culturita, en Berlín.
Los negacionistas (incluído el presidente)
abrieron camino a la reaparición de la llamada “teoría de los dos demonios”,
sofisma desgastado y engañador de incautos, hoy sostenido incluso por damas que
fueron legisladoras y tienen familiares desaparecidos pero que ahora
inesperadamente autoesmerilan sus propios historiales de cuando eran luchadoras
admirables.
Así se fue viendo la trama. El poder
comunicacional de Clarín-La Nación y sus principales tinterillos y lenguaraces
instalaban lentamente la posibilidad de cambios (esta columna lo advirtió en
marzo: https://www.pagina12.com.ar/28126-los-dos-demonios-y-mas-sobre-volver)
mientras la desacreditada jerarquía eclesiástica se movía en las sombras, como
siempre hace y como bien mostró ayer aquí Horacio Verbitsky.
Así el oscuro entramado genocida -minúsculo en
número pero poderoso en el mundo empresario, el Opus Dei, las cuevas de espías
todo servicio y otras organizaciones mafiosas- fue protegido de hecho por el
aparato judicial y por la nueva Corte Automática que preparaba este mandoble a
la democracia. En febrero pasado un fallo (en el caso Fontevecchia) decidió que
la Corte Interamericana de Derechos Humanos no puede revocar sus sentencias,
con lo cual los cinco cortesanos se pusieron por encima de la Constitución
Nacional. Poco después, en abril, otro fallo de la Corte le concedió prisión
domiciliaria a un represor condenado a 22 años de cárcel por 107 secuestros y
desapariciones, entre los que se cuentan las del escritor Haroldo Conti y del
hijo del poeta Juan Gelman. En todos los casos con votos decisivos de los dos
jueces designados irregularmente por Clarín y por decreto macrista; Horacio
Rosatti y Carlos Rosenkrantz.
A todo esto, la jerarquía católica reflotó su
vieja, obsesiva idea de “reconciliación” con los genocidas y convocó a un
“diálogo” imposible entre víctimas y victimarios del horror que vivió nuestro
país en el siglo pasado.
Esa supuesta “reconciliación” es falsa de toda
falsedad por varias razones y en primer lugar porque ya la comunidad nacional,
internacional y los fallos judiciales proclamaron la inexistencia de una guerra
entre dos bandos. Y también porque es absurdo y provocador reclamar una
“reconciliación” sin arrepentimiento del criminal. Pero sobre todo porque
solamente los criminales al servicio de la dictadura robaron bebés. Solamente
la dictadura genocida instaló y mantuvo infernales campos de concentración.
Solamente los genocidas y sus esbirros torturaban mientras sus agentes
saqueaban propiedades y pertenencias como vulgares ladrones.
Éste y no otro fue el camino de este fallo (en
el perfecto segundo sentido del vocablo: acción y efecto de errar, equivocar),
que en el colectivo El Manifiesto Argentino entendemos como una provocación a
la civilidad y un peligroso atentado a la paz social, convencidos de que el
pueblo argentino macizamente exige el cumplimiento incondicional de las condenas
a los genocidas, la continuación de los juicios y el cumplimiento de todas las
penas, tanto para los perpetradores como para sus mandantes y cómplices
civiles, empresarios, eclesiásticos y militares.
Y es que sólo la Justicia –una verdadera
Justicia– es camino idóneo. Y no trucos retóricos e insinceros como esta
patraña de fallar en base a una ley derogada hace años. Lo que demuestra que
estos tipos del gobierno, su Corte servil y la cúpula de la Iglesia, no saben
qué hacer con el pasado.
Por eso fallos como éste sólo renuevan y
aumentan la diaria violencia contra el pueblo, sometido diariamente por el
gobierno más retrógrado, corrupto y antisocial de la historia argentina, que
encima ahora impulsa y comparte con lo más reaccionario de la jerarquía católica
la maniática obsesión por lograr impunidad para los asesinos.
Frente a ello, El Manifiesto Argentino impulsa
el Juicio Político a la Corte Suprema en pleno, y reitera el reclamo de una
Reforma Constitucional de origen popular profunda que, entre otras muchas
medidas, sustituya totalmente al actual Poder Judicial por una nueva judicatura
que sea no un poder sino un Sistema Judicial democrático, y cuyo máximo
tribunal lo integren por lo menos 9 jueces elegidos por voto popular nacional,
por un período de 10 años, no reelegibles y sujetos impositivos como cualquier
ciudadano.Hace poco me enseñaron que los pueblos Aymaras ponen al futuro
siempre atrás, y adelante ponen al pasado, porque es el que enseña el camino.
Grandiosa coincidencia: nosotros, el pueblo argentino decidido por la Memoria,
la Verdad y la Justicia, también.
Fuente: La Barraca