Por: Juan Manuel Karg
El triunfo de Moreno oxigena a un conjunto de
gobiernos nacional-populares, progresistas y de la izquierda continental. Foto:
TeleSur.
La victoria de Lenín Moreno en Ecuador pone
tempranamente en jaque a la teoría de “fin de ciclo” regional: el candidato del
correísmo triunfó precisamente por haber ilustrado con claridad el peligro del
retorno conservador a su país, tras las experiencias en curso en Argentina y
Brasil. Gana por las profundas transformaciones sociales en Ecuador durante la
década de gobiernos de Rafael Correa Delgado, pero además por saber transmitir
el impacto de las regresivas políticas económicas implementadas por Macri y
Temer, quienes veían en Lasso un hipotético nuevo aliado regional.
El triunfo de Moreno oxigena a un conjunto de
gobiernos nacional-populares, progresistas y de la izquierda continental. Y,
sobre todo, puede servir de impulso a ese espacio de cara a las elecciones
presidenciales que vienen: México, Paraguay y Brasil, en 2018, y Argentina en
2019. Alguno dirá que el candidato de Alianza País ganó por apenas dos puntos.
Es verdad. Macri lo hizo por la misma diferencia, e intenta ejecutar
transformaciones de indole estructural, regresivas para las mayorías, como si
las urnas lo hubieran colocado por encima del 60%. Temer, que ni siquiera sacó
un voto propio, implementa drásticas medidas, como el congelamiento de la
inversión social por el plazo de dos décadas y la ley de tercerización laboral
a la que se oponen las centrales sindicales. Por eso era importante, en el caso
de Ecuador, evitar un triunfo de Lasso, que aunque sea por la mínima hubiera
significado un brusco giro de la política económica del país.
Para Lasso, el slogan de “cambio” fue una
bendición derivada del duránbarbismo durante el primer tramo de la campaña,
cuando logró meterse al ballotage desplazando a Viteri. Pero, a su vez, los
quince meses de gobierno de MM se colaron de lleno en la recta final rumbo a la
segunda vuelta, aguandole la fiesta al banquero. Es que la derecha regional no
tiene un solo ejemplo de gobierno por el que pueda decir: “ahí está el camino”.
El México de Peña Nieto, el de los 43 de Ayotzinapa y el “gasolinazo”, no lo
es. Tampoco Temer y Macri, tal como hemos visto, por sus políticas de shock.
Menos el Paraguay de Cartes, cuya policía viene de reprimir -un muerto
mediante- las protestas contra el intento de reelección del mandatario. Y PPK,
salpicado por las revelaciones de Odebrecht, se suma al pelotón. Hablamos de
países donde, además, ha existido una considerable concentración del ingreso
para los sectores más pudientes, exactamente a la inversa de lo sucedido en los
países con conducciones posneoliberales, donde el coeficiente de Gini ha
demostrado mayor igualdad. Con la derrota de Lasso, Ecuador evita mirarse en el
espejo de ese bloque de países.
Visto a nivel regional, el triunfo de Lenín podría
llegar a ser un punto de inflexión. Un momento bisagra para América Latina y el
Caribe. Dependerá de la evolución de las próximas elecciones, donde en casi
todos los casos que mencionáramos previamente las variantes nacional-populares,
progresistas y de la izquierda encabezan los sondeos. Pero ese será otro
cantar, y para eso falta. Primero Correa deberá juramentar a su primer
vicepresidente como nuevo Jefe de Estado de Ecuador. A fin de cuentas, las tesis
de “fin de ciclo” y sus agoreros se han topado con un caso que demuestra que la
puja política entre dos modelos contrapuestos está más viva que nunca en el
continente.Fuente: Cuba Debate