Por Daniel Cecchini
A siete años de iniciada la causa por la
desaparición del conscripto Alberto Ledo en Tucumán, el ex jefe del Estado
Mayor del Ejército iba a declarar por primera vez como imputado ante la
Justicia y lo detuvieron.
Pasaron cuarenta años y ocho meses desde que el
soldado conscripto Alberto Agapito Ledo fue visto por última vez, cuando salía
a hacer una recorrida por la zona de Monteros, en la Provincia de Tucumán,
acompañado por el capitán Esteban Sanguinetti. Salieron tres veces y de la
última recorrida Sanguinetti volvió solo. Nunca se volvió a saber de él. Más de
cuatro décadas después, el ex jefe del Ejército, César Milani, deberá prestar
declaración indagatoria en el Juzgado Federal N° 2 de Tucumán, a cargo de
Fernando Poviña, en la causa que investiga la desaparición de Ledo.
Milani está imputado por el fiscal Carlos Brito
por los delitos de encubrimiento y falsedad ideológica de documentos públicos
en el secuestro y desaparición del conscripto desaparecido cuando prestaba
servicio militar en el Batallón de Ingenieros 141 de La Rioja. Desde hace años
-más allá de una presentación espontánea para dar su versión- venía esquivando
la indagatoria. La causa -que suma 15 cuerpos- pasó por un largo derrotero
judicial por los planteos de los fiscales, de las querellas y de las defensas
de Milani y del capitán Esteban Sanguinetti.
En el momento de los hechos, Milani tenía el
grado de subteniente y firmó, por orden de Sanguinetti, un acta de deserción
para encubrir la desaparición de Ledo. Disfrazar la desaparición forzada de
conscriptos bajo esa figura fue habitual durante el terrorismo de Estado, de
acuerdo con las investigaciones judiciales. Según el ex capitán José Luis
D’Andrea Mohr, en su libro El escuadrón perdido, cuanto menos 129 jóvenes
soldados desaparecieron entre 1975 y 1983. Al menos 12 fueron vistos por última
vez en Tucumán. Con el correr de los años, Milani logró ascender a coronel,
general de brigada y general de división en su meteórica carrera militar sin
que en su legajo apareciera el acta de deserción que él había firmado en junio
de 1976.
La desaparición del soldado Ledo
Alberto Agapito Ledo, nacido en La Rioja, fue
incorporado en febrero de 1976 al servicio militar y destinado al Batallón de
Ingenieros 141 de esa provincia. Estudiaba Historia en la Universidad de La
Rioja y era militante popular, ligado al Partido Revolucionario de los
Trabajadores y el Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP). En esa unidad
militar también revistaba como soldado conscripto Álvaro Illanes, oriundo de la
localidad de Chilecito y militante del peronismo revolucionario. Alberto y
Álvaro compartieron el batallón hasta fines de marzo. Álvaro fue licenciado y
volvió a su pueblo. En la noche del 23 de marzo, cuando el golpe cívico militar
se ponía en marcha en todo el país, un grupo de tareas fue a detenerlo. Álvaro
salió a la plaza del pueblo para que todos vieran lo que pasaba y lo apresaron.
Estuvo preso en Chilecito y luego lo trasladaron a la cárcel de La Rioja
capital. Esa cárcel se iba poblando de muchas personas que militaban y seguían
al obispo Enrique Angelleli. Entre los que iban tras las rejas estaban Plutarco
Schaller y Alipio Paoletti, también detenidos en la noche del 23 de marzo.
Ellos eran parte de la redacción del comprometido diario El Independiente, que
fue rápidamente ocupado por fuerzas militares.
El 20 de mayo, el conscripto Ledo fue trasladado
al sur de Tucumán para participar de las tareas que el Batallón de Ingenieros
realizaba en esa provincia en el marco del llamado Operativo Independencia,
cuyo objetivo no era sólo combatir la ya diezmada guerrilla del ERP en el monte
sino sembrar el terror y aniquilar a toda disidencia política y social en el
territorio provincial. Lo hizo en calidad de asistente del entonces subteniente
César Milani. En el libro ya mencionado, el ex capitán D’Andrea Mohr consigna
que el 17 de junio de 1976, el capitán Esteban Sanguinetti sacó a Ledo en tres
oportunidades a “hacer una recorrida por la zona” y que de la última,
Sanguinetti regresó solo.
“El acta que pretendía fraguar el verdadero
destino de Ledo estuvo “desaparecida” durante décadas, hasta que finalmente
apareció a mediados de 2013 en el juzgado federal número 1 de Tucumán a cargo
del juez Daniel Bejas”
El 4 de julio, ante la falta de noticias de su
hijo, Marcela Brizuela de Ledo -madre de Alberto y luego presidente de Madres
de Plaza de Mayo de La Rioja- viajó a Monteros. Allí le dijeron que su hijo
“había desertado”, como constaba en el acta elaborada y firmada por Milani. Sin
embargo, en reserva completa y venciendo el temor, algunos soldados le contaron
que Sanguinetti lo había llevado en una salida y que nunca había vuelto.
También le dijeron que si su hijo hubiera desertado nunca habría dejado
abandonados sus anteojos -que le eran imprescindibles- entre las pertenencias
dejadas en el cuartel.
El acta que pretendía fraguar el verdadero
destino de Ledo estuvo “desaparecida” durante décadas, hasta que finalmente
apareció a mediados de 2013 en el juzgado federal número 1 de Tucumán a cargo
del juez Daniel Bejas. Pese a haber tomado estado público ese documento que
comprometía a Milani con la desaparición del conscripto, el gobierno anterior
decidió avanzar con el pliego del por entonces ya jefe de Estado Mayor del Ejército
para promover su ascenso al cargo más alto en el escalafón de esa institución:
teniente general.
Por esos días, en un descargo presentado ante el
Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Milani intentó minimizar su
relación con el tema. En una nota publicada en Página/12, el presidente de ese
organismo, el periodista Horacio Verbitsky, escribió que Milani había asegurado
que “el acta de deserción del soldado Alberto Agapito Ledo fue un procedimiento
administrativo formal que le encargaron por ser el oficial de menor graduación
en una subunidad distinta a la del conscripto. Sólo debía contener una
sintética y clara descripción de la forma y circunstancia en la que se produjo
el hecho”.
Sin embargo, el presidente del CELS señala que
“según el Código de Justicia Militar y el reglamento que regían entonces,
(Milani) debía practicar todas aquellas diligencias que ‘mejor convengan al
esclarecimiento de los hechos que se investigan y de sus circunstancias’. Esto
incluía, por ejemplo, entrevistar a otros conscriptos, comunicarse con la
familia de Ledo, o, al menos, dar cuenta de las posibles razones de la
deserción. Lo confirmó el procesado oficial Esteban Sanguinetti en su
declaración indagatoria, cuando dijo que había encargado a Milani ‘la investigación
profunda del caso’”. Milani no hizo nada de lo que indicaba el Código de
Justicia Militar.
Milani y la represión ilegal
En julio de 2013, Milani se presentó
espontáneamente en los tribunales federales tucumanos, donde sostuvo que entre
el 75 y el 76 estuvo 40 días en la provincia de Tucumán, en dos oportunidades,
con la unidad a la que pertenecía. Dijo también que por entonces tenía 21 años
y era subteniente. “Estuvimos en una escuela en Monteros y reparábamos y
limpiábamos caminos. No tuvimos que ver con la parte de inteligencia, de
operativa ni con nada”, dijo. Sin embargo, una serie de testimonios de víctimas
de la represión ilegal en La Rioja y Tucumán no sólo lo desmienten sino que
señalan que las “tareas” que cumplía Milani eran de otro tenor.
El conscripto Álvaro Illanes, tras ser detenido
en Chilecito, fue trasladado a la U9 de La Plata donde pasó por los pabellones
16 y 1. En 2013 relató en una entrevista realizada por Miradas al Sur que al
ver la imagen de Milani en los medios, reconoció al joven subteniente del
Batallón donde había estado como soldado antes de ser licenciado y luego
apresado. Es más, Illanes afirmó haber visto a Milani en la cárcel de La Rioja
mientras estaba detenido. Aseguró también que Ledo había sido elegido como
“asistente” por Milani. Además dijo que, años después, al recuperar la
libertad, pudo hablar con otros ex conscriptos del batalló y que le refirieron
que Milani habría sido quien llevó a Ledo a Tucumán.
Mucho más comprometedor para el ex jefe del
Ejército es el testimonio brindado, en 2013 en sede judicial, por Ramón Alfredo
Olivera, un simpatizante riojano del PRT. “El 12 de marzo de 1977, Milani
allanó de forma violenta mi casa y se llevó detenido a mi padre. Él comandaba
un operativo que fue tremendo, rompieron todo. Pero parece que se equivocaron,
porque al que buscaban era a mí, que me detuvieron a los dos días. A mi viejo
lo largaron, pero ya lo habían torturado salvajemente”, dijo. Y agregó: “Yo lo
vi a Milani a los diez días cuando me llevó a mí de la cárcel al juzgado.
Milani ingresó a la sala donde yo iba a declarar y ahí me estuvo hostigando
todo el tiempo; me acusaba de ser guerrillero y me preguntaba qué era el ERP
(Ejército Revolucionario del Pueblo). En plena declaración mía, el secretario
del juzgado le pidió a este teniente que le diera su nombre y apellido y se
identificó como César Milani. Ahí tomé en cuenta que era el mismo oficial que
había ido a detener a mi viejo”.
“En julio de 2013, Milani se presentó espontáneamente
en los tribunales federales tucumanos, donde sostuvo que entre el 75 y el 76
estuvo 40 días en la provincia de Tucumán, en dos oportunidades, con la unidad
a la que pertenecía”
A las denuncias de Olivera y de los familiares
del soldado Alberto Ledo, se sumó en marzo de 2014 la del ex directivo del
diario cooperativo El Independiente de La Rioja, Plutarco Schaller, fallecido
el año pasado, que fue secuestrado por la dictadura en marzo de 1976 y
permaneció detenido desaparecido antes de ser pasado a disposición del Poder
Ejecutivo. Schaller testimonió que cuando estaba internado en el hospital Vera
Barros de La Rioja, a raíz de las torturas recibidas, Milani fue a insultarlo.
“Una noche, tipo once, sentí unos tiros en el patio y corridas. Al ratito
entraron dos personas donde yo estaba en la cama, con un custodio policial. Uno
entró corriendo, me pega un tirón en la colcha y dice: ‘no, este hijo de puta
está acá’ y se fueron (…) Esa noche (los militares) fueron a mi casa y lo
llevaron preso a mi hijo Oscar, de 18 años, culpándolo de haber querido
liberarme desde el hospital. Una cosa ridícula y totalmente insólita”, agregó.
“A la guardia siguiente, cuando volvió el cabo que me cuidaba aquella noche,
-siguió relatando Schaller en Tribunales- se me ocurrió preguntarle quién era
ése que me destapó e insultó y él me contestó textualmente: ‘Ese es el
tenientito Milani’”.
El testimonio de Plutarco Schaller fue
complementado por el de su hijo Oscar, que fue detenido y torturado poco
después. Dijo que estuvo detenido durante un mes de manera ilegal en el
Batallón de Ingenieros de Construcciones 141 de La Rioja, donde lo sometieron a
tres interrogatorios diferentes y las tres veces lo torturaron hasta hacerle
sentir un dolor insoportable y traumático que tuvo consecuencias posteriores.
En 2015, ante la Justicia de San Martín declaró que después de que lo
torturaran y poco antes de que lo liberaran, un teniente se acercó a él y le
preguntó si lo habían tratado bien y si le habían hecho algo durante los días
de su cautiverio. Enseguida, le anunció que en pocos minutos se iría a su casa.
Oscar Schaller lo identificó como Milani y dijo que se movía como si fuera el
que tomaba las decisiones.
Más allá de esos casos puntuales, en el
desarrollo de la instrucción de la causa por la desaparición del soldado
Alberto Ledo, la Justicia Federal tucumana seguramente deberá tener en cuenta
las investigaciones del periodista Marcos Taire sobre la represión ilegal en
Tucumán, publicadas oportunamente en el desaparecido semanario Miradas al Sur,
donde demuestra con datos concretos la existencia de un verdadero “pacto de
sangre” que aseguraba que todos los oficiales y suboficiales destinados en esa
provincia desde el inicio del “Operativo Independencia” debían participar en
las operaciones del terrorismo de Estado.
La Justicia, con todos esos testimonios en sus
manos, deberá determinar si aquel joven subteniente llamado César Santos
Gerardo del Corazón de Jesús Milani fue la única e imposible excepción.
Fuente: Nac&Pop