“Miro críticamente ciertas decisiones de mi vida
que fueron tomadas en función del futuro de mi literatura. Por ejemplo, vivir
sin nada, sin propiedades, sin nada material que me ate y me obligue. Para mí
elegir es desechar, dejar de lado. Ese tipo de vida define mi estilo,
despojado, veloz. Hay que tratar de ser rápido y estar dispuesto a dejar todo y
escapar”. El fragmento reflexivo sobre una vida dedicada a la literatura fue
publicado en 2015 en Los diarios de Emilio Renzi, su alter ego, y tomado de una
página del diario íntimo de su creador, el escritor, crítico y docente de
literatura Ricardo Piglia, quien falleció hoy de una esclerosis lateral
amiotrófica (ELA).
En 2016, Piglia obtuvo dos grandes
reconocimientos por "Años de formación", el primer volumen de la
trilogía autobiográfica. El jurado del Premio Ciudad de Barcelona en Literatura
en Lengua Castellana sostuvo, al fundamentar la distinción, que al escribir su
autobiografía, Piglia “creó un personaje novelesco que transforma los géneros”.
Poco después fue reconocido con el Premio Formentor, que lo transformó, a los
73 años, en el segundo escritor argentino en recibirlo, luego de Jorge Luis
Borges.
La enfermedad lo privó de lo que más quería:
"Ya no puedo escribir", lamentó en una entrevista con el diario El
País en agosto pasado. Además, el escritor se debió enfrentar públicamente con
Medicus, el servicio de medicina privada al que estaba afiliado, que se negaba
a costear los medicamentos importados que necesitaba para mantener el
tratamiento de su enfermedad.
Pigilia nació en el sur del conurbano
bonaerense, en Adrogué, el 24 de noviembre de 1941, y tras la caída del
presidente Juan Domingo Perón, en 1955, se mudó con su familia a Mar del
Plata. “Mi padre había estado casi un
año preso porque salió a defender a Perón en el ’55 y de golpe la historia
argentina le parecía un complot tramado para destruirlo. Estaba acorralado y
decidió escapar. En diciembre de 1957 abandonamos medio clandestinamente
Adrogué y nos fuimos a vivir a Mar del Plata. En esos días, en medio de la
desbandada, en una de las habitaciones desmanteladas de la casa empecé a
escribir un diario. ¿Qué buscaba? Negar la realidad, rechazar lo que venía.
Todavía hoy sigo escribiendo ese diario. Muchas cosas cambiaron desde entonces,
pero me mantuve fiel a esa manía”, recordaba al evocar sus primeros pasos en la
literatura.
Su obra fue prolífica y reconocida: publicó los
volúmenes de cuentos La invasión (1967), premiado por Casa de las Américas;
Nombre falso (1975), Prisión perpetua (1988) y Cuentos morales (1995); las
novelas Respiración artificial (1980), La ciudad ausente (1992), Plata quemada
(1997), Blanco nocturno (2010) y El camino de Ida (2013); y los ensayos Crítica
y ficción (1986), Formas breves (1999) y El último lector (2005). Fue
distinguido con el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (Chile, 2005),
el Premio de la Crítica (España, 2010), el Rómulo Gallegos (Venezuela, 2011),
el Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas (Chile, 2013) y el Konex de
Brillante (Argentina, 2014), entre otros.
Fuente: Página 12