Convocan: Familiares de desaparecidos y
asesinados en Monte Chingolo. En el Cementerio de Avellaneda, Crisólogo
Larralde 4040, Avellaneda, Prov. de Bs. As. Viernes 23 de Diciembre a las 10
hs.
El 23 de diciembre de 1975, el Ejército
Revolucionario del Pueblo intentó copar el Batallón de Arsenales 601 Domingo
Viejobueno de Monte Chingolo, un importante depósito de arsenales. La acción
había sido planificada para extraer armas y resultaría en la mayor movilización
de la guerrilla urbana en América Latina. Sin embargo, el plan había sido
delatado al ejército por un espía y los esperaban. La represión fue brutal, al
menos 20 guerrilleros murieron en el ataque, y muchos más fueron
detenidos-desaparecidos. Al igual, un número desconocido de vecinos de la zona
murieron durante la batalla.
Por lo menos 49 de los muertos en Monte Chingolo
fueron enterrados en una fosa común en el Cementerio de Avellaneda.
Una nota de Página 12 de 1999
Una nota de Página 12 de 1999
Los prisioneros del ataque a Monte Chingolo
A 24 AÑOS DEL INTENTO DE COPAMIENTO DEL ERP SE REVELA QUE
HUBO SOBREVIVIENTES
Oficialmente, no hubo prisioneros ni heridos en
el combate de esa Navidad de 1975, que dejó la redonda cifra de 100 muertos.
Pero un parte militar revela que el Ejército “tomó y transportó detenidos”, que
luego desaparecieron.
Por Eduardo Tagliaferro
El 23 de diciembre de 1975, el Ejército
Revolucionario del Pueblo fracasaba en el intento de copamiento del Batallón de
Arsenales 601 Domingo Viejobueno. La acción arrojó el mayor número de bajas en
la historia de la guerrilla argentina. Tras la acción, el Ejército no informó
de detenciones dentro de la unidad militar. Veinticuatro años después del hecho,
el 6 de marzo de 1999, el general Ernesto Bossi, retirado hace pocas semanas de
la secretaría general de fuerza, respondió a una solicitud de la Subsecretaría
de Derechos Humanos asegurando que no quedaban constancias del hecho en los
archivos de la institución. El propio jefe del Ejército, general Martín Balza,
sostuvo en su despedida que quedaba aún pendiente la deuda contraída con la
sociedad acerca del esclarecimiento de lo sucedido en la lucha contra la
guerrilla. Una deuda imposible de saldar –dijo– a causa de la orden de
destrucción de pruebas impartida por Cristino Nicolaides, último jefe del
Ejército durante la dictadura. Sin embargo, Página/12 tuvo acceso exclusivo al
expediente 23.849 que contiene los partes elaborados la noche del copamiento por
el personal afectado a la represión. Dichos partes fueron elevados al juez
militar que intervino en la instrucción. En ellos se da cuenta de la captura y
traslado de guerrilleros apresados con vida. El sumario militar iniciado por el
ataque a Monte Chingolo forma parte de un expediente que se sustancia en la
Subsecretaría de Derechos Humanos, y fue presentado junto a un escrito por
Federico Bledel, hijo de Mónica Silvia Lafuente, identificada como una de las
personas muertas en el intento de copamiento a la unidad militar. En su
escrito, además de acompañar documentación, Bledel requiere de la entonces
subsecretaria, Inés Pérez Suárez, que libre un oficio al Consejo Supremo de las
Fuerzas Armadas o al Consejo de Guerra Estable para que envíe copia certificada
del legajo militar. Fuentes cercanas a la investigación señalaron a Página/12
que la identificación de estas dos reparticiones militares no fue una
casualidad, sino la presunción de que el original del legajo que el Ejército
dice no tener y que este diario transcribe en la edición de hoy podría
encontrarse precisamente en esos despachos.El expediente militar contiene un
anexo titulado “Actividades y Acontecimientos”; en él las fuerzas represivas
realizan un relato minucioso del combate. A las 3.30 de la madrugada del 24 de
diciembre, siete horas después de comenzado el ataque al Batallón de Arsenales
y cuando el enfrentamiento había finalizado, el escribiente militar detalla que
“el Capitán Lazzarano con cinco vehículos marcha a transportar detenidos, custodiados
por la fracción al mando del Teniente Silvani”. Media hora más tarde se detalla
que “regresa la columna con los detenidos”. A partir de este momento, el
registro sólo refleja los preparativos efectuados para recibir la visita del
Comandante de la fuerza, general Jorge Videla. Las horas más dramáticas habían
quedado atrás: a las 21 del 23 de diciembre se había puntualizado que “...es
herido el soldado conscripto Bustos por un extremista herido que es
eliminado”.“Parecía Vietnam”El copamiento del Batallón de Arsenales 601,
ubicado en Monte Chingolo, frente a una abigarrada villa de emergencia, había
sido pensado por el ERP como una de las más ambiciosas operaciones militares
realizadas por la insurgencia en América latina. La mayor en territorio urbano.
El operativo guerrillero se puso en marcha sobre las 19.40 del 23 de diciembre
y movilizó a 300 militantes. El grueso, destacado en los puentes que rodeaban
la zona con el objetivo de cortar las comunicaciones y evitar la llegada de
tropas de refuerzo. Ese era, para los guerrilleros, el primer gran cerco. “El
ERP tenía información de que en ese Batallón se almacenaba una cantidad
significativa de pertrechos bélicos. Por otra parte, no había en la unidad
militar tropas de combate importantes”, relató a este diario Luis Mattini, en
ese entonces miembro del Buró Político del Partido Revolucionario de los
Trabajadores (que controlaba políticamente al ERP) y secretario general del
mismo tras la muerte del fundador y comandante del PRT-ERP Mario Roberto Santucho.
“El objetivo –continúa Mattini– era recuperar una cantidad importante de
armamentos para fortalecer la guerrilla instalada en Tucumán y, a la vez,
producir un golpe de efecto que disuadiera o postergara la inminente
intervención militar. Eran toneladas de armas y se habían dispuesto seis
camiones para trasladarlas.” La acción había comenzado a planificarse en agosto
del ’75 con la idea de llevarlo a cabo cerca de las fiestas de fin de año,
apostando a la lógica relajación de la disciplina militar. Un mes antes, el
cordobés Juan Ledesma, “Pedro”, el más hábil de los estrategas militares y uno
de los cuadros de mayor jerarquía del ERP, había caído y con él todo el equipo
de Logística. “Pedro –recuerda Mattini– reunía dos condiciones: era valiente y
tenía talento.” Pedro había sido designado para comandar el ataque al Batallón
de Arsenales y su captura y posterior desaparición hicieron pensar en suspender
los planes. Domingo Mena sustentó sin mucho ahínco esa opinión, que fue apoyada
por Mattini y rebatida por el resto del Buró. Quedaba así por decidir quién
reemplazaba a Pedro en el mando. Desde hacía tiempo se había resuelto que
Santucho –el otro hombre de gran experiencia militar– no participara de manera
directa en las operaciones. Enrique Gorriarán Merlo se encontraba sancionado.
La designación recayó en Benito Urteaga, alias “Mariano”, uno de los cinco
miembros de la dirección. Según Mattini, el comando táctico liderado por Benito
Urteaga se encontraba en una casa cercana al arsenal y cada quince minutos
informaba telefónicamente a sus compañeros del Buro Político que se encontraban
en la localidad bonaerense de San Martín. “A la una de la mañana del 24 de
diciembre, Urteaga pierde el contacto con la mayor parte de las unidades que
estaban combatiendo dentro del Batallón de Arsenales”, sostiene. De los setenta
combatientes que participaban de manera directa en la toma del cuartel, treinta
y cinco formaron la avanzada encargada de violentar el portón de entrada
embistiéndolo con un pesado camión azul. No lograron derribarlo, pero
ingresaron por la hendija que había producido el choque del camión y también
por diversos puntos de la unidad militar. Los recibió el fuego de la
ametralladora pesada que estaba, como esperándolos, en el puesto de guardia con
el ametralladorista y, cosa extraña para un día cualquiera, con el servidor de
la ametralladora. Allí se produjeron las primeras bajas del ERP en la fallida
operación militar. Una segunda oleada de ataque permitió a los guerrilleros
ingresar al interior de la guarnición. La dirección del ERP ignoraba todavía
que Jesús “El Oso” Ranier, un confidente del SIE (Servicio de Inteligencia del
Ejército) que se había hecho pasar por militante del peronismo había informado
de los preparativos de la acción. Los militares estaban alertados y habían
montado un contracerco, un anillo alrededor del cuartel que convertía en
inútiles a los grupos de contención emplazados por la guerrilla en los puentes.
Es más, el Ejército había logrado engañar a sus atacantes con falsas señales de
debilitamiento de sus controles. El factor sorpresa, decisivo para el éxito de
la operación, había cambiado de mano. El batallón y la villa se transformaron
en un infierno de tiros, explosiones y luces. Helicópteros artillados
iluminaban el área con reflectores. “Parecía Vietnam”, dijo un cronista que
cubrió los sucesos. Los habitantes de la villa aún recuerdan la noche de lo que
se iba a dar en llamar “el copamiento de Monte Chingolo”. La historia oficial
Al día siguiente los diarios consignaron 50 muertos en la operación. Dos días
más tarde, hablaban de 100. El Ejército batió la villa buscando prófugos. Las
teorías tradicionales todavía calculaban cuatro heridos por cada muerto, una
regla de tres simple que suele reflejarse en todos los partes de batalla. Sin
embargo, la versión oficial no reconoció ni heridos ni detenidos, como en
cambio sí lo indica el sumario militar al que Página/12 tuvo acceso. El propio
general Oscar Gallino, comandante de la represión en el Batallón 601, había
reconocido en febrero de 1991 a la revista Todo es Historia que hubo detenidos
dentro del regimiento.
–¿Usted estuvo en contacto con detenidos?
–se le preguntó.
– No, no tuve oportunidad de hablar porque las
unidades de Inteligencia del Ejército, o del primer cuerpo que actuaba en esa
ocasión, hicieron su trabajo
–respondió Gallino.
–¿De modo que quedaron a disposición de ellos?
–Los detenidos, sí
–concluyó el general.A los pocos días los
familiares de los guerrilleros muertos recibieron sólo una parte de los
cuerpos: las manos. Algunos de ellos suponen que sus cadáveres están en las
fosas comunes encontradas en el Cementerio de Avellaneda.