“Los tiempos de la radiodifusión masiva empiezan a quedar atrás junto con la cultura del trabajo que caracterizó la sociedad salarial y el Estado de bienestar”, afirma el referente de la Coalición por una Comunicación Democrática. Y advierte: “hoy vivimos el tiempo de la individualización tecnológica y los desafíos políticos que ello representa”. Luis Lazzaro*
Por Sergio Fernández Novoa
sfnovoa@gmail.com
Más allá de su extenso currículum como especialista
en educación, lenguajes y medios, Luis Lazzaro fue y es uno de los actores
salientes en la pugna por la democratización de la información en la Argentina.
En su paso por el Estado, puso en marcha desde
el Comfer el plan de radios en escuelas de zonas rurales y de frontera. Fue uno
de los impulsores de la coalición que elaboró los 21 puntos que dieron el marco
conceptual a la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (ley SCA). Y
escribió dos valiosos aportes para la comprensión de la temática: La batalla de
la comunicación (Colihue, 2010) y Geopolítica de la palabra (Ciccus, 2015).
Rescata aspectos positivos sobre el avance
legislativo durante el gobierno anterior pero analiza que “no se valoró la
disponibilidad de una herramienta para cambiar el mapa comunicacional y las
hegemonías que éste imponía a las relaciones de poder”.
-Usted fue protagonista tanto de la elaboración
como de la acción política llevada a cabo para lograr la promulgación de la ley
SCA. Un año después presentó el libro La Batalla de la Comunicación, de los
tanques mediáticos a la ciudadanía de la información. Por entonces daba sus
primeros pasos la nueva ley. Al observar el panorama actual ¿ganaron los
tanques mediáticos?
-Con el diario del día después es posible opinar
que no se cumplieron los postulados básicos que inspiraron la redacción de la
ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Esto es, la desconcentración y el
empoderamiento de nuevos sectores en el campo de la información, En algún
sentido puede decirse que ganaron los tanques mediáticos, incluso en el sentido
en que uno de los columnistas políticos principales del Grupo, me refiero a
Julio Blanck, de Clarín -claramente el tanque principal- describió como
periodismo de guerra que había sobrevivido a la batalla. Más aún, en estos días
es sintomática una campaña de este medio, más propia de agencias de
inteligencia que de periodismo, que repite: “todo se sabe”, claramente un
metamensaje. Claro, todo menos aquello vinculado con el manejo discrecional de
los poderes permanentes.
Sin embargo también debe computarse que la
puesta en agenda del debate político y jurídico sobre la comunicación y los
medios en nuestro país permitió terminar con cierta impunidad que caracterizó
la relación de la sociedad -y también
de buena parte de la dirigencia política- con los medios que históricamente
controlaron la agenda comunicacional. Ese espíritu crítico y la idea de que sin
medios locales y populares y sin políticas públicas de comunicación tenemos una
democracia más débil es parte de lo que deberíamos colocar en la columna del
haber. La idea de reconocer una batalla –expresión que tomé de la directora de
comunicación de Obama al describir su vínculo con Fox- refleja que se ha
sincerado la disputa política en la que los medios intervienen.
-¿Considera que la implementación de la ley SCA
en las distintas gestiones de Afsca durante el kirchnerismo respondió a las
expectativas generadas?
-Claramente no. Una comprensión adecuada de la
trascendencia de la norma y su impacto en el mediano y largo plazo aconsejaban
avanzar rápidamente en dos planos: la desconcentración y el fomento de mercados
en situación de competencia por un lado y la promoción de los actores populares
y públicos. Es incomprensible una cosa sin la otra. Está claro que parte de los
impedimentos a la desconcentración, particularmente de la principal corporación
(Clarín) tuvieron que ver con la complicidad de sectores de la Justicia, que
pusieron palos en la rueda, con cautelares, hasta que la Corte Suprema zanjó la
cuestión en 2013. Allí se consagró la plena constitucionalidad de los límites
que la norma imponía al mercado y al grupo Clarín en particular. Además, la ley
despertó legítimas expectativas en medios locales comunitarios y en
radiodifusores que venían peleando por la legalidad desde mucho tiempo antes.
El problema del campo popular es que fragmenta
las respuestas a la crisis en medio de la más feroz concentración empresaria
que haya visto la historia
La ley también creaba fondos de financiamiento
vinculadas con la sostenibilidad de los nuevos medios y colocaba en la agenda
de provincias, municipios y universidades públicas el desafío de ser actores de
la comunicación. Todo esto comenzó a implementarse con retraso, aun asumiendo
las dificultades creadas por las chicanas judiciales de Clarín.
-Siempre digo que la conducción política del
proyecto que gobernó entre 2003 y 2015 erró al considerar a la ley SCA como un
punto de llegada y no de partida…
-Comparto. Aunque hay que señalar que en el
comienzo de la gestión el tema tampoco estaba en la agenda, aunque claramente
se aceptaba la posibilidad de un debate al respecto. La gestión de Julio
Bárbaro (en el entonces Comfer) en esta línea resulta clara en el sentido de
que no había intenciones de modificar el mapa de concentración de los 90. De
alguna manera tenía lógica sacar la ley de industrias culturales y evitar la
quiebra del principal multimedios en el contexto de crisis absoluta del país.
Pero luego, a la luz de los palos en la rueda que el sistema de medios colocaba
en las políticas inclusivas y de mercado interno que caracterizaron al
kirchnerismo, se entendió que también era un campo fundamental de la política.
En este punto la ley apareció como la
posibilidad de articular una amplia demanda social que venía militando por
dejar atrás la legislación de la dictadura, bandera que levantaba desde su
creación la Coalición por una Radiodifusión Democrática en 2004. Se pudo
articular ese programa con las necesidades de neutralizar el poder de fuego de
sectores mediáticos que ya militaban claramente en el campo opositor y
apostaban al fracaso gubernamental, sobre todo luego del encontronazo con el
campo en 2008. Se creyó tal vez que la sanción de la ley en 2009 y el amplio
respaldo social y político logrado eran un triunfo en sí mismo. Tal vez no se
valoró la disponibilidad de una herramienta para cambiar el mapa comunicacional
y las hegemonías que éste imponía a las relaciones de poder. Cambiando un
empresario adverso por otro amigo no se modifica el sistema, y esto no se entendió.
-¿Cómo caracteriza la situación actual del país
y de la región en cuanto a la comunicación social?
-Estamos en presencia de un retroceso. No solo
por la pérdida de una oportunidad histórica, incluso a nivel sudamericano, sino
también porque hay un nuevo escenario en gestación que requiere nuevas
propuestas y herramientas. Si en los 90 la articulación de capital financiero y
medios de comunicación reconfiguró el mapa global de acceso a la cultura y la
información, en la actualidad estamos en presencia de otro salto tecnológico
que marcha de la mano con la concentración del mercado. La pelea en los 90 en
Argentina y también en Estados unidos y Europa era si debía permitirse que los
periódicos accedieran a medios electrónicos, cosa que lograron para luego capturar
otros mercados más rentables como la televisión por abonos y los servicios de
conexión a internet.
La trama de poder que sostuvo los principales
intereses corporativos de la Argentina, incluyendo el poder económico, el
judicial, el político e incluso los servicios de inteligencia, no fue
modificada en profundidad
Ahora se confunde la convergencia tecnológica de
los dispositivos con la fusión de mercados de telecomunicaciones con servicios
audiovisuales. Al crearse un mercado integrado de la comunicación, donde todos
los dispositivos pueden funcionar simultáneamente como terminales de
computación, servicios audiovisuales, telefonía y navegación por internet, la
presión del mercado es correr las barreras regulatorias y disputar una nueva
hegemonía. La convergencia de negocios ya estaba presente con la ley 27.078
(2014) que permitía a las telefónicas disputar el mercado audiovisual e
integrarlo en su plataforma. La diferencia a partir de diciembre de 2015 es que
el macrismo ha decidido blindar a Clarín en su mercado tradicional y permitirle
incursionar en las telecomunicaciones. De tal manera, tendremos en corto plazo
un oligopolio en materia de contenidos y servicios. En la pelea de elefantes y
con el regreso de corporaciones transnacionales, como DirecTV, Turner, Viacom,
Fox o Time Warner está claro que pierden los medios locales y los contenidos
nacionales.
-¿Entiende que hay una consolidación del
complejo tecno mediático a nivel planetario?
-En la jerarquía de los grupos
infocomunicacionales hay claramente unas 10 corporaciones que disponen de una
expansión global en su portafolio de negocios, con rubros que van desde los
estudios cinematográficos hasta los deportes y las tiendas virtuales. Esa
escala es inaccesible para las empresas nacionales que no cuentan ni con el
capital ni con el know how para competir. Esto tiene consecuencias inocultables
para la cultura y la política vista desde los estados nacionales. Probablemente
el kirchnerismo en la Argentina y otras experiencias en la región hayan sido la
última expresión de representación política de sociedades cuya identidad se
forjó en talleres, fábricas y oficinas -como lo expresó el peronismo en
diferentes décadas- es decir de
culturas y sociedades de masas. Los tiempos de la radiodifusión masiva empiezan
a quedar atrás junto con la cultura del trabajo que caracterizó la sociedad
salarial y el Estado de bienestar. Hoy vivimos el tiempo de la
individualización tecnológica y los desafíos políticos que ello representa.
-Así como alguna vez el objetivo esencial era
lograr la modificación del Decreto Ley de la Dictadura Cívico Militar, ¿qué se
plantean hoy desde la Coalición por una Comunicación Democrática (CCD)?
-La Coalición ha puesto sobre la mesa una nueva
agenda de 21 puntos que trata de asumir este nuevo escenario. Parte de las
banderas tradicionales de libertad de expresión y consideración de la
comunicación como derecho humano antes que como una mercancía. Pero lo plantea
ahora en el conjunto de plataformas por donde circulan la información y los
bienes culturales. Plantea nuevos conceptos vinculados con la inclusión
digital, el acceso a laconectividad, la
neutralidad de los operadores de red en los contenidos, políticas de
alfabetización y uso crítico de las TICs.
La CCD señala que el abandono de políticas de protección de la
producción nacional y local de información y cultura sumada a la apertura del
espectro y las redes a operadores concentrados constituye un ataque a la
libertad de expresión y a la diversidad cultural de los argentinos.
-En este marco de concentración aun superior al
que existía en 2003 cuando Néstor Kirchner llegó al gobierno, ¿ve acciones
desde la oposición, desde el campo sindical o las organizaciones sociales
tendientes a configurar una comunicación que permita disputar el sentido en
mejores condiciones?
-Apenas algunos intentos aislados. El problema de los trabajadores del sector y
del campo popular es que fragmentan las respuestas a la crisis en medio de la
más feroz concentración empresaria que haya visto la historia. Se requiere un
amplio esfuerzo de articulación, tolerancia y generosidad para entender que las
respuestas son colectivas e incluyen la disputa de políticas de comunicación de
carácter estatal, por la simple y sencilla razón de que sin Estado no hay
capacidad de intervenir en el proceso global a contramano de la homogeneización
de mercados que propone la globalización. Ejemplo de esto son los fondos de
fomento a proyectos especiales y de comunicación popular que deben ser reclamados
conjuntamente por todos porque no le pertenecen al gobierno de turno. O también
la legalidad para los medios pymes y del sector comunitario o los recursos para
medios universitarios. Estas demandas solo pueden defenderse de manera
colectiva.
-Lo llevo al terreno estrictamente político.
Militó en los 70 y lo vi emocionarse el 24 de marzo aquel en que Kirchner
ordenó bajar los cuadros (de Videla y Bignone)
y pidió perdón en nombre del Estado (por los crímenes del terrorismo
estatal) como también la madrugada de aquel 10 de octubre de 2009 (aprobación
de la ley SCA). ¿En la actualidad hay algo que lo entusiasma?
-La historia es dinámica y los pueblos conservan
en el ADN la memoria de sus mejores tradiciones políticas. Así pasó luego de
esa noche interminable de la dictadura primero y del neoliberalismo, en 2001
después. Y cuando nadie pensaba que era posible restituir la justicia y la
verdad en materia de derechos humanos, o recuperar palancas estatales para
impulsar el desarrollo nacional, se produjo una convergencia política
encabezada por el kirchnerismo que permitió la circunstancia ejemplar de los
juicios, las condenas y la restitución de derechos. Me entusiasma la idea de
que la historia siempre da otra oportunidad y debemos estar atentos a ello.
El problema de la corrupción en la política no
es moral, es político, porque supone un triunfo ideológico del capital sobre
las convicciones
-¿Sintéticamente qué destaca y qué critica del
proceso que concluyó con el triunfo de la derecha encabezada por Macri?
-Hay mucho para reivindicar en materia de
cultura política, promoción de derechos humanos y sociales, desarrollo del
mercado interno y varias asignaturas que creo que la historia juzgará
positivamente. La cuestión es que la trama de poder que sostuvo los principales
intereses corporativos de la Argentina, incluyendo el poder económico, el
judicial, el político e incluso los servicios de inteligencia, no fue
modificada en profundidad o se lo hizo solo cuando se reconoció la trampa que
suponía su continuad. Para cambiar esas estructuras se requiere un amplio
ejercicio de la representación social y participación. El problema de la
corrupción en la política no es moral, es político, porque supone un triunfo
ideológico del capital sobre las convicciones.
Dedicarse solo a mantener el poder sin desarrollar la potencialidad
transformadora que debe tener el ejercicio de ese poder en un proyecto nacional
puede ser una trampa. El triunfo de la derecha tiene más que ver con
limitaciones propias, profusamente amplificadas por los medios ajenos y sin
contar con recursos diferentes de comunicación, que con aciertos del PRO.
-¿Qué espera del porvenir de nuestro país?
-Espero que este tiempo de desengaño no nos robe
la esperanza de un país justo, inclusivo y solidario que tiene que seguir
siendo el horizonte de la utopía. Hoy la tarea es mucho mayor porque el sistema
político y el sistema productivo reproducen la fragmentación como forma de
dominación. Por eso nuestro esfuerzo de articulación debe ser mucho mayor.
*Especialista en Educación, Lenguajes y Medios (UNSaM). Docente de
Derecho de la Comunicación en la Universidad Nacional de Avellaneda y la UNM
(Moreno), Coordinador Académico Posgrado en TV Digital y Nuevas Plataformas
(UNLaM). Integrante la Coalición por una Comunicación Democrática (CCD).