Por Cesar Augusto Lerena* (Foto)
El promotor de estos últimos Tratados fue el
entonces Canciller y luego Ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, con el
apoyo de gran parte del arco político nacional. Estos Tratados terminaron con
la Argentina soberana, industrial, tecnológica, científica y dueña de sus
recursos naturales y servicios públicos y, la devolvieron, a sus orígenes de
proveedor de granos, transgénica, semilla-dependiente y química-fumigada.
Cuando el 2 abril de 1982 la Argentina recuperó
Malvinas debió conocer los riesgos de semejante decisión.
Era más fácil imaginar que ese General, ex
comandante de la VII Brigada de Infantería de Corrientes y, afecto al whisky,
podía ser elegido presidente de facto de la Argentina, que suponer que el Reino
Unido de Gran Bretaña (R.U.), con su historia y frente al resto de las potencias,
aceptaría sin más, abandonar las Islas.
Oficiales, suboficiales y soldados argentinos
cumplieron la consigna de tomar Malvinas en forma incruenta y, luego,
combatieron heroicamente, pese a la incapacidad de la conducción general, una
estrategia errónea y, la falta de armamento suficiente y moderno, para
enfrentar con éxito a una de las armadas más importantes del mundo.
Muertos y heridos fueron un pago lacerante y
excesivo de la lucha y, sin embargo, ya nada hacía suponer que algo peor podría
suceder (materialmente hablando) que aquel 14 de junio de 1982; pero, la
recuperación legítima de 11.410 km2 de territorio argentino, nos llevó -por el
pésimo desempeño del Poder Ejecutivo, la diplomacia y los legisladores- a
perder gran parte del Atlántico Sur y el Océano Antártico.
Algunos argentinos dicen, que hubiera sido mejor
ser colonizados por los ingleses que por los españoles.
Todavía no se dieron cuenta, que sí, que -mal
que nos pese- nos colonizaron los británicos, los mismos que se quedaron con Malvinas
en 1833 y tienen a tiro de misil la Patagonia y la Antártida.
Cuando el 12 de agosto de 1806 echamos (o, mejor
dicho, los orientales y españoles) a los ingleses de Buenos Aires, comenzó un
largo y silencioso derrotero de ocupación inglesa, con la complicidad de
gobernantes y la tolerancia o interés de los ciudadanos informados.
Nosotros podemos ser amigos del “simpático” Mark
Kent, incluso hacerlo de Racing, porque a los ingleses nos une la tradición
futbolera e hípica, pero, tenemos memoria.
«De los esfuerzos de este día, depende la suerte
de la América del Sud», diría el Gral. Antonio José de Sucre a sus soldados, al
iniciarse el 9 de diciembre de 1824, la batalla de Ayacucho, que terminaría con
los realistas españoles en América.
No sabía, que dos meses después, el 2 de febrero
de 1825, se firmaría el «Tratado de Amistad, Comercio y Navegación» entre el
R.U. y las Provincias Unidas del Río de la Plata, tratado, que luego repetiría
Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela, transfiriendo la conducción
económica y financiera a los británicos y, ello, no impidió, que entre 1857 y
1955 más de 2 millones de españoles emigraran a Argentina, en su gran mayoría
gallegos, de ahí la forma genérica con la que solíamos nombrar, a quienes
fueron un importante motor del desarrollo nacional incipiente.
En ese Tratado se estableció una “Perpetua
Amistad”, pero no frenó al R.U. que, en forma oscura y traidora, invadió Las
Malvinas en 1833 y, estableció, una serie de privilegios, como transformar en
inembargables sus posesiones, la libre navegación en mares y ríos, la
aplicación de la “cláusula de Nación más favorecida” en todos los negocios,
incluso, más que las que pudieran recibir las empresas argentinas. Se ratificó
en el Tratado Roca-Runciman suscripto en Londres el 1 de mayo de 1933 y, en las
Declaraciones Conjuntas del 19 de octubre de 1989 y, 18/19 de diciembre de 1989
en París, convertidas luego, en el Tratado del 14/15 de febrero de 1990,
comúnmente llamado Acuerdo de Madrid y, en el Tratado de “Promoción y
Protección de Inversiones” en Londres el 11 de diciembre de 1990,
complementario del anterior, convalidado por la Ley del Congreso de la Nación
Nº 24.184.
El Dr. Julio C. González (Los Tratados de Paz
por la Guerra de Malvinas, 1998), a quién aprovecho para rendirle mi más justo
reconocimiento, por ser el primero, que en sus artículos de “La Prensa”
(15/3/1990) y en “El Informador Público” (1993), desenmascaró con valentía y
dignidad ciudadana este ruin Tratado, quien oportunamente entendió que, «el vocablo
“declaración” es inapropiado e improcedente, ya que, cuando tal manifestación
genera obligaciones recíprocas para los Estados que la suscriben y para
terceras organizaciones jurídicas internacionales, el término que debe usarse
es “Tratado”, y, por lo tanto, si no media aprobación del Congreso no habrá de
ser obligatorio para la República ni tendrá el carácter de ley suprema de la
Nación».
El promotor de estos últimos Tratados fue el
entonces Canciller y luego Ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, con el
apoyo de gran parte del arco político nacional.
Estos Tratados terminaron con la Argentina
soberana, industrial, tecnológica, científica y dueña de sus recursos naturales
y servicios públicos y, la devolvieron, a sus orígenes de proveedor de granos,
transgénica, semilla-dependiente y química-fumigada.
La Argentina del monocultivo, con los servicios
y los recursos naturales privatizados.
De la Argentina con un mar territorial de 200
millas marinas, por imperio y defensa de la Ley 17.094 (Roberto Roth) a la
Argentina de la Zona Económica Exclusiva depredada por británicos, españoles,
chinos, rusos, taiwaneses y coreanos.
Un país colonizado, que, pese a tener ocupado
por los ingleses 1.639.000 km2 de su territorio marítimo, declara no tener
hipótesis de conflicto y desarma sus fuerzas armadas.
Un lugar, donde bajo pretexto de la
globalización, se extranjeriza el idioma y los hábitos culturales y
alimentarios.
La inducción británica es tal, que nadie, a
costa de ser calificado “de cabotaje” se anima a denunciar estos Tratados y,
muy especialmente el de “Madrid”, aunque sea ignominioso y, hayan transcurrido
ya casi treinta años.
Por el contrario, una serie de amanuenses siguen
abrevándose en él, para firmar declaraciones y acuerdos que profundizan la
dependencia nacional.
Estos Tratados se completaron con la sanción de
la Ley Nº 23.968 (10/9/1991) de los “espacios marítimos” que determinó las
líneas de base y la Ley Nº 24.543 (13/9/1995) que ratificó la CONVEMAR, a cuya
sanción -modestamente- nos opusimos sin éxito con el apoyo de un par de
Senadores liderados por el Senador Pedro Molina (PJ Santa Cruz), que le
permitieron al R.U. considerarse -en forma ilegal- como un país ribereño en
Malvinas y, promover, en la actualidad, la multilateralidad regional del
control de las pesquerías, para tratar de intervenir, en un pie de igualdad con
la Argentina, en la administración de los recursos en el Mar Argentino; motivo
por el cual, hoy insistimos en oponernos a la ratificación del Acuerdo de Nueva
York y al Convenio del Atún.
Casi todos hacen silencio.
Hacen silencio y son incapaces de proyectar una
estrategia para salir de esta trampa que sume en la derrota perpetua a quienes
creen que todo está perdido y, a una gran mayoría de argentinos, que ignora cuál
es la situación del país.
Los que solo se enervan cuando se trata de
alentar a los connacionales en las competencias deportivas o en las discusiones
políticas inconducentes.
Para iniciar las negociaciones que derivarían en
el Tratado de Madrid, la Cancillería le encargó al Embajador jubilado Lucio
García del Solar, las tratativas con el Encargado británico ante la ONU Sir
Crispín Tickell y éste se reunió a solas el 16/17 de agosto de 1989 en Nueva
York.
El Embajador inglés le dijo al argentino: «le
pedimos que la Argentina reconozca que existe, en la práctica, una FICZ (una
zona de exclusión pesquera).
No le pedimos al gobierno argentino que diga
nada en público, simplemente le pedimos que deje que sigan las cosas».
A lo que García del Solar respondió: «…El
levantamiento de la zona de protección militar es esencial.
La Argentina no está pidiendo el levantamiento
de la FICZ».
Ello significó la extracción de recursos
pesqueros argentinos, desde 1976 a la fecha, por un valor comercial final de
hasta 148 mil millones de dólares, motivo por el cual, los habitantes de
Malvinas tienen uno de los ingresos per cápita más altos del mundo y, como
veremos, el control militar británico lejos de reducirse se amplió.
Su intervención en el Tratado de Madrid opacó, lamentablemente,
su trabajo en la redacción de la Res. de la O.N.U. Nº 2065.
Argentina y el R.U. acordaron, en primer lugar,
aplicar “la fórmula inglesa del paraguas”, con la cual, ambos países aceptaron
el tratamiento de distintos temas, en tanto y en cuanto, ello no significara
reconocimiento alguno sobre la soberanía de Malvinas.
Las consecuencias están a la vista, en 1982 los
británicos ocupaban Malvinas y tres millas alrededor, hoy, invaden y explotan
las Islas y doscientas millas, crearon una reserva de 1 millón de km2,
reivindican derechos sobre la plataforma continental y la Antártida Argentina.
Quiebran todas las Res. de la O.N.U. Nº 31/49;
2065/65; 41/11; 3171/73 y 3175/73 y, nosotros permanecemos congelados,
declamando ante los foros internacionales.
Dejaron sin efecto la Zona de Protección Militar
(FIPZ) alrededor de Malvinas, pero establecieron un «Sistema Transitorio de
Información y Consulta Recíproca», y otros, que de transitorio no tienen nada,
que obliga a la Armada Nacional y, a la Fuerza Área Argentina (al Ejército no
se lo incluyó) a informar al Comandante de las Fuerzas Británicas en las Islas
Malvinas todo movimiento marítimo y aéreo en el Atlántico Sur Argentino entre
el paralelo 46º S (altura Comodoro Rivadavia, Chubut) y 60º S (altura de las
Islas Orcadas), es decir, cedimos nuestra soberanía territorial, de defensa
nacional y autodeterminación, en millones de km2 del espacio marítimo y aéreo
argentino a los británicos, frente, a la misma Patagonia y Antártida Argentina.
¿Hay algún argentino informado que se crea que
nuestro país tiene solo ocupada Malvinas, las Georgias del Sur y Sándwich del
Sur y, que el gobierno de turno le diga, graciosamente, que la Argentina no
tiene hipótesis de conflicto?
Se estableció también, que ambos gobiernos se
intercambien información sobre todo el movimiento pesquero entre el paralelo
45º S (altura Puerto Camarones, Chubut) y el 60º S (altura de las Islas
Orcadas), es decir, por fuera de las 200 millas ocupadas ilegalmente alrededor
de Malvinas por los británicos; además, evaluar en forma conjunta esa
información y, buscar formas de cooperación, aún a sabiendas, que el R.U. no
tenía capacidad alguna para investigar y conservar los recursos y, por el
contrario, la Argentina, a través del INIDEP aportaría sus científicos y buques
para hacerlo y, ahora, en este mismo, momento, lo está haciendo.
No es casual que, en ambos casos, los británicos
determinaran el límite sur en el paralelo 60º S, ya que es el límite norte del
Océano Antártico y el Área de aplicación del Tratado Antártico y de la
Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos
(CCRVMA), donde no se puede realizar ninguna actividad contraria a los
propósitos y principios del Tratado Antártico, están prohibidas, entre otras,
todas las medidas de carácter militar e interesa preservar el Continente
Antártico y las aguas que lo rodean, exclusivamente, para fines pacíficos.
Por otra parte, se pactó la posibilidad de que
los isleños puedan tener relaciones comerciales con el continente, lo que es
muy razonable, en atención a que, si es un territorio argentino, es lógico
entender que las islas puedan efectuar intercambios con esta parte del país,
pero, es un absurdo que los visitantes del continente deban sellar sus
pasaportes como si ingresaran a otro país o no puedan adquirir propiedades o
realizar negocios en Malvinas.
También se acordó comenzar las negociaciones de
promoción y protección de las inversiones inglesas en la Argentina y de nuestro
país en Gran Bretaña, esta última, de aplicación imposible, pero destinada a
dar la sensación de un acuerdo equitativo, donde se estableció, que los
inversionistas tendrían la libre disponibilidad de sus bienes; se les otorgaría
la condición más favorable que a cualquier otro Estado; se los indemnizaría por
la pérdidas; no se podría expropiar o nacionalizar a las empresas británicas;
se les garantizará la trasferencia sin restricciones de sus inversiones y
ganancias a los países de origen; el sometimiento de las controversias a los
Tribunales Internacionales y al CIADI; pudiendo extenderse las disposiciones de
este Tratado a Malvinas y otros territorios de Ultramar.
Acordaron la factibilidad de un Acuerdo de
Cooperación, que la Argentina rápidamente efectivizó, facilitándole vuelos a y
desde Chile y San Pablo a Malvinas; aceptando la puesta en marcha de una
Comisión Conjunta de Pesca que les permite a los isleños conocer la biología de
los recursos que migran a Malvinas y en el área donde las empresas extranjeras
licenciadas por el gobierno ilegal de Malvinas pescan; acordó un área de
reserva al este de Malvinas para impedir la pesca ilegal y fortalecer el
otorgamiento de licencias pesqueras en Malvinas; aceptó sin queja alguna, la
ocupación de facto de 1.900 km2 en un espacio denominado GAP al norte de
Malvinas y por fuera de las 200 millas de las islas donde se concentran grandes
contingentes de calamar; vedó la captura del calamar a los buques argentinos
para asegurar la llegada de esta especie a Malvinas para que pudiesen ser
capturados por los buques extranjeros con licencia británica.
Una sostenida “colaboración unilateral” de
Argentina que nunca tuvo contrapartida británica y, sirvió para consolidar la
ocupación inglesa en Malvinas.
Casi nadie está exento de responsabilidades.
El recientemente fallecido Dante Caputo fue el
gestor inicial del Tratado de Madrid y, no pudo concluirlo porque se aceleró el
fin del gobierno en 1989, pero luego, como Diputado, dio su voto afirmativo al
Protocolo de Garantías de Inversión en 1992.
Los Tratados los terminó concretando Cavallo y,
casi todos los diputados y senadores nacionales de las distintas extracciones
partidarias transformaron en Ley el proyecto elevado (Mensaje Nº 203) por
Carlos Menem, Guido Di Tella, Domingo Cavallo y León Arslanián, que, según
Julio C. González «fue redactado por el Foreign Office» (Ob. Cit pág. 129).
A todo esto, nuestra debilidad es creciente, el
Proceso echó a “Isabelita” Martinez de Perón y, adujo, que «el país estaba al
borde de la disolución nacional» con una deuda externa de siete mil ochocientos
millones de dólares y, hoy debemos 327.167 millones de dólares, que representan
el 77% del PBI.
En 2016, los Cancilleres Malcorra y Faurie
ratificaron el Tratado de Madrid para llevar adelante el pacto Foradori-Duncan
y seguir entregando nuestros recursos a cambio de absolutamente nada.
¿Diplomáticos probritánicos?
No necesariamente.
Política, estratégica, educación y, resultados
probritánicos.
Nuestros maestros debieran enseñar a sus
alumnos, que en 1806 en las “Invasiones Inglesas” no los echamos a los ingleses
con aceite, al contrario, ellos se dieron cuenta y volvieron, porque en este
gran país, hay muchos recursos naturales para explotar y los argentinos
pareciera que seguimos sin darnos cuenta de ello.
Mientras tanto, Malvinas, son como el unicornio
azul, son nuestras y las queremos.
“Ceterum censeo Carthaginem esse delendam”.
("Por otra parte, Cartago debe ser destruida").
Dr. César Augusto Lerena
Experto en Atlántico Sur y Pesca, ex Secretario de
Estado, ex Secretario de Bienestar Social (Ctes) ex Profesor Universidad UNNE y
FASTA, Asesor en el Senado de la Nación, Doctor en Ciencias, Consultor,
Escritor, autor de 24 libros (entre ellos “Malvinas. Biografía de Entrega”) y
articulista de la especialidad.Fuente: Nac & Pop