Por David Martínez*
Lenín Moreno Boltaire (sic), presidente del
Ecuador elegido en mayo 2017, por un electorado que hoy repudia públicamente,
ha renunciado. Lo hizo, como es habitual en estos personajes sin carácter, a
medias. Es decir, seguirá cobrando su sueldo presidencial, pero ha delegado sus
funciones ejecutivas a cuatro secretarios.
Ha tomado unas vacaciones indefinidas y el trabajo, si es que acaso
habrá alguno, se lo deja a cuatro desconocidos que actualmente ocupan cargos
públicos.
Bajo la excusa de la necesidad de una nueva
reforma institucional, Lenín Moreno firmó la semana pasada el Decreto 660. Este
documento inédito en la historia política del país y del mundo, crea un
Gabinete Estratégico que reemplaza el presidente elegido en las urnas. Figura
imaginaria o divagación cuántica de Moreno, esto implica dejar al país a merced
de una gestión improvisada. Tal pintoresca forma de barajarse, sacar el cuerpo
o evadir sus responsabilidades consiste sin dar muchos rodeos en crear una
Junta de Gobierno ad hoc.
Básicamente, cuatro personajes que gozan de la
confianza del “primer mandatario”, o que supieron arrimarse con cierto éxito a
su Gobierno, se reparten la ingrata tarea de coordinar los quehaceres de la
administración pública. Nadie los eligió en las urnas, ni lo hubiera hecho,
porque claro, nadie los conoce y nada han hecho por el país. Ya de por sí, su
figura es caricaturesca.
Pequeños de estatura, con sobrepeso heredado del
Buen Vivir y miradas vidriosas son la antítesis de un político
contemporáneo. Poco o nada hubieran
imaginado estos sujetos, antes apenas figuras secundarias de otros gobiernos
que dejaron de adular para hoy criticar, tendrían un puesto estelar en el
Estado.
La percepción de que el Ecuador es un barco a la
deriva se consolida con esta delegación inaudita de funciones inherentes a la
Presidencia de la República. Tratan al país como comité de condominio o
dirigencia barrial. La cereza en el pastel o el ninguneo al nuevo
vicepresidente tampoco escapa al humor de la dirigencia morenista.
Dejan al segundo mandatario bajo el mando de
estos cuatro funcionarios y no por encima de ellos, como constitucionalmente le
corresponde. El tercer vicepresidente en veinte meses, Otto Sonnenholzner ha
preferido un papel recatado, casi invisible. Sus tareas son desconocidas para
el común de los mortales. Se prevé que no ponga objeción alguna ante el
evidente atropello a sus funciones, si las tuviese.
La crisis constitucional que vive el Ecuador se
profundiza, y las implicaciones legales y económicas son múltiples, pues se
estaría conflagrando el abandono del cargo por parte del presidente de la
república. Debido a que hay atribuciones indelegables del Presidente, esta
huida al reposo y la vacancia velada, implicaría que Moreno está incurriendo en
una de las causales para su destitución. Con este artilugio Lenín Moreno ha
demostrado que prefiere retirarse de la palestra pública antes que asumir las
consecuencias de su desgobierno.
El momento político de dicha movida no es
casual. Llega la hora en que los grupos de interés enquistados en el Gobierno
ya se han apropiado, mediante designaciones ilegales y prebendas, de todas las
funciones del Estado. Estos paracaidistas y buitres han logrado pasar
legislación favorable para los sectores usureros de la economía nacional, por
lo que la fecha de caducidad del inquilino de Carondelet se aproxima a pasos
agigantados.
A puertas de unas elecciones seccionales que
prometen traer sorpresas y malestar por su desorganización, Lenín Moreno ha
preferido empezar su repliegue y dejar que la clase política se aniquile.
Ocupará ahora el tiempo comprándole zapatos a su esposa e hijas, como es vox
populi que acostumbra hacer en sus paseos al exterior.
Todo el contexto pusilánime de esta retirada
genera la impresión de que Moreno es un prisionero en su silla en el palacio
presidencial. Secuestrado cuando no entregado de forma servil a los apetitos
voraces de sus allegados, y víctima de su propia incompetencia e ignorancia.
¡Ay licenciado Boltaire! (sic) Si tuviera conciencia que ha saboteado su propia
gestión con pasos en falso, promesas irrealizables y medidas impuestas desde
los grupos de interés (medios privados, cámaras de comercio y partidos de
derecha).
Desde un inicio, estos sectores fomentaron el
discurso de la “transición y la recuperación de la democracia” y emprendieron
una persecución política y judicial al correísmo, a fin de impedir la
participación de Rafael Correa o sus seguidores en las siguientes contiendas
electorales. Con veintiún procesos penales, la cacería legal ha significado el
reclamo de más de una entidad internacional de Derechos Humanos, frente a la
evidente manipulación del sistema de justicia.
Además, insistieron en la aplicación de medidas retardatarias
como han sido la reducción agresiva del aparato burocrático y la eliminación de
la inversión pública. Adicionalmente el gobierno ha emprendido un desesperado
sobre endeudamiento mediante la emisión de bonos soberanos, con altísimas tasas
de interés.
En dos años Lenín Moreno se ha endeudado más que
Correa en diez años, él y su círculo cercano lo saben. Echaron lodo a China y
ahora corren a buscar un crédito. Dijeron que defenderían a los más pobres, y
ahora negocian por debajo de la mesa un crédito con el FMI a costa de más
restricciones a las personas más necesitadas del trabajo que no generaron, y
hoy disimulan manipulando cifras oficiales.
El resultado de este asalto ha sido la
ralentización de la economía, desempleo incontrolable y parálisis del Estado
sin contar un riesgo para el país que trepa casi semanalmente. El desastre es
evidente y, por lo visto, incontenible. Por este motivo, los mismos que
alentaban al desmontaje institucional, y a la famosa transición, ahora se
arrepienten de dejar dicha tarea en manos de semejante ineptitud.
Es evidente que Lenín Moreno ha necesitado
esconderse del incendio ante el riesgo de quemarse en las llamas, o ya de plano
solo quiere pasar en su casa viendo charlas de autoayuda. Es una encrucijada
indigna en la que se le obliga a la ciudadanía ecuatoriana a observar en vivo y
en directo el colapso de la institucionalidad, incluyendo a la presidencia.
Sin programa de gobierno, sin plan económico,
sin acuerdos políticos rígidos, el mensaje que manda a toda la población es que
mejor busquen dónde migrar cuando todo se desplome. Sin forma de comunicar
adecuadamente las intenciones, el país vive una orfandad terrible, sin
liderazgo y con un vacío de poder que, lamentablemente, cualquiera puede
llenar.
Fuente: El Estado
David
Martínez. @DavidMarZur
Maestría
en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – FLACSO sede Ecuador en
Relaciones Internacionales.
Bachellors
en Comunicación de la Universidad de LaRoche en Pittsburgh, Pennsylvania.
Especialización
en publicidad gráfica y multimedia del Philadelphia Institute of Art en
Philadelphia, Pennsylvania.
Ha trabajado desde el año 2000 en ONG (nacionales e internacionales) al
igual que el sector público en materia de comunicación política, cooperación
internacional, análisis político/prospectivo y gobernabilidad.