Negar para dar pie a la repetición
Por Jorge Elbaum
Las declaraciones de Esmeralda Mitre referidas a
sus elucubraciones sobre números de desaparecid@s y su aritmética sobre l@s
masacrad@s en los campos de exterminio nazis refrendan el recurrente interés de
sectores minoritarios de nuestro país por evitar y/o inhumar la memoria. Lo que
está en disputa en el discurso liviano de Mitre no es el quantum de los
crímenes contra la humanidad sino su relevancia y su pregnancia al interior de
una sociedad que se empecina –mayoritariamente— en perpetuar la evocación de
sus víctimas cada 24 de marzo.
Descendiente del responsable de interrumpir uno
de los pocos proyectos emancipatorios de América Latina en el siglo XIX —quien,
además, exterminó al 90 % de los varones de Paraguay—, Esmeralda Mitre se
percibe apta para establecer juicios sobre desaparecid@s. En el reportaje a
Infobae divulgó concienzudos datos empíricos sobre las sumas de quienes fueron
torturados, vejados, lanzados al mar y violados. Se refirió a la tragedia más
dolorosa de nuestro país con idéntica fraseología a la que su ex-marido, Darío
Lopérfido, empleó años atrás respecto de la problemática de los crímenes de
Estado durante la dictadura cívico-militar-eclesiástica. Las banalizaciones
declamadas por el entonces Ministro de Cultura porteño generaron desaprobación
en teatros y salas de espectáculos de la ciudad, hecho que motivó su
renuncia/despido de su función gubernamental y su breve exilio diplomático en
Berlín.
Es inevitable asumir que existe un registro
instalado, en sectores minoritarios de nuestra sociedad, que reiteradamente se
embarcan en el intento de sepultar la memoria compartida de una tragedia
pública. En la entrevista que intencionalmente se constituyó en uno de los
centros de la agenda mediática de estos días, se puso en cuestión algo más que
números referidos a desaparecid@s y a la Shoá. En coincidencia con la versión
sustentada por todos los grupos neonazis del orbe –en Argentina, muy pocos de
ellos aceptarían definirse como tales—, Esmeralda Mitre se suma al coro de
quienes empequeñecen la historia de los masacrados y en un mismo movimiento
desvanecen la gravedad de los crímenes ejecutados por los genocidas. Pier Paolo
Poggio caracteriza esta ofensiva a favor del olvido, sembrada a cuentagotas,
afirmando que este relato “es funcional y orgánico a la cultura política
neoconservadora, hoy en día en posición preeminente en todo los países
occidentales, su objetivo específico consiste en la normalización del nazismo y
el fascismo (…) demanda de la ‘zona gris’ de la sociedad de olvidar una época
de horrores que ya no tiene interés ni relación con la actualidad”. Se busca la
“desconexión” con respecto a la actualidad para que los desaparecid@s y los
exterminados en la cámara de gas dejen de ser capaces de alumbrar y brindar
energía social a nuevas generaciones. Se trata, en última instancia, de matar
nuevamente. De ejecutar su muerte. De evitar que su respiración “contagie” a
quienes caminan con sus fotos en las marchas y empodere a jóvenes, contaminados
con la energía vital de sus luchas pasadas.
Deborah Lipstadt, investigadora que acusó al
negacionista David Irving, explica los objetivos y las intenciones de quien
buscan sepultar la historia.
La fraseología negadora y minimizadora no es
casual. Instala una forma liviana forma de amnesia, capaz de hacer aceptable,
con repiqueteos periódicos, la expansión de dos significados entrelazados: por
un lado, aquel que busca desmontar la presencia de la memoria, como atributo
conquistado por la democracia argentina y, por el otro, el descrédito y la
culpabilización de las propias víctimas, asociándolas a espurios intereses
económicos. Las frases “no son tantos los desaparecidos” y “pagábamos por
desaparecidos que no eran…no estaban”, remiten a operaciones generadas por el
discurso de los militares genocidas que buscaban construir un campo de
ambigüedad, de duda, de “noche y niebla” en relación con vidas segadas, cuya
entidad pretendía ser desechada de la faz de la tierra sin registro, ni nombre,
ni historia, ni recuerdo. Ese es el parámetro de quienes reducen traumas
sociales a debates aritméticos: los mismos que invisibilizan los números en los
brazos de quienes vivieron en campos de exterminio son los que terminan
recurriendo a controversias cuantitativas y/o invisibilizadoras: sus víctimas
“no son”, “no están”, “deben estar en Europa”, las mismas utilizadas por el
genocida Videla.
La señora Mitre pidió disculpas a la
colectividad judía pero no hizo lo propio en relación con los l@s
desaparecid@s. Y su disculpa reivindicó el espíritu de la afirmación original:
para relativizar su ultraje afirmó que “los judíos son superiores”, la misma y
curiosa interpretación desde la cual los nazis legitimaron su crímenes hacia
quienes consideraban inferiores. Mitre no puede mirar la vida desde la
horizontalidad de seres humanos igualados por su condición de tales: la observa
confusamente desde superioridades e inferioridades. Y también desde presencias
“visibles”, táctiles (su entorno plastificado de vaguedades prestigiosas)
contrastado con ausencias (nuestr@s desaparecid@s) a quienes desvanece con
discursos de imprecisión negacionista.
Mitre pidió esas grotescas disculpas a la
colectividad judía pero no se le ocurrió tomar una similar actitud con las
Madres, las Abuelas, l@s hij@s, ni con los organismos de derechos humanos, que
mantuvieron las lamparitas encendidas cuando la oscuridad neoliberal intentaba
apagarlas. Esmeralda –nombre de piedra—corrió presurosa a disculparse ante el
establishment de la colectividad judía y la DAIA, parte integrante de la
Alianza Cambiemos, quienes decidieron invitarla a un ágape en sus oficinas de
la calle Pasteur 633 con el objeto de intercambiar precisiones sobre
cuantificaciones abstractas, carentes de rostros y sin compromisos con su
memorización lanzada al futuro.
En el escueto y diplomático comunicado referido
a Mitre, la DAIA tampoco hizo referencia a la necesidad de aclarar los dichos
sobre l@s 30.000 compañer@s. Probablemente no sea ésta una incumbencia de su
misión institucional. Sin embargo, quienes memorizan los pasos en falso de
quienes se autoerigen como moderados republicanos, contabilizan hechos que
amparan y le dan sentido a Mitre y a todos los banalizadores y negacionistas
que abarrotan las cámaras y los micrófonos de la sordidez: en el 2013 el numen
del marketing CEOcrático permitió que se expresara su inconsciente y afirmó que
“Hitler era un tipo espectacular”. En julio de 2016 fueron recibidos en la Casa
Rosada representantes de partido nazi Bandera Vecinal. Ese mismo año, en
agosto, el mismísimo secretario de derechos humanos Claudio Avruj afirmó
—refiriéndose a la Shoá— que “nunca se determinó fehacientemente si (las
víctimas judías) son 6 millones o 5 millones”.
Fuente: El cohete a la Luna