Por Alfredo Zaiat.- El ministro Luis Caputo
acordó con cuatro bancos internacionales la emisión del bono de un siglo en
condiciones poco transparentes. No se difundió ni publicó oficialmente el
prospecto de oferta. Es una deuda carísima para las finanzas nacionales.
La insólita emisión de un bono a 100 años a una
tasa de interés elevadísima fue una operación financiera concretada en secreto
con cuatro grandes bancos internacionales, sin difusión entre inversores y
definida en conferencia telefónica para unas pocas grandes firmas
administradoras de fondos millonarios. Por normas de transparencia en un mundo
de negocios porosos y para convocar a la mayor cantidad de interesadas con el
objetivo de que la puja permita reducir el costo de la colocación, el país que
quiere emitir un bono de deuda realiza lo que se conoce como road show. Es una
recorrida por las principales plazas financieras (Nueva York, Londres,
Frankfurt, Tokio) presentando las características del título de la deuda y,
fundamentalmente, desplegando una estrategia de convencimiento acerca del
futuro venturoso de la economía del país para sumar interesados. La rareza de
un bono soberano a 100 años demandaba publicidad y no que sea informado a la
mañana y el cierre de la transacción a media tarde. Fue una operación oscura
del Ministerio de la Deuda, bajo el comando del ex Deutsche Bank y JP Morgan,
Luis Caputo, asociado con los bancos HSBC, Citi, Santander y Nomura. El
escándalo del bono del siglo tiene al ministro Caputo como protagonista
principal.
La colocación del bono a 100 años fue ordenada
en forma directa a unos cien grandes inversores internacionales. No se conocen
los nombres de las firmas financieras privilegiadas ni cómo fue su selección.
Las explicaciones posteriores brindadas por el ministro de las razones de
diseñar esa operación de deuda en sigilo sólo suman más sospechas acerca de la
oportunidad y la velocidad de cerrar la emisión de un bono a un plazo
ultralargo con una tasa elevadísima y en una moneda que no es la propia.
Al otro día de esta opaca transacción, Caputo
afirmó en un reportaje al portal oficialista Infobae que “es increíble que nos
critiquen por alargar el plazo de la deuda a 100 años”. Lamento reproducido por
voceros oficiosos sin tener en cuenta una observación sencilla: la crítica
principal no fue por el plazo, aunque es extravagante, sino por la tasa
altísima que el ministro pactó en secreto con los bancos, costo que se pagará
cada año en los próximos cien. Dice que lo felicitaron de todo el mundo, sin
precisar el origen de las personas que lo saludaron pero que no puede ser otro
que del mundo de las finanzas. Para defenderse apunta que todos los reproches
que recibió fueron políticos o por falta de conocimiento, argumento preferido
de quienes no pueden explicar sus actos con solvencia. “Hay algunos economistas
que pueden ser buenos, pero que claramente no entienden nada de finanzas”,
descalificó, para asegurar que “la tasa fue muy buena”. El consenso entre
especialistas es que lo fue para los fondos de inversión elegidos para quedarse
con los bonos a 100 años.
Ninguno de los funcionarios obsesionado con el
marketing electoral que habitan la Jefatura de Gabinete salió a respaldar la
movida de Caputo. No hubo un instructivo para publicitarla. ¿No fueron
informados del plan de emisión del bono a 100 años? Si fue tan exitoso como
asegura Caputo, ¿por qué el presidente Macri no lo está utilizando como
argumento de campaña? ¿No sabía el presidente del lanzamiento de ese título de
deuda? Caputo quedó solo en el gabinete con una decisión financiera que no
encontró defensores entre sus pares.
Carísima
El emisor de un título de deuda elabora un
contrato, conocido como prospecto o memorando de oferta, que sirve de respaldo
para los compradores. No hubo una distribución ni publicación oficial de ese
documento, otro elemento que define la opacidad de la actuación de Caputo. Lo que
se conoce es una versión que circuló por la city, a la que tuvo acceso
PáginaI12. En ese texto en inglés de 290 páginas, el responsable de la rubrica
fue el ministro Luis Caputo, con el asesoramiento legal en Estados Unidos del
Estudio Cleary Gottlieb Steen & Hamilton. Es el mismo bufete jurídico que
acompañó a la Argentina en el litigio con los fondos buitre, criticado en esa
instancia por la oposición política y financiera que hoy es oficialismo. El
gobierno de Mauricio Macri ha continuado con esos servicios lo que revela que
las anteriores observaciones sólo eran funcionales a los intereses de los
buitres.
En las primeras páginas advierte que “el
memorando de oferta contiene información importante que debe leerse
cuidadosamente antes de la decisión de inversión”. Una de ellas es que ante un
eventual litigio por no pagar intereses y capital, “Argentina se someterá
irrevocablemente a la jurisdicción de cualquier estado de Nueva York o un
tribunal federal de los Estados Unidos asentado en el distrito de Manhattan,
ciudad de Nueva York”. La cesión de soberanía jurídica en este bono, como en
todos los que ha emitido el gobierno de Macri, adquiere más relevancia puesto
que ha sido pactado a 100 años a una tasa altísima, con un cupón de intereses
pagadero semestralmente del 7,125 por ciento anual. Cuando se compromete una
tasa de interés tan elevada es porque el acreedor duda de la solvencia del
emisor, lo que significa que el riesgo de un default también es más alto. La
renuncia a la soberanía jurídica es un resguardo para los inversores para esa
eventualidad, como ya se sabe con los buitres.
En caso de que en un futuro cercano otro
gobierno quisiera rescatar esos bonos onerosos se enfrentará con una condición
desventajosa y, por supuesto, beneficiosa para los dueños del título de deuda.
De acuerdo al prospecto que circula por la city, Caputo y los bancos
colocadores incorporaron en el contrato del bono a 100 años la cláusula
“make-whole call”, que no es la opción de recompra habitual en transacciones
financieras (call). Esa condición -cláusula de redención– es una virtual cárcel
para el emisor porque hace muy caro el rescate. Es otro favor a los fondos
elegidos que compraron el bono a 100 años porque a ellos nos les interesa el
plazo, sino cobrar el flujo anual de intereses altísimos que les permite
mostrar rentabilidades atractivas en sus carteras de inversión. (El documento
no ha sido publicado oficialmente y algunos financistas afirman que
directamente no figura la cláusula de un call ni la onerosa opción de recompra
make-whole call, lo que hace todavía más vulnerable al país).
Expertos en finanzas calcularon que si hoy
Argentina se arrepintiera de la operación ruinosa diseñada por Caputo y sus
bancos amigos y decidiera retirar los 2750 millones de bonos emitidos a 100
años, por las condiciones de emisión debería desembolsar 8600 millones de
dólares. Argentina no recibió 2750 millones de dólares, sino que fueron 2475
millones porque los bonos fueron entregados con un descuento del 10 por ciento.
Es decir que por cada lámina de 100 dólares, el inversor pagó 90. Por eso, la
tasa implícita de esa operación para los financistas iniciales fue 7,91 por
ciento, mientras que el cupón de tasa de interés es 7,125 por ciento anual.
Prospecto
El documento de venta del bono a 100 años
presenta el estado de la economía argentina, su pasado, perspectivas y riesgos.
Realiza una descripción muy crítica de la gestión económica en los dos mandatos
de Cristina Fernández de Kirchner, destaca el período económico de Néstor
Kirchner y no ahorra loas para las políticas del macrismo. Dice que las
políticas del gobierno de CFK erosionaron la confianza en la economía, lo que
provocó, entre otras cosas, salidas de capital, disminución de las inversiones
y una disminución significativa de las reservas internacionales del Banco
Central. Señala que la administración Macri ha implementado cambios
significativos en la política y ha anunciado medidas adicionales, pero señala
que “se desconoce la capacidad para implementarlas con éxito”. Advierte que
requerirá de apoyo de los partidos de oposición y, si no lo logra, “se puede
debilitar la confianza en la economía argentina y la situación financiera”.
Adelanta el ajuste cuando explica que han emprendido importantes pasos para
frenar el déficit fiscal a través de una serie de medidas para aumentar los
ingresos, reducir los subsidios de energía, gas y transporte y controlar el
gasto público, y prevé que “el aumento del gasto podría tener un efecto adverso
sustancial y consecuencias negativas de larga data sobre las perspectivas
económicas de la Argentina”.
Pese a que los funcionarios de Hacienda han
afirmando en varias ocasiones que la economía brasileña se está recuperando,
para de ese modo mejorar las expectativas locales, en el prospecto de oferta
del bono a 100 años se afirma que “la incertidumbre política (en Brasil), sin
embargo, ha aumentado bruscamente, ya que una variedad de escándalos han
afectado al gobierno y han llevado a varias dimisiones”. Además se indica que
“las futuras devaluaciones de la moneda brasileña pueden generar una
disminución de las exportaciones argentinas y un aumento de las importaciones,
lo cual puede tener un efecto adverso sustancial sobre el crecimiento económico
de la Argentina, su situación financiera y la capacidad de pagar sus
obligaciones, incluyendo los bonos” (a 100 años).
Se afirma que si los niveles actuales de
inflación no disminuyen, la economía “podría verse afectada negativamente” y
que “sigue siendo vulnerable a los shocks externos”. Respecto a las elecciones
próximas de octubre, el documento destaca que “la composición del Congreso
después de estas elecciones es incierta, así como el impacto que un fracaso de
la coalición gobernante Cambiemos para mejorar su representación en el Congreso
podría tener en la política argentina y, por lo tanto, en la economía”.
Un dato revelador de este informe se encuentra
en uno de los cuadros resumen con las principales variables macroeconómicas. La
Alianza Cambiemos vociferaba el descontrol de las cuentas fiscales en su rol de
oposición y luego publicitó que recibió una herencia fiscal desastrosa. No fue
así de acuerdo a lo que informó a los inversores del bono del siglo. El
documento (form 18-k) que presentó en la Securities and Exchange Commission
(SEC, la comisión nacional de valores estadounidense), que integra el prospecto
de oferta, en la página 91, precisa que el déficit fiscal primario fue 0,2 por
ciento del PIB en 2012; 0,7 (2013); 0,8 (2014); y 1,8 por ciento (2015). En el
primer año del gobierno de Macri subió a 2,2 por ciento. Quienes compraron los
títulos de deuda de Caputo recibieron la información cierta y no la que
economistas del macrismo tergiversan inventando una crisis fiscal que no había.
Tasa de interés
Como se sabe, uno de los postulados básicos de
las finanzas es que “un peso hoy no es lo mismo que un peso mañana”, por eso se
evalúa el monto de la operación a “valor presente” utilizando una tasa de
interés (de descuento) para determinar la rentabilidad de la inversión. Cuando
los plazos de una deuda son tan largos, como el bono a 100 años, el capital
involucrado no es lo más importante, en cambio pasa a ser fundamental el nivel
de la tasa de interés. En el bono del siglo, como se mencionó, los grandes
inversiones obtuvieron un descuento inicial del 10 por ciento (por cada lámina
de 100 desembolsaron 90) y un cupón de interés anual de 7,125 por ciento. Esas
condiciones son un extraordinario negocio para los inversores y una pésima
operación para las finanzas nacionales.
Los economistas del Instituto de Trabajo y
Economía Fundación Germán Abdala hicieron un cálculo muy fácil de comprender.
Si Argentina hubiese colocado la deuda a 100 años a un rendimiento similar al
que obtuvo México cuando lo hizo en 2015 (al 5,8 por ciento), por cada 100
dólares que se comprometió a pagar, hubiese obtenido hoy 122,80 dólares en vez
de 90 dólares, es decir, un 36 por ciento más de fondos.
Así queda en evidencia que se trata de una
transacción ruinosa para las finanzas del país emitir deuda a tasas de interés
tan elevadas y, además, a plazos ultralargos. El escandaloso bono a 100 años
sumará más carga de intereses al presupuesto nacional que, según el ITE-FGA, ya
está exigiendo el 10,6 por ciento del gasto total del sector público nacional
en los primeros cuatro meses de este año. Desde 2001 que esa cuenta no marcaba
dos dígitos. El Bono Caputo convoca a los fantasmas de ese año.
Fuente: Resumen Latinoamericano