Por Aritz Recalde
La dictadura argentina, los EUA e Inglaterra
contribuyeron a implantar en la región el sistema económico neoliberal. En
diversas ocasiones Inglaterra participó en guerras o apoyó dictaduras en
distintos continentes con el objetivo de apropiarse de recursos naturales y
económicos. Desde la época de Grecia en adelante bautizaron a los “otros
pueblos saqueados” como bárbaros y luego como infieles. Hoy manifiestan que los
gobiernos populares o nacionalistas de Sudamérica son terroristas o populistas.
Los días 2 de abril conmemoramos la recuperación
–temporaria- de las islas Malvinas, Geogias y Sandwich del Sur.
La sociedad argentina está dividida en la
apreciación del suceso y hay opiniones disímiles acerca de las causas que la
originaron, del desenvolvimiento de los combates y del tipo de acciones
implementadas en la posguerra.
Los gobiernos inglés y argentino tenían
objetivos políticos que excedían las Malvinas.
Leopoldo Galtieri buscó legitimar y perpetuar la
dictadura criminal iniciada en el año 1976 como respuesta al nacionalismo
revolucionario surgido luego del 17 de octubre de 1945.
Margaret Thatcher intentó conseguir apoyo para
profundizar el programa conservador, contrario a los intereses de los
trabajadores.
Ambos actores buscaron acrecentar el poder de
las elites en base al deterioro social de los pueblos.
La dictadura argentina, los EUA e Inglaterra
contribuyeron a implantar en la región el sistema económico neoliberal.
El gobierno de Videla se integró al Plan Cóndor
norteamericano ejecutando acciones terroristas y de capacitación militar en
países de Centroamérica.
En diversas ocasiones Inglaterra participó en
guerras o apoyó dictaduras en distintos continentes con el objetivo de
apropiarse de recursos naturales y económicos.
La guerra de Libia de año 2011 fue una de sus
últimas expresiones belicistas y el país agredido está en ruinas por la acción
criminal conjunta del Reino Unido, Francia y los EUA.
En el año 1982 los británicos sostuvieron que
Galtieri fue el causante principal del conflicto y que la Primer Ministro
aplicó un correctivo político justo que garantizó los derechos a la libre
determinación de los kelpers.
No es nueva esta justificación colonialista y
Europa históricamente realizó propaganda política con el asesinato de
extranjeros.
Desde la época de Grecia en adelante bautizaron
a los “otros pueblos saqueados” como bárbaros y luego como infieles.
Hoy manifiestan que los gobiernos populares o
nacionalistas de Sudamérica son terroristas o populistas.
Uno de los más sinceros intérpretes del
colonialismo británico fue Herbert Spencer, quien sostuvo con entusiasmo que el
“soterramiento de los débiles por los fuertes obedece a los decretos de una
benevolencia inmensa y previsora”.
La ideología de Spencer y de otros intelectuales
británicos sirvió para destruir Estado de Bienestar en los años ochenta y también
justificó el colonialismo ingles en el siglo XIX en la China, la India, Egipto
o en la Argentina a la cual agredieron militarmente en 1806-8, 1833 y 1845.
Algunos argentinos también consideran que el
causante del enfrentamiento y de la muerte de soldados en combate fue meramente
Galtieri, que envió “chicos a la guerra”.
No es casualidad por eso, que piensan que la
decisión de muchos argentinos de defender con las armas las Malvinas fue un
absurdo o meramente el resultado de un hábil artilugio de medios de
comunicación.
Habría sido un engaño la masiva manifestación de
apoyo a la recuperación de las islas o el acompañamiento de civiles a la
asunción del gobernador Benjamín Menéndez en el archipiélago.
Esta última delegación que viajó a Malvinas se
compuso de sindicalistas (Saúl Ubaldini), de dirigentes del Justicialismo
(Deolindo Bittel), de la UCR (Carlos Contin), de la Izquierda Nacional
(Abelardo Ramos) o del médico René Favaloro.
En nuestra óptica, la movilización de apoyo a la
recuperación expresó un sentimiento de soberanía y de hostilidad al ocupante
extranjero que es legítimo, necesario y propio de todas las Naciones del
planeta.
La defensa del territorio es un valor fundante
de la Nación, sin el cual la población está condenada a desaparecer frente la
ocupación de otra Potencia extranjera o de una empresa multinacional.
Es en este sentido que al referirse a Malvinas
José Hernández destacó que “si la indiferencia del pueblo agravado consolida la
conquista de la fuerza, ¿quién le defenderá mañana contra una nueva tentativa
de despojo, o de usurpación?”.
Sin esta vocación de dominio territorial y de
voluntad de defensa, no existirían los países iberoamericanos independientes y
tampoco varios otros del planeta que serían anexados por Inglaterra, Alemania,
Francia o los Estados Unidos.
El negativo registro histórico argentino acerca
de la guerra de Malvinas, no es habitual en otros países de la región.
Por ejemplo, la opinión pública de los
bolivianos tras la derrota y las decenas de miles de muertos de la Guerra del
Pacifico (1979-83) y del Chaco (1932-35), no los llevó a negar u ocultar la
voluntad de lucha y de patriotismo de sus soldados.
Los ciudadanos que fueron a combatir contra
Chile o Paraguay son considerados héroes y no meramente “chicos víctimas de
malos militares”.
La conducción política y castrense de ambas conflagraciones
–de manera similar a lo ocurrido en 1982-, fue considerada deficiente por su
pueblo y sus titulares fueron acusados de ser los responsables de la derrota.
Atendiendo esa cuestión, los bolivianos
repudiaron a los jefes castrenses y no acusaron a los soldados y civiles de ser
“inconscientes” o “estúpidos que se dejan llevar por tiranos”.
El pueblo reivindica la vocación de defensa
nacional, incluso al punto de poner en juego la vida para mantener la
integridad territorial.
Luego de la derrota de la Guerra del Chaco, los
grupos nacionalistas del ejército comandados por Germán Busch y David Toro
impulsaron una revolución que expropió las empresas petroleras que estaban
empujando a la guerra e implementaron reformas sociales a favor de sus habitantes.
Thatcher se alió al imperio norteamericano,
consolidó el apoyo de la ONU y en la Comunidad Europea y sobornó al dictador
Pinochet para sumar al país trasandino en un acto de piratería a 12.000
kilómetros de Londres.
Los sectores medios de la Argentina
prácticamente no cuestionan la decisión de Thatcher del año 1982, caracterizada
por impedir cualquier mediación que evite el enfrentamiento.
La recuperación argentina de las islas se hizo
sin matar ingleses (los argentinos si tuvieron bajas) con la decisión
consciente y pública de obligar a negociar al colonialista.
Thatcher por el contrario, evitó las mediaciones
y utilizó a Malvinas y a los muertos de su país y del nuestro como un acto de
publicidad política interna.
A partir de acá, es que mandó a asesinar
argentinos y cometió el Crimen de Guerra del hundimiento del Crucero General
Belgrano fuera del teatro de operaciones (323 caídos sobre 649 del total).
De manera similar a las agresiones de los años
1808 o 1845, los ingleses actuaron con el lema que el mejor argentino es el
“argentino muerto”.
En no pocos casos, la guerra desató en los
sectores medios locales un sentimiento contradictorio.
Argentina agredía al país que admiraban y al
cual querían emular siguiendo los mandatos de Alberdi, Sarmiento, Mitre o Julio
argentino Roca.
Todavía se escucha en las mesas de los domingos,
el mito de que si “triunfaban las invasiones inglesas de 1808 ahora seríamos
una potencia como los norteamericanos”.
Alberdi manifestó que “civilizar es poblar” y
Sarmiento convocó al exterminio militar de las razas que consideró débiles para
remplazarlas por las anglosajonas.
Una solución de salida honrosa al “humillante
desacato nacional” contra el país que supusieron la “madre patria” y el ejemplo
de “civilización”, consistió en subestimar y deslegitimar la tarea de los
civiles y soldados argentinos.
Los caídos bajo las balas inglesas dejaron de
ser víctimas del Imperio Británico, para convertirse en los idiotas útiles de
Galtieri o en los bobos “chicos de la guerra”.
Pese a los problemas estratégicos de
planificación y de desenvolvimiento de la conflagración que quedaron
referenciados en el Informe Rattenbach, la actitud de la mayoría de nuestras
tropas fue de heroísmo y de coraje.
Martín Balza que participó de las acciones
bélicas en las islas, las caracterizó como parte de una “gesta e
incompetencia”.
Luego del triunfo militar, los ingleses armaron
un guión cultural de posguerra que buscó negar la lucha argentina y que
presentó a nuestras tropas como “chicos” y no como soldados.
A partir de acá, es frecuente escuchar que los
ingleses fueron solidarios y alimentaban a nuestros “pibes” a diferencia de los
argentinos crueles, dictadores y egoístas.
El ocupante colonialista que cometió crímenes de
guerra, se presenta como una víctima que venía a liberar a los “chicos de su
infame dictadura”.
Poco se dice del reclutamiento voluntario de
civiles en la Argentina e Iberoamérica, de la férrea resistencia militar al
invasor durante semanas y de la heroicidad de muchos actos de guerra.
Los argentinos se comportaron como soldados y la
acción militar del país se vio reflejada en los considerables daños materiales
y bajas humanas del enemigo.
La lucha contra la OTAN de 1982 fue dispar en
recursos y pese a eso sin el apoyo norteamericano, chileno y europeo el triunfo
británico no estaba garantizado fácilmente.
Como sostuvo José de San Martín, “los
interventores habrán visto por este “hechantillón” que los argentinos no son
empanadas que se comen sin más trabajo que el de abrir la boca”.
Nadie quiere negar el dolor o el sufrimiento de
muchos ex combatientes que denunciaron maltratos y serios problemas logísticos.
Sin desconocer estos aspectos, sería justo
también relatar en la prensa, en el teatro o en el cine los actos heroicos,
ejemplares y los valores de las tropas argentinas que dieron la vida por el
país.
Si la historia de la Independencia y de la
formación del Estado Nacional se contara describiendo meramente el dolor y los
errores propios del combate, no habría símbolos patrios, ni himnos, ni
monumentos, ni recordatorios a batallas, sino meramente relatos de
padecimientos civiles y de soldados que sufren y que mueren.
De aplicarse esta perspectiva, tampoco
existirían el cine Hollywood que propagandiza las acciones militares
norteamericanas y desaparecerían los relatos fundadores de todos los Estados
del planeta.
Juzguemos con la misma vara
En otras circunstancias históricas la clase
media argentina no aplicó la misma severidad para juzgar los hechos políticos –
militares y los abusos de poder.
En los años sesenta el Ejército Guerrillero del
Pueblo (EGP), fusiló a miembros de su propia organización -cuestión repudiable
en nuestro punto de vista-.
Pese a ello, a partir de acá no se puede decir
que toda las agrupaciones de izquierda guevarista fueron criminales y que
solamente se dedicaron a matar a sus correligionarios.
La teoría de los “chicos de la guerra” hace
hincapié en la ineptitud de la conducción militar y en la absurdidad de la
ocupación frente a la evidente diferencia tecnológica de los adversarios.
Extrañamente, no son pocos los que niegan la guerra
de Malvinas por la incapacidad de los jefes y en paralelo elogian el coraje,
los valores o ideales de Santucho (ERP) o del Che Guevara cuyas direcciones
políticas guerrilleras fracasaron rotundamente y culminaron con la muerte de
miles de jóvenes.
¿La ideología marxista justifica el
fallecimiento de activistas y la defensa del territorio es un absurdo?.
Los mismos que dicen que es inadmisible que un
argentino fuera a Malvinas, participan de partidos políticos que reivindican
los escuadrones de voluntarios de la Guerra Civil Española o los de la Segunda
Guerra Mundial.
¿Los anarquistas, socialistas, comunistas o
radicales creen “racional” morir en la defensa territorial de Europa y cuando
se refieren a Malvinas lo consideran ilógico?.
Con la finalidad de movilizar a los jóvenes a
participar en guerras en otros continentes, estas agrupaciones políticas
realizaron movilizaciones, publicaciones y colectas de recursos.
Malvinas desató un sentimiento pacifista que si
bien puede ser legítimo, no suele ser aplicado a la hora de analizar otras
circunstancias de la historia nacional.
Algunos sectores afirman que el deseo de
combatir a Inglaterra fue alocado, mientras consideran honroso y reivindicable
la acción de la guerrilla contra el Ejército Argentino durante los años setenta
o la intervención de éste último en la represión interior.
Derecha e izquierda coinciden en legitimar la
muerte de jóvenes en conflictos internos y se escandalizan por combatir al
Imperio Británico.
No son pocas las personas que creen negativa la
guerra por el hecho de que hubo 649 caídos, cuando en paralelo reconocen como
libertadores a Bartolomé Mitre que metió al país en la Guerra del Paraguay o a
Justo José de Urquiza que fusiló cientos de adversarios luego de la Batalla de
Caseros.
Estos mismos pacifistas admiran a Domingo
Faustino Sarmiento, quien comandó personalmente el exterminio de decenas
adversarios políticos en las guerras civiles.
Los sucesos en el país y el Paraguay causaron
decenas de miles de compatriotas argentinos muertos, en su mayoría civiles y
milicias que fueron perseguidos, torturados y asesinados.
Grupos de activistas socialistas y radicales
siguen reivindicando el golpe castrense del año 1955 y el apoyo personal de
Miguel Ángel Zabala Ortiz al bombardeo y el ametrallamiento de civiles que dejó
más víctimas indefensas en la calle que los ataques ingleses en suelo
malvinense.
Perspectivas actuales
La dependencia cultural del siglo XIX fue la
garantía para que los británicos manejen por décadas los ferrocarriles, puertos
o bancos.
Los ingleses triunfaron militarmente en el año
1982 y se propusieron borrar el sentimiento nacionalista local.
Por mandato neocolonial, Argentina tiene que
abandonar su voluntad de defensa del territorio que caracteriza a todos los
nacionalismos en el mundo.
La decadencia de la conciencia nacional permitió
que Carlos Menem firme los tratados de Madrid (1990), otorgando deshonrosas
concesiones económicas al colonialista.
Para reparar en parte este daño se sancionó en el
año 2011 la ley 26.659 “condiciones para la exploración y explotación de
hidrocarburos en la Plataforma Continental Argentina”.
Recientemente, Mauricio Macri se reunió con sus
pares británicos David Cameron y Theresa May para promover “negocios” de pesca
o de hidrocarburos.
Por el contrario, CAMBIEMOS no entabló diálogos
con el Partido Laborista de Irlanda que acompaña nuestra causa soberana en el
Reino Unido.
Poco tiempo después del encuentro de
mandatarios, el Reino Unido realizó ejercicios militares en las islas.
En el Ministerio de Energía Macri designó a un
representante de la empresa anglo – holandesa Shell, favoreciendo que hagan
grandes ganancias los representantes directos de la Nación colonialista que
asesinó nuestros soldados y que deshonra a la patria con la ocupación ilegal de
las islas.
Los ex combatientes no recibieron el mismo trato
que los ingleses y el Presidente derogó parcialmente el Régimen Previsional
Especial de los ex soldados de Malvinas, con el objetivo de evitar que se les
pague al menos “dos jubilaciones mínimas”.
¿La aristocracia del dinero de CAMBIEMOS
entiende que los negocios empresarios están por delante de la soberanía y del
reconocimiento a los soldados que combatieron en defensa de la patria?.
Reivindicamos el hecho de que la Argentina es
una tierra de paz y que somos un país pacífico.
Los kelpers son ocupantes ilegales
representantes de una potencia colonial y no un pueblo con derechos a la
autodeterminación.
La recuperación de Malvinas es una causa
nacional y latinoamericana. Éste último aspecto quedó manifestado en los apoyos
otorgados por el MERCOSUR, la UNASUR, el ALBA y la CELAC.
La Argentina obtuvo importantes acompañamientos
internacionales como los manifestados en las cumbres de los Países No
Alineados, por China (Hu Jintao en 2010 y Xi Jinping en 2014) o los conseguidos
en la OEA (2010).
Recordemos y honremos a nuestros soldados que
elevaron la bandera de la soberanía frente a un Imperio que sigue plagando el
mundo de guerras y de inequidades.
Fuente: Sociologia del Tercer Mundo