Entrevista Edgardo Lander 20/09/2016
En la casa de Edgardo Lander hay trazos de su
estadía en México y varios países de África. Su cara es conocida en los
movimientos sociales de América Latina y otros continentes. Su pensamiento es
de izquierda, acendrado en la academia y en un estudio continuo. Recientemente,
escribió un “paper” para la Fundación Rosa Luxemburgo que retrata, con
severidad de investigador, el momento actual que vive Venezuela.
Esta entrevista de Hugo Prieto propone abordar
ése y otros temas. Uno de ellos es el referéndum revocatorio. Pero antes, y
esto es absolutamente necesario, Edgardo Lander habla sobre la profunda crisis
de la sociedad venezolana, sobre la cual está montada la crisis política
coyuntural que tiene en vilo al país.
Los problemas son dilemáticos y de un calado
estremecedor. El conflicto llegó para quedarse y el gran desafío que tiene la
sociedad venezolana pasa por resolverlo mediante las vías que ofrece la
democracia. El costo para la izquierda y para el movimiento popular venezolano,
simplemente, es terrible.
Podríamos empezar por una pregunta obvia. ¿Cuál
es la evaluación política que hace de este momento?
Bueno, una obviedad decir que estamos en una
profunda crisis en este momento. Yo creo que es importante, no sólo para pensar
la situación actual, las del año que viene, las posibles salidas, si hay
transición o no, esas cosas, que sería útil reconocer que la crisis política
está montada sobre una crisis mucho más profunda, que es la crisis de un patrón
de acumulación, de un patrón de organización del conjunto de la sociedad, cuyo
soporte es la renta petrolera. No se puede abordar el debate y las posibles
salidas a la crisis política, si hay o no referendo, si se logra o no en 2016,
digamos, las opciones que hay en el debate político, si uno simultáneamente no
está pensando hacia dónde va esta sociedad. ¿Qué significado tendría que
hubiese un cambio de gobierno si las condiciones básicas de la organización de
la sociedad no están siendo cuestionadas y la lógica va a seguir siendo la
misma? ¿Se va a tener la pretensión de que como ya no es posible sostener la
economía sobre la base de la renta petrolera, entonces, vamos a optar por la
renta minera? ¿Vamos a traer grandes inversiones en el Arco Minero y vamos a
seguir, como sociedad, en esa misma lógica de un asalto permanente de la
naturaleza, de la devastación del ecosistema y todo eso para que el Estado
tenga suficientes recursos para poder mantener su legitimidad sobre la base de
políticas clientelares? Mientras estas cosas no se cuestionen, creo que hablar
de la crisis política es atenerse a la ceguera, a la falta de dirección de
hacia dónde debería ir esta sociedad.
Sí, la obviedad no es tal. Podríamos
preguntarnos: ¿qué es lo que viene aquí? ¿Una restauración? ¿Eso es todo? ¿A
eso se reduce la elipsis del chavismo? A estas alturas, no quisiera ser
peyorativo con lo que había antes en Venezuela, porque creo que en el tema del
debate, de la democracia e incluso de la organización social, era superior a lo
que hay actualmente. Pero si tengo que decir que lo que había no era
suficiente. ¿Cuál es su visión?
Para pensar en lo que había, hay que ubicarse en
los tiempos, del 58 en adelante. Una cosa fueron los primeros 20 años, donde
hubo, efectivamente, políticas públicas, que permitieron el acceso de la gente
a la educación, a la salud, hubo una movilidad social importante. Hubo cambios
en la sociedad. Pero a partir de mediados de la década del 70, empezó un
proceso de declive muy marcado. Durante el segundo mandato de Pérez hubo una
aplicación tardía del ajuste neoliberal —con respecto a América Latina— que
llevó a un deterioro de las condiciones de vida de la población, a un
incremento de la pobreza medido estadísticamente y se fue produciendo un
divorcio creciente entre los partidos de origen popular (Acción Democrática,
principalmente), que tenía estructuras organizativas, una casa en cada pueblo,
a procesos en los cuales los partidos se fueron convirtiendo en maquinarias
electorales, corruptas también, de manera que había una ruptura entre el mundo
popular venezolano, que ya estaba desencantado y la actividad política. El
Caracazo es la expresión de que efectivamente había un inmenso malestar ahí.
Pero sin dirección, sin salida. No creo que sea deseable regresar a esa cosa.
Pero por otra parte está el imaginario de que somos ricos y el Estado proveerá.
Es algo que está profundamente instalado en esta sociedad, entre otras cosas,
porque son 100 años de explotación petrolera.
¿No cree que sería absolutamente novedoso, no sé
si revolucionario, que el libro de Fernando Coronil El Estado Mágico se reedite
masivamente en Venezuela? Lo pregunto porque allí están todas las claves de la
relación que hay entre el rentismo petrolero y el sistema político venezolano.
Ese fenómeno está allí expuesto como una fractura abierta de la sociedad
venezolana, que deja ver el hueso. Y, sin embargo, no pasa nada.
Inclusive la naturalidad con que se incorpora al
discurso político una cosa que todo el mundo dice “tenemos que salir del
rentismo”. Es una especie de cliché obligatorio, pero que no tiene
consecuencias. De ahí no se deriva nada, ninguna propuesta concreta. Y para
ejemplo, un botón: en el programa de gobierno, tanto de la oposición como del
chavismo (elecciones de 2012 y en las que se realizaron en 2013, debido a la
muerte de Chávez), no había nada, nada, nada, en común, excepto una sola cosa.
Ofrecían llevar la producción de petróleo de 3 millones de barriles a 6
millones de barriles para el año 2019, en esa lógica de que somos un país rico
y que el Estado va a tener mucho dinero. La verdad es que eso no está
cuestionado. Hay razones sólidas para advertir que en este momento no estamos
ante una caída coyuntural del precio del petróleo, sino que estamos en un punto
cualitativamente diferente con relación al tema del petróleo. Y esto por dos
razones. En primer lugar, si hace algunos años se hablaba del “Peak oil” (Una
influyente teoría acerca del agotamiento a largo plazo del petróleo, en la que
resalta el hecho de que el factor limitador de la extracción de petróleo es la
energía requerida y no su costo económico), pues resulta que eso ya no es
cierto. Las transformaciones tecnológicas permiten explotar hidrocarburos en el
fondo del Ártico; en el presal, en Brasil; en las arenas bituminosas, en
Canadá, el fraking, no sólo en Estados Unidos, sino en otros países, hace que
hoy exista una sobreabundancia de hidrocarburos y eso no va a cambiar. Hay un
segundo factor estructural muy importante. Los peligros que encierra el cambio
climático hacen que sea absolutamente indispensable, por un problema de
sobrevivencia de la humanidad en el planeta, que la mayor parte de los hidrocarburos
ya detectados, explorados y cuantificados permanezcan bajo tierra. Eso nos
coloca en otra situación. Por más petróleo que haya en Venezuela, la mayor
parte de ese petróleo no va a poder ser extraída.
Cambió la realidad, cambió el mundo, hay una
nueva matriz energética en los países ricos, pero nosotros no hemos cambiado
absolutamente nada. Entonces, ¿nosotros nos vamos a quedar como el petróleo,
bajo la tierra?
Estamos en un momento de crisis de patrón
civilizatorio completo. No es sólo el patrón energético. La sobreutilización de
la capacidad de carga del planeta, en su conjunto, en términos de agua,
bosques, pesca, de todo, ya está sobrepasando la capacidad de reposición que
tiene el planeta Tierra. Entonces, la posibilidad de construcción de una
sociedad más igualitaria, más equitativa e, inclusive, la capacidad de
sobrevivencia, pasa por un reconocimiento de esa realidad y un
redireccionamiento de qué es lo que aspiramos como vida digna. Tiene que ser en
otras condiciones. Pretender que los patrones de consumo de los países del
norte tienen que ser los patrones imitables del sur, que es la lógica con la
cual se está trabajando todo el tiempo, digamos aspirar a vivir como en Estados
Unidos o Europa o el aceleradísimo proceso de expansión del consumo chino, es
una cosa que no lleva sino a la destrucción. Reconocer eso es extremadamente
complejo, porque forma parte de la lógica del capitalismo, de la lógica de
crecimiento sin fin, de la lógica de 500 años de modernidad y de la lógica de
sistemas políticos, cuya legitimidad está basada sobre el crecimiento continuo
del PIB y de la capacidad clientelar del Estado. Son demasiadas fuerzas de
inercia que apuntan en esa dirección. Pero esa dirección apunta al suicidio
colectivo. Si eso no se incorpora a lo que tenemos que pensar en América Latina
y en Venezuela, estamos, simplemente, ignorando la realidad.
Pero volvamos al tema de la democracia y la
elipsis del chavismo. Ciertamente, hubo un retroceso que se inicia a mediados
de los años 70, eso es cuantificable, medible, y políticamente contrastable,
porque eso fue lo que nos llevó a Chávez, ¿no? Pero vamos a lo siguiente: en
los inicios de la democracia, la mayor preocupación, el objetivo principal, era
la estabilidad y Chávez puso en escena el tema de la participación, el tema de
la soberanía popular. Pero lo que estamos añorando ahora es un poco de
estabilidad. No sé si Edgardo Lander sueña, de día o de noche, con vivir en un
país cuya estabilidad le permita enfrentarse a una vida cotidiana, menos inquietante,
menos azarosa.
Obviamente, la vida cotidiana de los venezolanos
hoy es extraordinariamente difícil. Vivimos en una sensación de inseguridad
permanente. No sólo de inseguridad física, que es algo que está presente en los
venezolanos día a día, no sabes si cuando alguien sale va regresar a su casa,
esa frase, “por favor, llámeme cuando llegues”, es una cosa que está ahí,
instalada, y eso es terrible, esa cosa de la supresión del espacio público como
un lugar de encuentro, la reducción del horario de la vida, cómo a partir de
una hora, simplemente no sales, eso, obviamente, es un empobrecimiento de la
vida y si a eso se le agrega esta dimensión, absolutamente compleja, que tiene
que ver con la escasez y la inflación, eso hace que la vida cotidiana sea
insoportable. Tener una sensación de “normalidad” es una aspiración que recorre
a la sociedad venezolana.
Sí, estamos encerrados en una crisis más
profunda, que tiene que ver con el petróleo, con la viabilidad económica de
Venezuela, con los grandes dilemas sociales. Pero también estamos sumergidos en
una crisis que tiene que ver con un conflicto de poderes, con el
ReferendoRevocatorio. Hay una lucha descarnada por el poder, pero no hay una
compaginación de procesos, de propuestas. A no ser la curiosa coincidencia
alrededor de los 6 millones de barriles de petróleo. Pero nada de esto se puede
enfrentar sin un mínimo de estabilidad política.
Es muy difícil lograr la estabilidad política en
esta transición de una sociedad supuestamente rica a reconocer los niveles
realmente existentes de producción. (Un dato, cortesía del economista Asdrúbal
Baptista. Sin la renta petrolera, el tamaño de la economía venezolana es
similar a la de Chile, pero nosotros tenemos una población de 30 millones de
habitantes y ellos de 10 millones). Venezuela, de lejos, no produce suficientes
productos para alimentarse, el componente importado es absolutamente elevado
para producir cualquier cosa, eso hace extraordinariamente compleja la
situación. Y si a eso le agregas el imaginario que atravesaba los proyectos de
la IV República pero también la Constitución Bolivariana, que no es otra cosa
que el Estado del bienestar europeo, que ya ni siquiera es así en Europa, es
decir, una sociedad donde todo el mundo tenía acceso a la educación, a la
salud, a la seguridad social y a niveles de consumo elevados, en Venezuela, ese
imaginario, se alimentó con el petróleo. Darse cuenta de que no estamos en una
crisis económica coyuntural, porque coyunturalmente bajaron los precios del
petróleo, sino porque la sociedad está montada sobre una ficción, de que el
precio del barril iba a subir indefinidamente, por encima de 100 dólares, y que
esa era la característica estructural de la sociedad venezolana o advertir que
las importaciones no petroleras pasaron de 80.000 millones de dólares a 15.000
millones de dólares, significa que la sociedad está cambiando, está cambiando
profundamente. Eso genera, inevitablemente, condiciones de inestabilidad, que
no tiene posibilidad, ni institucional ni política de resolverse, porque si se
convocase a elecciones y llega un gobierno de la MUD, las condiciones
estructurales de la sociedad son las mismas.
El conflicto llegó para quedarse. En Venezuela
hay una serie de ajustes pendientes. Hay sectores, vinculados a los servicios
que presta el Estado —electricidad, telefonía, transporte—, cuyo costo nada
tiene que ver ni con la producción real de esta economía, ni con la paridad
cambiaria del llamado dólar Dicom, hacia donde se han movido muchas de las
importaciones.
¡Ah! Esos ajustes, inevitablemente, tienen que
pasar. El problema es cómo pasan. Si pasan negociados democráticamente, si
pasan de alguna forma equitativos, en que haya la posibilidad de que a cada
quien le toque su parte, en una forma de capacidad política, de procesamiento
democrático. ¿O va a hacer una política a rajatablas? Porque si es el caso,
obviamente esa política no conduce a la estabilidad, sino a una protesta
permanente.
Hay sociedades que han resuelto esos conflictos,
unas mejor que otras, claro. El problema es que si no pudimos aprovechar 100
años de explotación petrolera, pues uno se queda pensando.
Ese es el reto que tenemos como sociedad. Pero
es un reto que pasa, repito lo que dije al principio, por reconocer la
situación en la cual estamos. Yo creo que eso, todavía, no forma parte del
debate. Porque estas situaciones de inestabilidad no conducen necesariamente a
procesos de violencia, pero sí a reacomodos que son muy difíciles, porque los
venezolanos tenemos grandes expectativas de cuáles son nuestros derechos y a
que cosas aspiramos que sean redimensionadas. Porque esas aspiraciones, ese
imaginario que tenemos no es sostenible.
¿Esto tiene que ver fundamentalmente, digamos,
con el rentismo petrolero?
Tiene que ver con eso. Pero la salida que
pretende darle el gobierno a esto es, como se está agotando la posibilidad de
seguir con esta lógica del rentismo petrolero, vamos a pasar entonces a un gran
megaproyecto que es el Arco Minero, vamos a traer masivas inyecciones de
capital, y eso entonces nos va a permitir vivir… del rentismo minero, sin
cuestionar la lógica del Estado proveedor, la lógica de la legitimidad montada
sobre la capacidad del Estado de responder a las expectativas de la población,
sin reconocer la situación en la cual estamos. Creo que estamos en una
coyuntura extremadamente crítica, en el sentido de que si no entendemos, como
sociedad, qué nos pasó con el petróleo, qué le pasó al Lago de Maracaibo con el
petróleo, estamos dejando que se tomen decisiones en nuestro nombre que van a
afectar cómo va a ser Venezuela en el próximo siglo.
No sé si el Referendo Revocatorio se está
planteando como una vía para solucionar los problemas de la sociedad
venezolana, que son además dilemáticos, de una enorme complejidad. Pero la
sensación es que el proyecto chavista fracasó en la gestión gubernamental y
uno, como elector, teóricamente, tiene la posibilidad de darle la oportunidad a
otras fuerzas políticas a las cuales no se les puede endosar la responsabilidad
de lo que aquí ha ocurrido en los últimos 18 años. ¿Cómo ve el Referendo
Revocatorio en esa perspectiva?
Yo entiendo perfectamente que en la sociedad
venezolana hay hoy un rechazo extraordinariamente elevado a la gestión de
gobierno, las encuestas más recientes apuntan al 80%. Y es obvio que hay, en
una proporción importante de la sociedad, un sentido de que esto fracasó. ¿Cómo
se interpreta esto? Hay interpretaciones de que el fracaso es del gobierno de
Maduro, salvando la herencia de Chávez. Digamos, hay diferentes formas de
verlo, pero hoy no queda la menor duda de que el gobierno actual está siendo
rechazado por la mayoría de la población. Es un gobierno que es ineficiente, es
un gobierno que es corrupto, que, además, es crecientemente autoritario.
Entonces, la aspiración de la gente es salir de esto. Y no necesariamente
porque desde una opción le estén hablando de los problemas reales.
Sencillamente, la gente está harta. Hay una noción, casi mágica, “vamos a salir
de esto y después veremos”. Pero obviamente, la sociedad llegó al límite en que
la continuidad de este gobierno es intolerable.
El problema es si se va a apelar a los
mecanismos establecidos constitucionalmente. O si eso, sencillamente, está
cancelado.
Lo que está contemplado en la Constitución es
que si un sector importante de la población considera que hay razones para
someter a evaluación al Presidente, se hace todo el procedimiento para el
Referendo Revocatorio, el 20% de las firmas, etc, etc, y la sociedad tienen la
posibilidad de evaluar la gestión. El hecho de que se haga el Referendo
Revocatorio no quiere decir que se revoca el mandato. Se hace una evaluación y
cuando se hace una consulta puede ser a favor o en contra. Eso no está
predeterminado. En el juego democrático, la gente tiene derecho a decidir.
Obviamente, este gobierno ha tomado la decisión de bloquear el Referendo
Revocatorio.
¿Por qué sabe que lo va a perder?
El Referendo Revocatorio no es una cosa fácil.
Primero hay que pasar por recoger casi cuatro millones de firmas (el 20% del
padrón electoral) y en el momento en que se haga, como tal, no es sólo ganar,
sino que tiene que tiene que sacar más de 7,5 millones de votos. Ese es un reto
que no es fácil. Ahora, si el gobierno está tan sistemáticamente oponiéndose y
bloqueando la posibilidad es porque tiene las encuestas en mano y sabe que si
se lleva a cabo el Referendo Revocatorio, lo va a perder, porque otra reacción
hubiese sido la reacción de Chávez en el referendo anterior. Vamos pa’lante con
el referendo y empezar a reaccionar políticamente. Porque una de las cosas que
yo creo que caracteriza al gobierno actual, crecientemente, es que ha
sustituido la acción política por la acción de poder estatal. Es decir, en
lugar de tener capacidad de organización de políticas públicas, de
legitimación, de actuar y de confrontarse en el terreno propiamente político,
lo que hace es ejercer el poder autoritario del Estado. Y eso es lo que está
haciendo.
¿Está hablando claramente de la represión?
Sí, sí. Estoy hablando de represión y eso es no
hacer política. Eso es sustituir la política por “yo tengo el poder y por tanto
yo decido”.
Se murió el que ganaba elecciones, se murió el
que hacía política. ¿Qué hacemos? ¿Qué hace el chavismo? ¿Qué nos queda?
Algunas de las cosas que ha declarado el
gobierno como respuesta a la exigencia del Referendo Revocatorio son realmente
de unos niveles delirantes. Por ejemplo, Elías Jaua afirmó que “el revocatorio
es para revocar a gobiernos oligárquicos, no gobiernos populares”. Entonces, el
gobierno decide qué es un gobierno popular y qué es un gobierno oligárquico y,
como este es un gobierno popular, no hay Referendo. Son argumentos
absolutamente halados por los cabellos. Un desconocimiento absoluto de la
noción básica de que se supone que el pueblo es soberano y que tiene derecho a
decidir. Es simplemente, tirarle una patada a la mesa y decir: “Bueno, nosotros
nos quedamos aquí a como dé lugar”.
Eso suele pasar cuando se apela a un
silogismo.
(Ríe). Efectivamente. Lo que contempla la Constitución es que la
gente tiene ese derecho y el gobierno anda, sistemáticamente, bloqueando ese
derecho. Algo similar está ocurriendo con las elecciones de gobernadores, que
no es una cosa que se hace o no se hace, según le parezca o no al CNE. Los
plazos de gestión de los gobernadores están establecidos taxativamente en la
Constitución. Cuando se termina el período tiene que haber elecciones que
permita la sustitución. El no realizar la elección de gobernadores es
nuevamente entrar en un estado de facto, en una situación en la cual el
funcionamiento fundamental de la estructura democrática del Estado —que no es
otra que la que ejerce la representación electa por la población— está siendo
desconocida.
Habías dicho que de no realizarse el Referendo
Revocatorio era entrar en un estado de facto. Lo planteas, igualmente, si eso
ocurre con las elecciones de gobernadores. ¿El gobierno se va a jugar esa
carta?
De hecho se la está jugando, porque se supone
que las elecciones de gobernadores tendrían que realizarse, a más tardar, en
diciembre. Y no hay la menor señal de que se esté organizando ese proceso.
¿Cuál podría ser la lectura que haga la
comunidad internacional? ¿Venezuela va a seguir siendo un interlocutor válido
en organismos internacionales? ¿Qué va a pasar en ese ámbito?
El gobierno venezolano está inmerso en un
proceso de aislamiento internacional creciente. Al crear mecanismos de
integración como Unasur, la Celac, Petro Caribe, el gobierno venezolano ha
enfrentado una oposición muy fuerte de Estados Unidos. No ha sido una oposición
discursiva solamente. Obviamente, apoyaron el golpe de Estado en abril de 2002.
El decreto de Obama califica a Venezuela como una amenaza severa a la seguridad
estadounidense. En la región ha habido un viraje fuerte a la derecha, en el
caso de Argentina, legítimo, en el caso de Brasil con visos golpistas.
Venezuela, prácticamente, está siendo expulsada del Mercosur. No ha cumplido
con una serie de regulaciones en cuatro años y, de aquí a diciembre,
obviamente, no las va a cumplir. Prácticamente va a quedar fuera de ese mecanismo
de integración. Entonces hay un aislamiento creciente. La investigación del
Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, y la protesta creciente, porque
el gobierno no autoriza la presencia de sus funcionarios para saber lo qué está
pasando. El gobierno, con su improvisación y la prepotencia con la cual está
ejerciendo el poder, está perdiendo el reconocimiento y desconociendo las
implicaciones de lo que está haciendo. Esas implicaciones no son sólo
nacionales, sino también internacionales. Ese aislamiento creciente tiene
costos y, por lo tanto, no es prolongable en el tiempo.
Una incógnita es el papel que podría jugar el
factor militar.
Lo militar siempre tiene un aspecto de caja
negra. Uno no termina de saber lo que pasa en la Fuerza Armada. Pero por las
cosas que llegan, por diferentes vías, creo que está claro que hay un
descontento creciente. Por una parte, el mundo militar está viviendo las mismas
cosas que vive el resto de la población (inseguridad, inflación, escasez), esa
información de coroneles que en su tiempo libre trabajan como taxistas. Los
militares son parte de la vida nacional y enfrentan las mismas dificultades.
Esa idea de que había un sólido respaldo militar al gobierno, ya no corresponde
a la realidad. Hasta qué punto eso se expresa en divisiones orgánicas claras,
de quienes están a favor o en contra, en términos de una posible ruptura del
hilo constitucional o de un golpe es una cosa más difícil de saber, entre otras
cosas, porque el funcionamiento político al interior de las Fuerzas Armadas,
siempre es conspirativo. Hasta que no ocurra un hecho, no se sabe quiénes están
involucrados y quienes no lo están. Pero si es bastante claro, creo yo, que no
pueda darse la noción de un autogolpe, por parte de Maduro, con apoyo militar. Esa
me parece una hipótesis descartable, porque si Maduro se lo propusiese, eso
llevaría, por lo menos, a una división profunda de las Fuerzas Armadas.
¿Cómo afectaría la negación del Referendo
Revocatorio a las fuerzas de izquierda en Venezuela?
Desde el punto del movimiento popular que aspira
a una sociedad más justa, más igualitaria, más democrática, de quienes creen en
la necesidad y posibilidad de otro mundo, la prolongación de este gobierno, es
la prolongación de un largo proceso de desgaste. El mundo popular que se
politizó, que se organizó en estos años no tiene por que cargar con el peso de
un gobierno no sólo ineficiente, sino extraordinariamente corrupto. Prolongar
la presidencia de Maduro es contribuir a liquidar las ilusiones de otro mundo posible,
es contribuir a instalar en el pueblo venezolano la idea de que nada puede
cambiar. De que, como ha afirmado, por tanto tiempo el neoliberalismo, lo
público necesariamente es ineficiente y corrupto. El gobierno de Maduro
pareciera haber dejado atrás toda pretensión de democracia y estar más
interesado en preservas sus posiciones de poder y sus privilegios económicos,
sin importarle el costo que ello tenga para el movimiento popular venezolano.
Para terminar, como inicié, con una obviedad.
¿Qué cree usted que va a pasar si no hay Referendo Revocatorio?
Creo que pasamos a una situación de
profundización de la crisis. Pasamos, efectivamente, a que el gobierno actúa
como un gobierno de facto, entre otras cosas, porque está dejando de lado un
derecho fundamental de la Constitución, que es el derecho de la gente a
decidir, en las condiciones contempladas en la propia Constitución. El
aislamiento internacional sería creciente. Creo que los sectores de la derecha
más radical, que han estado más o menos contenidos por los sectores más o menos
socialdemócratas de la MUD, dejarían de operar porque ya no habría argumentos.
La posibilidad de pasar a situaciones de violencia de diversa índole, creo que
se acelerarían. Y esto llevaría a una situación tremendamente peligrosa, porque
esta sociedad, entre otras cosas, tiene una cantidad de armas, extendida entre
la población, extremadamente vasta. Yo no veo en el horizonte una guerra civil,
pero el hecho de que eso sea una posibilidad de la cual se habla, me parece una
cosa absolutamente aterradora.
Edgardo Lander
sociólogo venezolano, profesor titular de la
Universidad Central de Venezuela e investigador asociado del Transnational
Institute.
Fuente:
http://prodavinci.com/2016/09/18/actualidad/edgardo-lander-sencillamente-la-gente-esta-harta-por-hugo-prieto/