Al final pude terminar de ver entera la
declaración de Cristina. No la había llegado a completar cuando en uno de los
intervalos, escuché a un periodista preguntar por qué quería Cristina que se
transmitiera en vivo si en realidad habló en un tono dirigido a los propios, no
a esos potenciales "no propios" que eventualmente hubieran estado
escuchando. La cosa es que no lo hicieron porque la mano que mece la cuna se
encargó de tabicar esa posibilidad, así que en la vida real nunca sabremos si
Cristina hubiera hablado en el mismo tono, a sabiendas de que los no propios
también estaban del otro lado, o no. Yo me animaría a decir que hubiera dicho
lo mismo y con la misma vena, pero en todo caso es anecdótico. Lo que me quedó
picando fue otra cosa, que se terminó de corporizar cuando completé la escucha.
Estaba todavía temblando de emociones cuando me acordé del comentario sobre el
tono y pensé por qué a Cristina se le pide siempre que pida perdón, cuando no
permiso por su pasión. Es cierto que vivimos en una época donde la pasión está
vista como bicho raro, no se recomienda apasionarse demasiado, y sobre todo, se
recomienda demostrarlo lo menos posible. Apasionate en todo caso, pero que no
se te note. Hay que ser todo el tiempo muy polite. Esa frase tantas veces
escuchada, "el que se calienta pierde". Vale que en algunos casos,
sentido estratégico mediante, aplica, pero se convirtió en una suerte de mantra
infalible: "No te calientes, no vale la pena" es el consejo con el
que anda tanta gente en el bolsillo. ¿Y qué valdrá la pena entonces, no? ¿Andar
por la vida como un híbrido entre una ameba y la reina Isabel? ¿O acostumbrarse
a tragar mierda sin perder nunca los papeles? ¿O estar de vuelta de todo? Yo
creo que durante estos cuatros años, calentarse fue una forma de no enloquecer,
como una suerte de brújula en medio de las tinieblas. Necesitaban un país de
walkers para que el crimen fuera perfecto, y no pudieron. Calentarnos nos salvó
de la mordida.
La cosa es que entre todas y todos los que nos
calentamos con frecuencia, si hay alguien a quien en este país no se le tolera
la pasión, es a Cristina.
Por qué una mujer que estuvo cuatro años
soportando lo que definió mientras declaraba con la palabra más cabal de todas,
un flagelo. Que soportó, literalmente como una lady, innumerables formas de
profanación y violencia contra ella y sus hijxs, contra la memoria de su
compañero, contra sus nietxs, contra su pueblo, contra sus cosas. Por qué coño
tendría que sentarse en esa farsa de juicio a cuidar las formas, por qué
debería moderar el tono, por qué tendría que, a esta altura de su vida y de su
historia política, venderse como ese alguien de sangre tibia que nunca fue. Por
qué no va a mirar con ese caudal de expresividad que tiene, a esos tres jueces
mamarrachos que empezaron a escucharla con gesto impasible y terminaron
desfigurados como Michetti en el senado, para decirles en la cara lo que tantxs
pensamos y no podemos decirles: lo que hacen es horrible. Y otra vez la palabra
exacta dicha con la calentura que se merecen porque eso es lo que son y eso es
lo que hacen: horribles.
El lunes, durante tres horas y media, se le
abrió un paréntesis a esa impunidad de la que gozan, con la que hacen un daño
espantoso sin dar una puta explicación a nadie, sin que nada los conmueva, sin
pasar ni siquiera dos minutos de incomodidad cuando se bajan de un auto, cuando
se toman un café, cuando se juntan en esos antros lujosos a seguir rosqueando
para recagarnos la existencia; esos que se pasean por la vida como si nada, sin
tener que escuchar jamás de boca de nadie lo que tuvieron que escuchar el lunes
de boca de quien más los enerva: lo que hacen es horrible.
En medio de tanta injusticia, en medio de tanta
nausea, en medio de tanto malandra con chapa de juez, de tanto barrabrava
disfrazado de fiscal, en medio de tanta cosa nostra vip lo que Cristina hizo el
lunes fue justicia. Tres horas y media de justicia. Solita con su dignidad
frente a los tiburones. La yegua con su pasión frente a los machirulos alfa de
Comodoro Py: "Preguntas tienen que contestar ustedes".
No sé que hubieran pensado los no propios, lo
único que sé es que yo la hubiera seguido escuchando diez horas más.
(Tócala de nuevo, Cris)