Por Ángel Guerra Cabrera
20 de Noviembre de 2019. La Pupila Insomne
Los medios de difusión dominantes, capitaneados
por Estados Unidos, intentan imponer un relato absolutamente falso sobre el golpe
de Estado en Bolivia. Respecto a este peligro y la urgente necesidad de
contrarrestarlo coincidíamos un grupo de compañeras y compañeros el martes 10
en un inolvidable y productivo encuentro con Evo Morales y Álvaro García
Linera, presidente y vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, al que
también asistió el siempre propositivo Rafael Correa, ex presidente de Ecuador.
Nos acogen la amable hospitalidad del embajador de Venezuela en México,
Francisco Árias Cárdenas y su esposa, así como del embajador de Bolivia José
Crespo.
Debe quedar claro: en Bolivia no hubo nada
parecido a un fraude electoral, mucho menos el “descomunal fraude” de que
hablan sin pruebas medios como El País de Madrid, Clarín de Buenos Aires o CNN
en español, que algunas personas todavía tienen por serios, cuando no son más
que bocinas del ministerio de propaganda del imperio. Ni siquiera el sesgado
informe “preliminar” de la OEA se atreve a afirmar que haya existido fraude en
las elecciones generales del 20 de octubre y solo se refiere a irregularidades
en relación con una muestra de actas cuya selección despierta muchas sospechas
ya señaladas por el análisis que hizo el Centro de Investigaciones Económicas y
Políticas, prestigioso grupo de estudios con sede en Washington. El
análisis(http://cepr.net/), un exhaustivo trabajo estadístico sobre los datos
reales de las elecciones bolivianas “no encuentra evidencia de que hubo
irregularidades o fraude que afecten el resultado oficial que le dio al
presidente Evo Morales una victoria en primera vuelta.”
Lo que sí ha sido fraudulenta y traicionera es
la actuación en las elecciones bolivianas de la OEA y, sobre todo, de su
secretario general Luis Almagro. Primero, la OEA ofrece un informe el 21 de
octubre en el que sin presentar pruebas de irregularidades que lo ameritaran y
tomándose atribuciones de las que carece, recomienda ir a una segunda vuelta
electoral en una grosera intervención en los asuntos internos de Bolivia. Esto
envalentonó al ladrón y genocida candidato opositor Carlos Mesa. Propició que se abriera cause al racismo y
al fascismo anidados en importantes sectores de las clases medias tradicionales
y que ya venían desatándose anteriormente. Mesa llamó a sus partidarios a
protestar contra el “fraude”. De manera extraña, quien acusaba de fraude hizo
que sus huestes quemaran cuatro Tribunales Electorales con papelería incluida.
Raro, pues se supone que nadie más interesado en disponer de las pruebas del
fraude que quien aduce ser víctima de este. Pero no para ahí. Cientos de
indígenas y seguidores del oficialista MAS, entre ellos muchas mujeres, fueron
vejados, apaleados o quemadas sus casas, particularmente en Santa Cruz, por los
grupos de choque fascistas cruceños y más tarde los de Cochabamba y La Paz. Es
escandaloso el caso de la alcaldesa masista a quien le cortaron el cabello,
golpearon, empujaron por la calle, orinaron y virtieron pintura encima.
En medio de esta ferocidad derechista, Evo
Morales, con el fin de relajar tensiones y pacificar el país llamó el 25 de
octubre a la OEA a realizar una auditoría de la elección y se comprometió a
acatar sus resultados. Cuando se dio a
conocer el informe preliminar de la auditoría que recomendaba convocar a nuevas
elecciones, toda una canallada de Almagro, Evo, consciente de que el documento
equivalía a una tea incendiaria, lo aceptó en el mismo ánimo de paz y anuncio
la elección de nuevas autoridades electorales.
Pero ya en ese momento las turbas fascistas
quemaban o amenazaban con quemar las casas de ministros del gobierno, líderes
del MAS, gobernadores y legisladores con las familias adentro o eran amenazados
de muerte sus familiares más cercanos si no renunciaban a sus cargos. En eso
estalló el motín policial, cuya característica principal es que los efectivos
policiales se encerraron en los cuarteles y negaron a controlar el orden
público. Era también justo el momento en que las movilizaciones convocadas por
el MAS parecían capaces de inclinar la correlación de fuerzas del lado del
gobierno. Entonces vino el llamado del comandante de las fuerzas armadas en un
discurso televisado a que el presidente renunciara, lo que hizo girar
nuevamente hacia la derecha el balance de fuerzas. Ello obligó a Evo a
presentar la renuncia(aun hoy no aceptada por la Asamblea Nacional), a esconderse
y a acogerse al asilo en México, en una sucesión de hechos que pusieron en
grave peligro su vida, incluyendo un frustrado intento de emboscada por el
ejército en el aeropuerto de Chimoré, ya a bordo del avión de la Fuerza Aérea
Mexicana que lo conduciría a este país, frustrado por miles de sus
simpatizantes que se interpusieron entre los militares bolivianos y la
aeronave.
Encima de todo esto, aprovechando el vacío de
poder, la derecha animó la autoproclamación de unab perfecta desconocida como presidenta interina, siempre con el
total apoyo de Washington y la activa participación de su antiguo hombre de
confianza en Bolivia, Jorge “Tuto” Quiroga, que ha hecho correr ríos de dinero
para comprar desde jefes militares hasta marchistas. Pero la autoproclamación
viola toda la línea sucesoria establecida por la Constitución. ¿Qué es todo lo
que vengo relatando sino un golpe de Estado clásico? Frente a una tormenta de
balas y mucha sangre la heroica resistencia indígena y popular continúa. El
asimétrico enfrentamiento entre ejército y fuerzas de seguridad, de un lado, y
masas desarmadas del otro, es de alta tensión y, creo, de incierto pronóstico
su desenlace.