En la casa se habían construido dos subsuelos, a
4 y 10 metros de profundidad, a los que se accedía por un montacargas oculto y
una escalera secreta
Fue construida en 1973, en una casa del Barrio
Observatorio de Córdoba, y funcionó en dos subsuelos de paredes insonorizadas.
La dictadura la convirtió en centro de torturas y luego se la “cedió” a un
funcionario judicial. Este año, la Justicia la devolvió a los herederos de sus
legítimos dueños y estos descubrieron que la estructura de la vieja imprenta
está intacta. Ahora será un Centro de la Memoria
Por Eduardo Anguita. Por Daniel Cecchini. 13 de abril de 2019
La vivienda de la calle Achával Rodríguez (hoy
Fructuoso Rivera) 1035/1039 del Barrio Observatorio de Córdoba donde se
ocultaba la imprenta guerrillera
-¡Carajo, acá no hay nada! – gritó, frustrado,
el coronel Carlos Carpani Costa después de recorrer toda la casa.
La rabia del militar a cargo del grupo de tareas
del Ejército estaba justificada. Había desplegado un operativo desmesurado y
entró pateando la puerta de la vivienda de la calle Achával Rodríguez (hoy
Fructuoso Rivera) 1035/1039 del Barrio Observatorio de Córdoba.
Le habían dado un dato preciso: que allí
funcionaba una sofisticada imprenta clandestina del PRT-ERP, de donde salían
semanalmente decenas de miles de ejemplares de El Combatiente y Estrella Roja,
los medios de prensa de esa organización guerrillera. También le habían dicho
que podía encontrar una fuerte resistencia por parte de los habitantes de la
casa.
Pero el coronel no encontró nada ni a nadie. No
hubo guerrilleros, ni resistencia, ni revistas, ni imprenta.
Corría el 12 de julio de 1976, Carpani Costa
recorría una y otra vez todas las habitaciones de la casa sin encontrar nada.
Horas más tarde, después de dejar montada una "ratonera" por si
aparecía alguien, se fue de allí masticando impotencia.
En la casa se habían construido dos subsuelos, a
4 y 10 metros de profundidad, a los que se accedía por un montacargas oculto y
una escalera secreta
Sin embargo, 10 días después, los militares
descubrieron que el dato era preciso. Todo ese tiempo les llevó encontrar una
entrada secreta en la cocina, disimulada detrás de un bajo mesada que llevaba a
los dos niveles de subsuelo donde había funcionado la imprenta clandestina más
grande y sofisticada de la Argentina.
Fue entonces cuando, de regreso en la casa, al
coronel se le escapó una puteada nacida del asombro:
-¡Miren lo que tenían acá estos hijos de puta!
El julio trágico del PRT-ERP
Junio y julio de 1976 fueron dos meses negros
para el PRT-ERP, la organización revolucionaria liderada por Mario Roberto
Santucho.
En pocos días, las fuerzas represivas de la
dictadura prácticamente desmantelaron su aparato de prensa en una serie de
allanamientos conectados entre sí.
El 22 de junio, un grupo de tareas del Ejército
irrumpió en la casa de Ciudadela 353, en Moreno, provincia de Buenos Aires,
donde secuestró a María Cristina Cournu -hermana del músico Víctor Heredia–,
embarazada de cuatro meses, y a su pareja, Claudio Nicolás Grandi. Era una de
las casas claves del aparato de prensa del PRT.
La revista Estrella Roja
El 9 de julio, otro grupo de tareas secuestró la
localidad bonaerense de Caseros a Juan Carlos García Del Val, junto a su hijo
Eduardo, de 15 años. Del Val era uno de los responsables de la estructura de
propaganda encargada de emitir los comunicados del PRT-ERP y de editar El
Combatiente y Estrella Roja.
Un día después, el Ejército tomó por asalto otra
casa en territorio bonaerense del aparato de prensa en Ecuador 160, en San
Andrés, donde asesinó cuando ya se había rendido a Jorge Emilio Arancibia.
Ademas, secuestró a otro integrante del PRT que no pudo ser identificado.
El 19 de julio, a la una y media de la tarde, un
grupo del Ejército al mando del capitán de Inteligencia del Ejército Juan
Carlos Leonetti, entró a balazos al departamento "B" del cuarto piso
del edificio de Venezuela 3149, en Villa Martelli.
El Combatiente, órgano de las organizaciones
guerrilleras
En el departamento había dos hombres, dos
mujeres –una de ellas con seis meses de embarazo – y un niño de dos años.
Después del tiroteo quedaron tres hombres en el piso: el capitán Leonetti y dos
de los habitantes del departamento. Mario Roberto Santucho y Benito Urteaga,
los dos dirigentes más importantes del PRT-ERP. Horas antes había caído otro
integrante del buró político de la organización, Domingo Mena.
En pocas horas, el PRT-ERP había quedado
prácticamente descabezado.
Tes días después de la caída de Santucho, los
militares que ocupaban la casa del Barrio Observatorio de Córdoba seguían
esperando que llegara alguien. Hasta que a uno de ellos se le ocurrió revisar
el bajo mesada de la cocina y encontró la entrada secreta a la imprenta que le
arrancó la puteada de asombro al coronel Carpani Costa.
Una joya de ingeniería clandestina
Pronto, Carpani Costa descubriría que esa no era
la única entrada, sino que había otra más. Y las descubrieron casi por
casualidad.
Uno de los accesos era el que estaba disimulado
en el bajo mesada, cuyo piso era en realidad un montacargas que, accionado por
un dispositivo oculto en una llave de luz, descendía hacia la imprenta. El otro
era una escalera estrecha, oculta por las baldosas de la cocina, que comunicaba
la cocina con los dos subsuelos de paredes insonorizadas.
Un montacargas escondido debajo de la mesada de
la cocina y una escalera oculta, llevaban a los dos subsuelos
Un montacargas escondido debajo de la mesada de
la cocina y una escalera oculta, llevaban a los dos subsuelos
El primer subsuelo, a cuatro metros de
profundidad, servía de depósito para la tinta y el papel utilizados para imprimir
El Combatiente y Estrella Roja. El segundo, a diez metros de profundidad, tenia
cinco metros de ancho por veinte de largo, donde se distribuían un pequeño
baño, una habitación que servía de laboratorio fotográfico, y dos impresoras
Cabrenta, otras dos Rotaprint, una guillotina Krausse y mesas para diseño y
fotocomposición. Un sofisticado sistema permitía la ventilación continua de los
dos subsuelos.
Mario Roberto Santucho
Allí se imprimían mensualmente alrededor de
70.000 ejemplares de El Combatiente y Estrella Roja que se distribuían en
Córdoba y en todo el norte del país.
La imprenta había sido construida en secreto
durante más de un año, entre 1973 y principios de 1974. Llevaba funcionando dos
años y medio sin llamar la atención de nadie.
Crónica de una construcción secreta
La vivienda del Barrio Observatorio había sido
comprada por una familia, en apariencia como cualquier otra, formada por
Victoria Abdonur; su marido, Héctor Eliseo Martínez y sus tres hijos pequeños.
La Gorda, como le decían a Victoria, era ama de
casa, y el Negro, como conocían a Víctor, había sido obrero de Fiat y trabajaba
como herrero y cerrajero en un taller que había montado en el fondo de la casa.
El Negro también hacía changas a domicilio utilizando una camioneta Ford F-100
con caja cerrada: ese vehículo resultó clave para la logística de la
construcción de la imprenta.
Las pintadas que hoy perduran en los sótanos
El diseño estuvo a cargo de un grupo de
militantes de la organización guerrillera uruguaya Tupamaros, con gran
experiencia en ese tipo de construcciones clandestinas, además de ingenieros,
arquitectos y albañiles que integraban el PRT-ERP.
Durante más de un año, los encargados de la obra
llegaban todos los lunes, "tabicados" para que no supieran la
ubicación de la vivienda, a bordo de la caja de la F-100 del Negro, y
trabajaban hasta el sábado siguiente, cuando Héctor volvía a sacarlos de la
misma manera en que habían entrado.
Dormían y comían en la casa. Para cocinar sin
despertar sospechas de que en la vivienda había "habitantes de más",
la Negra hacía las compras en otro barrio, de modo que la cantidad de alimentos
no despertara sospechas.
El resto del día lo pasaba en sus quehaceres y mostraba
naturalidad al barrer y manguerear la vereda, una manera de controlar con
sutileza si había movimientos sospechosos alrededor de la casa. Víctor, por su
parte, estaba en el taller o hacía los trabajos a domicilio.
La obra de ingeniería fue extraordinaria
La primera etapa de la construcción fue la más
delicada: excavaron un inmenso pozo donde se montarían el depósito y la
imprenta. El Negro sacaba la tierra de noche, en la caja de la camioneta, en
bolsas que con otro compañero tiraban al río. Del mismo modo entraban los
materiales requeridos para la construcción. Poco a poco, levantaron paredes y
fijaron techos, realizaron los trabajos de ventilación e insonorización.
Finalmente entraron las máquinas.
Para principios de 1974, después de un año de
trabajos de hormiga, la mayor imprenta clandestina de la guerrilla argentina
estaba en funcionamiento.
Obreros gráficos a tiempo completo
El manejo de la imprenta requirió la
participación de nuevos militantes. Por eso, en los primeros tiempos, el Gringo
Franco, un obrero gráfico de mucha experiencia que participaba del Frente
Antiimperialista y por el Socialismo (FAS), capacitó Miguel Barberis y Matilde
Sánchez, una pareja de militantes del PRT que luego de un tiempo quedó a cargo
de la producción de la imprenta.
El Negro, que vivía en la casa, era quien se
encargaba con su camioneta de entrar papel y tinta para abastecer la imprenta,
así como de sacar volantes, libros y revistas
El Negro, que vivía en la casa, era quien se
encargaba con su camioneta de entrar papel y tinta para abastecer la imprenta,
así como de sacar volantes, libros y revistas
Además de las habituales ediciones de Estrella
Roja y El Combatiente, de allí también salían volantes de propaganda y libros
que editaba el PRT. El Negro, con su camioneta, se encargaba de entrar papel y
tinta para abastecer la imprenta, así como de sacar volantes, libros y
revistas.
Durante más de dos años trabajaron sin
sobresaltos en una Argentina donde las fuerzas de seguridad, armadas y de
inteligencia buscaban literalmente bajo la tierra la propaganda clandestina.
Sin embargo, siempre sabían que el día podía llegar.
Durante dos años trabajaron sin sobresaltos en
la imprenta clandestina. El 10 de julio de 1976 los alertaron: la casa podía
caer
Durante dos años trabajaron sin sobresaltos en
la imprenta clandestina. El 10 de julio de 1976 los alertaron: la casa podía
caer
El 10 de julio de 1976, los habitantes de la
casa recibieron una llamada que, en clave, les advirtió que la imprenta podía
caer. Los cuatro militantes que vivían allí no perdieron un segundo. Sabían que
sus vidas estaban en riesgo y pese a ello se jugaron para sacar la maquinaria
antes de abandonar la vivienda.
Apenas 48 horas después, el coronel Carpani
Costa irrumpió en la casa. Pero ya no había nadie. Victoria Abdonur y el Negro
Héctor Martínez se refugiaron en Buenos Aires con sus hijos. Miguel Barberis y
Matilde Sánchez partieron hacia otro sitio seguro. Sin embargo, un año después,
todos fueron secuestrados en diferentes operativos y 42 años después, los
cuatro siguen desaparecidos.
Centro Clandestino de Detención y casa tomada
La dictadura aprovechó la casa vacía y muy
pronto los dos subsuelos donde había funcionado la imprenta fueron convertidos
en un centro de secuestro y tortura de detenidos-desaparecidos a cargo de la
Brigada Aerotransportada IV, dependiente del Tercer Cuerpo de Ejército, bajo
las órdenes de Luciano Benjamín Menéndez.
La dictadura aprovechó que la casa quedó vacía y
usó la imprenta como centro clandestino de detención y torturas
El Centro Clandestino de Detención funcionó
durante un año y luego la casa quedó deshabitada hasta que, en 1979, el juez
Federal Martín Puga -años más tarde procesado por complicidad con la dictadura
– se la "prestó" a Héctor Varela, un empleado judicial cómplice de su
accionar. Para darle apariencia legal a la cesión, el juez firmó un certificado
que nombraba a la mujer de Varela, Ofelia Cejas, como depositaria judicial.
La historia parecía cerrada, con la casa
apropiada y la historia de la mayor imprenta del PRT-ERP condenada al olvido.
Pero la memoria pudo más: el 8 de noviembre de 2005, Walter -el hijo mayor de
los tres que tuvieron Victoria Abdonur y Héctor Martínez- inició el reclamo
judicial para recuperar la casa que estaba a nombre de sus padres, patrocinado
por los abogados Carlos Orzaocoa y Pedro Salvadeo.
La causa se empantanó cuando los ocupantes
sacaron a relucir una escritura con fecha 1° de abril de 1976, firmada por una
escribana, que supuestamente habían firmado los padres de Walter y por la cual
vendían la vivienda a Juan Ercilia Bianchi de Jaroszwok, una mujer que nunca
residió allí.
En marzo de 2019, casi 43 después de la caída de
la imprenta, los hijos de Victoria Abdonur y Héctor Martínez lograron la
recuperación de la casa
En marzo de 2019, casi 43 después de la caída de
la imprenta, los hijos de Victoria Abdonur y Héctor Martínez lograron la
recuperación de la casa
Los apropiadores de la casa -Héctor Varela y su
mujer- aseguraron en su declaración judicial que cuando se firmó la escritura,
la casa ya se encontraba en su "posesión material", algo imposible
debido a que por entonces allí vivían Abdonur y Martínez, y todavía funcionaba
a pleno la imprenta del PRT-ERP que operaban Barberis y Sánchez.
La falsificación quedó finalmente al descubierto
cuando se supo que la supuesta compradora, Ercilia Bianchi, jamás pudo haber
firmado una escritura en abril de 1976. La cronología no daba: la señora había
muerto en agosto de 1973.
Centro Cultural por la Memoria
En marzo de 2019, casi 43 después de la caída de
la imprenta, los hijos de Victoria Abdonur y Héctor Martínez lograron la
recuperación de la casa.
No sólo recuperaron el lugar donde habían
crecido y que les había sido arrebatado a sus padres y sus compañeros de
militancia por la última dictadura sino que se llevaron una sorpresa que los
dejó atónitos: los dos subsuelos seguían igual que en 1976, incluso con viejas
pintadas en las paredes, como si la imprenta clandestina del PRT-ERP nunca
hubiera dejado de existir.
Ahora, ya recuperada, la casa del Barrio
Observatorio iniciará un nuevo capítulo de su historia al abrir sus puertas al
público como Centro Cultural por la Memoria.
Fuente: Infobae