KPNCTNHA: Cristina en ruso y con K.
"Da la impresión de que el actual estallido
del Partido Obrero, en dos fracciones mortalmente enfrentadas, tiene que ver
con este creciente gorilismo".
Por Juan Carlos Venturini.
A quienes iniciamos nuestra militancia política
juvenil, en la década de los 60, nos ha causado verdadero asombro la evolución,
cada vez mas gorila, de las corrientes trotskistas. Ocurre que, en nuestra
adolescencia, nos tocó participar en los escarceos finales de la “resistencia
peronista”, animados por los ideales libertarios de la Revolución Cubana, y
teniendo a John William Cooke como nuestro mentor.
Fueron los años de la huelga
del Frigorífico Lisandro de la Torre y del secuestro y asesinato de Felipe
Vallese, bajo la brutal represión del Plan Connintes de Frondizi. Nuestros
mayores nos habían trasmitido el recuerdo de la vergonzosa traición de la
izquierda (Partido Socialista, Partido Comunista) integrando los llamados
“comandos civiles” del golpe reaccionario del 55, cuando asaltaron a los
sindicatos peronistas. O el apoyo a la oligárquica Unión Democrática en el 45-
46.
Muchas camadas de nuestra generación se propusieron lavar y superar
aquellas viejas afrentas. Éramos castristas y peronistas, soldados en una
sólida y firme fibra antigorila. Rechazábamos tanto al gorilismo de los
hermanos Ghioldi (Rodolfo, del PC, Américo, del PS, llamado irónicamente
“norteamérico”) como al macartismo de la derecha peronista que nos atacaba como
“infiltrados” e, incluso, como “troscos”, por nuestra adhesión a Fidel y al Che
Guevara.
Los “troskos” de la época, a su turno, hacían gala de su orgullo
antigorila, reivindicaban haber participado en la resistencia al golpe del 55,
y eran firmes luchadores contra la proscripción del peronismo. Eran, en ese
sentido, aliados naturales nuestros.
Las manifestaciones obreras y
estudiantiles se poblaban de consignas y cánticos comunes “Un grito que estremece,
queremos a Vallese”, “Fusiles, machetes, por otro diecisiete”. El 17 de octubre
era una fecha patria común tanto para nosotros, peronistas, como para nuestros
amigos trostkistas. Esa militancia común hizo que algunos de nosotros, como fue
mi caso, pasáramos por las filas trotskistas.
Tanta era la tradición antigorila de los
trotskistas argentinos, que un joven Altamira, liderando una novel organización
– revista, llamada Política Obrera, llamó a votar en 1964 a la Unión Popular,
una corriente peronista legal, orientada por el prestigioso neurocirujano Raúl
Matera. Recordemos que el peronismo “de Perón” seguía proscrito por entonces.
Esta misma posición, votar al peronismo, la adoptó el Partido Comunista,
entiendo que por primera vez, intentando abandonar su anterior tradición
gorila.
Los trotskistas actuales han olvidado y
sepultado esta tradición. En sus apariciones por televisión se sacan chispas
para ver quién es más antiperonista, particularmente enfocando contra Cristina
sus dardos más envenenados. Una de sus acciones más vergonzosas ha sido votar
en común, junto a los macristas, el desafuero del compañero De Vido, que
condujo a su prisión. En realidad, votaron a favor de D´ Alessio, Stornelli,
Bonadío, y de sus maniobras, comandadas por la diplomacia yanki. Fueron y son
cómplices de la más miserable persecución política contra el peronismo y el
kirchnerismo. Se han constituido en la pata izquierdista del “lawfare”, lanzado
contra nosotros y contra los movimientos hermanos de la Patria Grande.
Un
sector del FIT, Izquierda Socialista, ha llegado a apoyar explícitamente las
amañadas acusaciones del juez Moro contra Lula. De todas maneras, esta clara
posición proimperialista de I. S. no ha afectado la unidad del FIT.
La reciente
ampliada unidad trotskista, con la incorporación del MST (Movimiento Socialista
de los Trabajadores) al FIT, ha agravado esta evolución gorila del
conglomerado, si consideramos que el MST fue el sector trotskista que participó
activamente en el movimiento encabezado por la Sociedad Rural contra la
resolución 125, y el gobierno recién asumido de Cristina. Como se ve, el
espíritu “unitario” del trotskismo argentino es muy amplio, caben en su seno
los admiradores de los verdugos de Lula y los vocingleros aliados de la
oligarquía de la Sociedad Rural.
Pero esta “amplitud” desaparece cuando se trata
de Cristina y el kirchnerismo.
Cuando Unidad Ciudadana llamó a la más amplia
unidad opositora, para derrotar electoralmente al macrismo, la izquierda
trotskista del FIT, la rechazó. El llamado fue explícito, se llamó a la unidad
opositora amplia, “sin exclusiones”, incluyendo explícitamente al FIT, como lo
expresaron nítidamente el chivo Rossi, Máximo Kirchner y otros dirigentes.
Hay
que remarcar que TODA la izquierda se sumó al Frente de Todos, los que ya
participaban de la alianza con Cristina, como el Partido Comunista, FORJA,
Partido Piquetero, socialistas y radicales alfonsinistas, como los que estaban
apartados, como el PCR, Proyecto Sur, Unión Popular (de Genaro), sector de Grabois
(Patria Grande), sector de Victoria Donda, etc. El FIT se mantuvo estoicamente
aparte, ratificando que no les interesaba la unidad para derrotar
electoralmente a Macri.
Da la impresión de que el actual estallido del
Partido Obrero, en dos fracciones mortalmente enfrentadas, tiene que ver con
este creciente gorilismo.
De acuerdo a los documentos difundidos, el sector de
Altamira pretendió incorporar la consigna de “Fuera Macri”, como consigna
central de la campaña electoral. Es evidente que la incorporación de esta
consigna conlleva, como mínimo, un mensaje de amistad hacia el kirchnerismo. Si
“Fuera Macri” es una consigna central se acepta, al menos, que Macri es el
enemigo principal y no puede ser equiparado (como “enemigo”) a Cristina. De
aquí a ensayar acuerdos prácticos o circunscriptos con el kirchnerismo hay un
paso. La mayoría de la dirección antialtamirista del PO, interpretó
correctamente que este era un paso larvado de amistad hacia el cristinismo y se
opuso rabiosamente a su adopción. El ala más claramente gorila se impuso en el
congreso. Un párrafo del documento de Altamira da claras pistas de lo que se
discutía: “En esta fantástica concesión a Bonadío y Stornelli, se entiende a
dónde lleva la negativa a luchar por “Fuera Macri”: como ocurriera con buena
parte de la izquierda brasileña, la dirección del PO quiere hurtarle votos a la
base macrista –por eso, denuncia la corrupción K, pero no el régimen de
violación de derechos que entrañan las prisiones preventivas arbitrarias o la
persecución a Ramos Padilla. El PO debería denunciar todas estas
arbitrariedades judiciales, porque, más temprano que tarde, le serán aplicadas
a la izquierda y a los luchadores”. Se trata de una confesión grave. Altamira
está reconociendo que el PO, por responsabilidad de la actual dirección, hace
concesiones a Bonadío y Stornelli y no denuncia la persecusión política al
kirchnerismo (prisiones preventivas de De Vido, Boudou. D´Elía, Milagro Sala,
etc) y al juez Ramos Padilla. Pero ¿no es ésta la conducta histórica de la izquierda
y el progresismo gorila desde siempre? ¿Desde la Unión Democrática para acá? El
PO se tragó golosamente la pastilla de la “corrupción” kirchnerista, inventada
y propalada desde el Departamento de Estado yanki, para medrar con algunos
votitos macristas, como ahora reconoce Altamira.
El derrumbe teórico y político
del trotskismo vernáculo es monumental. Décadas alardeando de purismo
“revolucionario” para terminar siendo furgón de cola del macrismo y del
imperialismo. Lo de Altamira fué un tímido ensayo para intentar corregir la
deriva derechista, que él mismo había propiciado, durante años.
El enorme éxito
de la estrategia de Cristina de construcción del frente opositor
(desmoronamiento de Alternativa Federal, repliegue de Massa, engrosamiento del Frente
de Todos con todas las corrientes luchadoras y de izquierda) repercutieron y
golpearon en las filas trostkistas. Altamira ensayó una tímida corrección del
rumbo pero fue crucificado por sus propios seguidores. Es lo que suele suceder:
la ceguera de los discípulos supera siempre a la de los profetas fundadores. Lo
que en un principio es un grave error teórico político se transforma, en los
seguidores, en fanatismo sectario y reaccionario. Pero ¿cual es el error
teórico básico del Altamira y del trotskismo del FIT?
Olvido y negación de la cuestión nacional
No era fatal que los trostkistas argentinos
cayeran en esta debacle gorila. Otros errores sí son inherentes a las
limitaciones teóricas de esta corriente, como analizaremos en futuras y
sucesivas notas. Pero el gorilismo no era inevitable. La militancia del Partido
Piquetero, que apoya a Cristina, es una pequeña muestra de lo afirmado. El
propio Trotsky tiene abundantes escritos reivindicando a las aspiraciones
nacionales, sobre todo a partir de su exilio mejicano. Trotsky llamó a sus
acólitos a apoyar fervientemente la política nacionalista de Lázaro Cárdenas,
en particular la referida a la nacionalización del petróleo. Son clásicos los
escritos del viejo bolchevique respecto a las reivindicaciones nacionales de
los países atrasados, dominados por el imperialismo, y a las oscilaciones de
las burguesías nacionales que suelen pasar, intermitentemente, de la
subordinación más abyecta al imperialismo, al ensayo de movimientos de
resistencia a su dominación. Como consecuencia, Trotstky aconsejaba a sus
seguidores a desarrollar una política de unidad de acción con los movimientos
nacionalistas patrióticos, cuando resistían al imperialismo. Consideraba
progresivo el nacionalismo burgués de los países atrasados. Por eso hay que
ubicar a la negativa de Miriam Bregman a cantar el himno nacional, y a su
voluntad de desechar a los símbolos patrios, como un exabrupto ridículo y
sectario, solo útil para asentar un terreno de neutralidad (colaboración) con
el imperialismo que motoriza el “lawfare” de Moro y Bonadío – Stornelli -
D´Alesio.
Creo que Altamira se olvidó de los consejos de
Trotsky. La adopción de una orientación entreguista y neoliberal por parte del
menemismo obnubiló su visión y decretó que el peronismo estaba acabado y que
¡por fín! los trabajadores abandonarían al peronismo y se pasarían a sus filas.
Urgido por ese exitismo, no se percató que ese mismo curso entreguista del
menemismo generaría dentro del peronismo su propia antítesis. Cometió el error
garrafal de despreciar las posturas antimenemistas en desarrollo y, en
particular, la destacada miltancia parlamentaria de una figura nueva y
ascendente: Cristina Fernández de Kirchner. La aparición del kirchnerismo
encontró a Altamira con el paso cambiado. No quiso, o no pudo, reconocer que se
había producido un notable viraje político. Por primera vez, en muchas décadas,
surgía dentro del peronismo un liderazgo hegemónico de izquierda. Para los
viejos militantes, surgidos en la década del 60, que nos tuvimos que fumar, por
años, conducciones conciliadoras, cuando no directamente reaccionarias, como
Lopez Rega, Isabelita, Luder, Lastiri, Ivanisevich, Otalagano, etc., la
aparición del kirchnerismo fue motivo de nuevas esperanzas y renovadas
energías. Delante de nuestros ojos se volvían a desplegar las banderas
históricas de la liberación nacional y de la justicia social, reforzadas por el
apoyo incondicional a la lucha incansable de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
El peronismo volvía a sus raíces nacionales y populares. Como esta nueva
realidad contradecía sus esquemas y prejuicios, Altamira directamente la negó o
la tergiversó. Se plegó a las diatribas contra la Cámpora que propalaba la
derecha. Caracterizó a sus jóvenes militantes como acomodados y arribistas que
sólo buscaban un puesto. Sus ataques al kirchnerismo y a Cristina fueron
generosamente recompensados por La Nación, y la prensa reaccionaria, con amplia
difusión. En los hechos se desarrolló un acuerdo no escrito, una colaboración
implícita, entre la izquierda trotskista y la derecha reaccionaria que le
permitió a Altamira cierta difusión. Altamira no creyó que debía desarrollar
una política de unidad de acción con el kirchnerismo contra la ofensiva
reaccionaria. Al contrario, coqueteó con la derecha gorila y se plegó, con
armas y bagajes, a la campaña contra la “corrupción” kirchnerista pavimentando
el triunfo del macrismo.
Este error garrafal se asentó también en una
caracterización catastrofista de la evolución del capitalismo mundial. Altamira
rechazó y condenó a todos los movimientos populares latinoamericanos de
resistencia al imperialismo. En lugar de ver en ellos un progreso y un terreno
fértil para impulsar el renacimiento y el desarrollo de una nueva izquierda,
luego de la derrota sin atenuantes de la desaparición de la URSS, consideró que
eran meras maniobras dilatorias del capitalismo contra las masas. Lejos de
apoyarlos había que denostarlos. Lula, Chavez, Evo, Correa, y también Néstor y
Cristina, eran descriptos como meros agentes de los explotadores. El punto más
alto de esta resistencia antimperialista, como fuera el rechazo al ALCA en Mar
del Plata en el 2005, fue desconocida y ninguneada por Altamira.
El sólo hecho de que Cristina haya llamado a su centro de operaciones Instituto PATRIA debería ser un indicio a seguir, un mojón, para los desorientados trotskistas del FIT, perdidos en su laberinto de gorilismo creciente, que los lleva, una y otra vez, a ser furgón de cola del macrismo y de la reacción imperialista. Con una brújula teórica torcida han arribado, sin sospecharlo, a las playas de la colaboración de clase con los representantes mas negros de la reacción. Lo único que les falta es asistir, un próximo 4 de julio, a festejar en la embajada yanki. Esperamos, sinceramente, que abran los ojos antes, y se reorienten hacia la unidad contra la reacción imperialista, que se redoblará, y nos conducirá a nuevas y decisivas luchas.
Fuente: Agencia Paco Urondo