sábado, 23 de febrero de 2019

Golpe de Estado en Venezuela: ¿Qué estrategia sigue el discurso de la oposición?


Por: Yunier Javier Sifonte Díaz
La oposición en Venezuela intenta legitimar sus acciones también desde la comunicación.
Que Venezuela vive un golpe de Estado es una verdad a voces. Apenas basta conectarse a Internet y las noticias sobre el país aparecen enseguida. Ya sea en redes sociales, sitios especializados o en blog personales, el tema se mantiene como uno de los más candentes por estos días. Y como buen ejemplo de la guerra no convencional, los discursos mediáticos contribuyen a fomentar estados de opinión y a defender un grupo por encima del resto.

Mientras en las calles existe una relativa calma, en el espacio ya no tan simbólico de los medios de comunicación aparece un escenario diferente. Y en ese contexto, ¿cómo la derecha configura su discurso para legitimar sus posturas? ¿Qué estrategias siguen los grandes medios de comunicación opuestos a Nicolás Maduro para minimizar la acción del gobierno y construir un escenario favorable a los intereses del grupo encabezado por Estados Unidos y Juan Guaidó?

La derecha y los medios defensores de la oposición venezolana utilizan varias estrategias discursivas para imponer estados de opinión y justificar sus acciones. La omisión de detalles relevantes, los intentos por contraponer —desde lo simbólico y lo ideológico— las acciones y los objetivos del chavismo y la oposición, así como el empleo de falacias y vaciar de contenido términos generalmente aceptados por la comunidad internacional,  representan algunas de las tácticas más empleadas.

Un artículo publicado por The New York Times el pasado miércoles muestra un ejemplo esclarecedor de cómo la contraposición forma parte de ese entramado.

La narración del diario sobre el panorama existente en la frontera colombo-venezolana describe cómo “en el lado venezolano hay soldados, milicianos y misiles enviados por las fuerzas leales a Maduro”. A su vez, la publicación cuenta cómo en el sector colombiano solo existen “camarógrafos de medios noticiosos recién llegados y camiones llenos de suministros”.

A nivel lingüístico —e incluso en el plano simbólico—, ¿qué implica la presencia de soldados con misiles en cualquier lugar del planeta? ¿Qué sensaciones deja un discurso donde el gobierno de Nicolás Maduro está representado por elementos generalmente asociados a la violencia, la muerte y la represión?

Contrario al discurso sobre las fuerzas gubernamentales, ¿qué significan los periodistas y los vehículos con la “ayuda humanitaria” apostados en el lado colombiano de la frontera?

En este caso, la contraposición de la guerra y la paz, dos aspectos de fácil comprensión por todos los sectores sociales, funciona para profundizar la ruptura entre ambos grupos y prácticamente presentarlos como buenos y malos.

Siguiendo esa retórica, los defensores del gobierno llevan implícitas características como la agresividad y la intimidación, mientras quienes esperan del lado colombiano aparecen como hombres de paz. Y para cualquier lector poco informado, no hacen falta más criterios para decidir a quién apoya.


El discurso sobre la yuda humanitaria en la frontera intenta presentar a Maduro y su proyecto como negado a cualquier intento por solucionar los problemas.

Una táctica similar surge cuando el discurso toma a Nicolás Maduro y Juan Guaidó como protagonistas. Un artículo del periódico colombiano El Comercial muestra un buen patrón del intento por enfrentar proyecciones políticas y los objetivos de ambos proyectos.

Según el rotativo, “Maduro ha obstaculizado la entrada de asistencia humanitaria de emergencia para los venezolanos. Por su parte, Guaidó ha agradecido la ayuda de países como Brasil y otras naciones de América Latina”.

En este caso, la contraposición entre las acciones de obstaculizar —por parte del gobierno— y agradecer —por parte de la oposición—  aumenta la brecha entre los propósitos de ambos. De un lado, dibujan a Maduro y al proyecto que lidera negado a cualquier intento por solucionar los problemas del pueblo. Del otro, aparece un emergente líder político abierto a la cooperación con los países de la región y a las iniciativas humanitarias.

Otra estrategia interesante en el discurso de estos días sobre Venezuela se basa en la omisión de ciertos elementos importantes. Así, por ejemplo, varios portales digitales, canales de televisión y decenas de políticos, colocan como un gran éxito de Juan Guaidó el hecho de ser reconocido como presidente por “Estados Unidos y otros 50 países”. Para ellos, el apoyo de España, Canadá o Reino Unido es casi un argumento de autoridad.

Sin embargo, esa tesis obvia que ese medio centenar de naciones no es la mayoría en el planeta. Entonces, ¿qué subsiste detrás de una táctica dirigida a enfatizar solo los aspectos positivos? ¿Por qué desconocer a los otros casi 150 Estados pertenecientes a las Naciones Unidas?

Más allá de una muestra sobre cómo entienden el mundo ciertos políticos de derecha, surge también un intento por ocultar una parte de la realidad inoperante para legitimar a Guaidó.

Junto a ello, la estrategia de omisión aparece en el ocultamiento de la compleja situación que viven los pobladores de Cúcuta —justo el sitio donde está pactada la entrada del mayor lote de “ayuda humanitaria”—. También en la escasa explicación sobre la negativa de la Cruz Roja Colombiana y de la ONU para participar en la distribución de los recursos. Esos elementos no tienen importancia dentro de la parte de la realidad que intenta potenciar la oposición.

Como parte de ese juego de percepciones y construcción de realidades, la manera de describir las actividades de cada grupo juega un rol esencial, sobre todo para ganar la aprobación de sectores aun indecisos.

Así, por ejemplo, el concierto organizado por la oposición es habitualmente catalogado como “gigantesco”, “una obra por el futuro de Venezuela” o “un acto colectivo que hará vibrar a todos”. Sin embargo, la presentación convocada por el chavismo generalmente recibe calificativos de “farsa”, “montaje” y “manipulación”.

En concordancia, la prensa de derecha muestra al concierto Venezuela Aid Live —el propio nombre recuerda al mundialmente conocido Africa Aid Live— como un evento “organizado para beneficiar a venezolanos que padecen escasez de alimentos y medicinas”. Mientras, se refieren a su contraparte Manos fuera de Venezuela sencillamente como algo “ordenado por Nicolás Maduro” o un “redundante show”.


Según los medios de la derecha, el concierto organizado por el chavismo es un show, mientras su contraparte es un megaconcierto.

En todas esas estrategias existe un elemento común: la falacia. Como en todo buen discurso destinado a la manipulación política, el uso de argumentos válidos solo en apariencia juega un rol esencial. Es habitual encontrar en varios medios frases sobre cómo Nicolás Maduro impide el acceso de la ayuda humanitaria, “porque niega que la nación esté enfrentando una crisis”. Esa es una de las ideas más repetidas, pero también una de las más equivocadas.

En múltiples ocasiones el chavismo ha reconocido la existencia de serios problemas económicos en Venezuela, provocados en un gran por ciento por las fuertes restricciones financieras impuestas por Estados Unidos. Entonces, el gobierno impide la entrada de la caravana porque bien pudiera convertirse en el pretexto para una intervención militar y porque quienes la organizan son los principales responsables del actual estado de cosas.

Mientras tanto, el uso de valores universalmente reconocidos y apoyados, como la libertad, la democracia o el humanitarismo, implica un intento por legitimar la violación de la legalidad, el desapego a la Constitución y el olvido de las más elementales normas de convivencia política.

Son pequeñas estrategias que forman parte del entramado mayor para construir un poder paralelo en Venezuela. En el actual contexto de guerra mediática y fake news, pensar en planteamientos espontáneos significa una utopía mayor.

Configurados casi al dedillo, creados a partir de estrategias repetidas en otros escenarios, los discursos asociados a la oposición venezolana siguen el mismo patrón de retórica mesiánica llevado a cabo por Juan Guaidó desde su autoproclamación el 23 de enero. Ni muestran algo nuevo, ni pretenden romper esquemas.

Y entender sus lógicas, desarticular sus estrategias de manipulación y falsedades, significan un camino fundamental para quebrar el poder comunicaciones al que también aspira la oposición en Venezuela.

Fuente: CubaDebate

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