La cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo
declaró en el juicio Brigada de San Justo que se tramita en La Plata. Es quien
puso en pie la Fundación Clara Anahí junto a Chicha Mariani.
En una nueva audiencia en el Tribunal Federal N°
1 de La Plata declaró el miércoles 10 Elsa Pavón, una de las mujeres que en
plena dictadura comenzó la búsqueda de su hija, su yerno y su nieta,
secuestrados en mayo de 1978.
Después de décadas de lucha pudo dar su
testimonio por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la Brigada de San
Justo, donde Paula, su nieta de 23 meses y sus padres fueron llevados luego de
ser secuestrados en Montevideo, Uruguay, en el marco del Plan Cóndor.
El miércoles la Sala estaba colmada. Elsa se
sentó y con total convicción comenzó a relatar lo que vivió, investigó y
aprendió en todos estos años de lucha. “Mi hija Mónica Grinspon, su esposo
Claudio Logares y la hijita de ambos Paula Logares desaparecieron en el marco
del Plan Cóndor el 18 de mayo de 1978 en Montevideo, Uruguay. Me avisaron diez
días después que habían desaparecido. Me fui a Uruguay y comencé la búsqueda.
En esa búsqueda comprendí que tenía que separar a los adultos de la nena.
Empecé a buscarla en colegios, hospitales, en todo lo que se refiriese a menores;
en ese momento tenía 23 meses. En mi búsqueda volví a Argentina sin haber
encontrado absolutamente nada”.
El secuestro
“Los padres de Paula se habían ido a Uruguay
ejerciendo su derecho de trasladarse libremente, yo sabía dónde vivían. Se fue
primero mi yerno, después se fue mi hija con autorización legal para sacar a la
nena, ya sabemos cuáles son los trámites que se hacen para sacar a una menor
del país”, relató Pavón.
“Mi hija y mi yerno vivían con otra pareja,
habían comprado un departamento cómodo con espacio para las dos familias. Paula
ya había nacido, tendría un año. Lo que me cuenta Diana (la chica que vivía con
ellos) es que los estaban siguiendo. El que los estaba siguiendo era un vecino
del mismo edificio, que era policía. El 18 de mayo es feriado en Uruguay,
habían llegado de salir con la nena y tenían que tomarse un micro. Cuando bajan
en Avenida 14 de Julio son detenidos, los encapuchan a los tres, a mi yerno lo
golpean mucho y lo meten en un auto. A mi hija y la nena, las dos encapuchadas,
las ponen en otro auto. Había una amiga de ellos que ve lo sucedido. Cuando yo
viajo a Uruguay ya no estaba más… se habían mudado todos así que no pudimos
hablar con ellos”, agregó.
El surgimiento de Abuelas junto a Chicha
“Empecé a buscar en Argentina a Paula y en un
Juzgado de La Plata me encontré con cinco señoras que me ofrecieron reunirme
con ellas. Ya tenían una entrevista con el juez de menores, a mí sola no me
iban a atender y me iban a dar una entrevista para otro momento, pero me
dijeron que si quería unirme a ellas era mejor trabajar en conjunto. Acepté.
Tuvimos la entrevista con el juez que fue una de las tantas personas que vi
buscando a mi nieta. Entre esas señoras estaba Chicha Mariani, con la cual
seguí junto a ella hasta que partió, hace días que falleció. Trabajamos siempre
juntas buscando los nietos de todas, a nuestros nietos”.
Elsa recordó que cuando cuando encontró a Paula
por primera vez fue en 1980 y se le volvió a perder. “Llegó una fotografía de
Uruguay diciendo que esa nena estaba en Argentina, que era uruguaya pero que
nos fijáramos si era una de las criaturas que estaban buscando las Abuelas.
Chicha la reconoció. Yo me negué, le decía que no era, pero bueno nos pasó a
muchas el decir que no en un principio, porque era demasiado duro el reconocer
que no estaban nuestros hijos con nuestros nietos. La reconocimos. Cuando volví
a Uruguay la segunda vez a ver si la encontraba para poder hacer la denuncia y
lograr recuperarla, se habían mudado”.
“En el año 83, con la apertura política en
nuestro país, al poner fotos de los chicos nacidos y de las parejas y
embarazadas en los murales, en las calles, en las revistas, llega una denuncia
diciendo que la nena que estábamos buscando estaba en Chacarita. Me acerqué al
lugar, la reconocí y empezamos con Abuelas a buscar datos para saber quiénes
eran las personas que la tenían y si realmente era mi nieta. Hicimos toda la
investigación, busqué todo el material que me pidieron los abogados para poder
hacer la denuncia y el primer día hábil de la democracia nos presentamos con
los abogados de Abuelas en Tribunales”. Allí empezó nuevamente el trabajo para
poder recuperarla.
Pavón
junto a la abogada del CeProDH y Justicia Ya! María luz Santos Morón | Foto
Karina Díaz
Paula, primer nieta restituída judicialmente y
por genética
“Cuando llegaron a mí estas fotos en el reverso
tenían la dirección de dónde la nena estaba viviendo. Era en la calle Malabia
al 300, pero de ahí se mudaron. Cuando la volví a encontrar fue a raíz de la
denuncia que un vecino del edificio hizo en el CELS, que llamó a la presidenta
de Abuelas, Chicha Mariani, y le entregó la denuncia sobre esta nena, que en
ese momento tenia siete años”, relató Pavón ante el tribunal.
Y agregó que cuando se convencieron de que esa
nena era Paula, “comenzó un largo camino, las fotos las tenía Chicha y me las
dio para que las lleve a mi casa y las viese mi familia. Todos dijeron que era
Paula.
Se acercó mi cuñada hasta donde vivían para
poder verla. Cuando la vio se sorprendió y le dijo ’Paula’, ella se asustó y se
metió dentro de su casa porque estaba asomada a una ventana. Después me empecé
a acercar yo con una abuela para verla, para saber quiénes eran los que la
tenían. Sólo sabíamos que se llamaba Paula pero no sabíamos el apellido”.
Chicha, clave en el encuentro
“Yo le decía a Chicha que en la búsqueda de la
identidad de los chicos perdió su identidad, porque pasó a ser para todo el
mundo Chicha. Ella quería que me vaya a vivir a Chacarita porque la nena vivía
ahí cerca de la estación, para poder estar cerca y buscar todo lo necesario
para hacer la denuncia. Yo le dije que no pero le prometí que todos los días
iba a ir a la zona”.
Elsa se levantaba todas las mañanas, vivía en
Banfield, se tomaba dos colectivos para ir y hasta hacía las compras diarias
para mimetizarse con las señoras del barrio. “Había una verdulería justo
enfrente de la casa de la nena, a la vuelta una panadería. La cuestión es que
pude armar todo lo que queríamos, la seguí hasta el colegio para ver a qué
colegio iba, conseguí todo lo que necesitaban los abogados”.
Lo único que le faltaba era el apellido de la
nena, y ella en esa época no se animaba a averiguarlo. “Cuando tenía una cosa
que me pesaba mucho me ponía a llorar, entonces no podía hablar con ella, le
pedí a mis hijas que se acercaran para poder saber el apellido de la nena. La
nena salía del colegio y se quedaba jugando la vereda hasta que llegaba el
micro que la llevaba hasta su casa. En una de esas idas y vueltas mi hija se le
acercó y le preguntó ’¿cómo te llamás?’ Lo que le sorprendió a mi hija es que
no la miraba, caminaba al lado de ella con la cabeza baja y le fue contestando
lo que le preguntaba, su nombre y apellido que era lo que nos faltaba. Era
fines de octubre”.
“Hicimos la denuncia con mis abogadas, le pedí
al juez que me dejara verla a través de un vidrio, no quería que ella me viera
hasta que el juez no se expida, porque lo que le digan los apropiadores iba a
ser una mentira y esas personas para ella eran creíbles, porque para ella eran
sus padres. Así que no pude verla hasta después de un año”, recordó Elsa.
Ella preparó todo y se quedó esperando.
“Salieron los análisis por primera vez. Paula es la primer nieta recuperada por
genética y por justicia por Abuelas de Plaza de Mayo.El día que se hizo el
cambio de guarda fue un día muy duro, muy difícil, ella no quería saber nada
conmigo, pensaba que yo era una vieja loca que decía que era mi nieta pero que
eso no era nada cierto. Fue una gran batalla porque entre las cosas que me dijo
es que lo único que quería era arruinarles la vida porque al fin y al cabo si
ella no era hija de los que la tenían había estado seis años con ellos y no
conmigo”
“Paula es una muchacha muy inteligente, con
mucho carácter, es mi nieta, yo también soy bastante dura, muy firme”, detalló
Elsa Pavón.
En ese entonces la abuela de Paula pensaba cómo iba
a refutarle a una niña de ocho años lo que le estaba diciendo. “Le mostré unas
fotos y me dijo son demasiado nuevas para ser verdaderas. Le dije que eran
nuevas porque yo las hice ampliar para que ella pudiera ver la cara de sus
papás. Había una en la que estaba ella sola y ahí me dijo que esa podía ser
porque se parecía a una que había en su casa y eso podía ser porque coincide
con una que ellos le habían sacado, coincide la edad”.
“Ahí recurrí a preguntarle otras cosas sobre sus
padres”, detalló Elsa. Por ejemplo, si la nena sabía cómo les decía a su papá y
a su mamá. “Me dijo que no y yo le dije que su mamá se llamaba Mónica y a ella
le salía, que le costaba pero le salía. Pero lo que no le salía era el nombre
de su papá que se llamaba Claudio y le decía Caio. Dijo que no se acordaba,
pero lo repitió dos veces. ’¿Te acordás que tu papá te llevaba a cococho y te
gustaba mirar la luna?’ Se me quedó mirando y no me contestó, pero cuando le
dije Caio lo repitió dos veces, se largó a llorar y se durmió. La dejaron
dormir una hora y pico. Entró mi esposo que estaba afuera esperando y estaba
enfermo del corazón. Yo estaba desesperada por qué le pasaría a él y él estaba
desesperado por lo que me pasaría a mí con todas las cosas que me estaba
diciendo la nena. Pero bueno, a ese momento lo sobrevivimos, pero
lamentablemente él vivió sólo tres meses más desde que la recuperamos. Pero yo
acá estoy”.
La Iglesia
“Yo había visto a un cura que era sacerdote
amigo de mi esposo que era cordobés. Eran amigos de la infancia. Mi marido
hacía mantenimiento de casas y había estado trabajando en la misma iglesia
donde estaba este sacerdote y le comentó lo que pasaba”, prosiguió Pavón con su
relato.
“En ese momento estaba en plena búsqueda de la
nena y él me citó. Fui a la iglesia de él que estaba en San Isidro y me dio una
carta para ir a Uruguay a una congregación de monjas donde estaban las presas
en el penal con niños, para ver si estaba Paula con su mamá en ese lugar, por
supuesto que no estaba.
Al mismo tiempo me recomienda que vaya a la
vicaría castrense a hablar con monseñor Graselli para ver si tenía información.
Hablé con él y me pidió que le contara quiénes eran mis hijos, me dí cuenta que
no era bueno decirle que eran militantes. Sí le dije que estaban en Uruguay y
habían sido detenidos y que sabía que la nena esta en Buenos Aires y quería
verla”.
Graselli le dijo “Ud sabe cómo son estas cosas,
los traen en aviones hércules entre gallos y medianoche”. Ella le mostró una
foto de la nena y Graselli se la quedó mirando. “Me dijo ’yo le devuelvo a la
nena pero olvídese de los padres, llámame el lunes’. Lo estuve llamando todos
los lunes durante meses, hasta que me dí cuenta de que no me estaba diciendo la
verdad, para decirlo delicadamente. Después en el juicio de la verdad cuando se
lo citó dijo que no sabía nada pero él tenía la ficha, la hizo delante mío”.
Pavón
junto a las nietas restituidas María Sampallo Barragán y Victoria Moyano
(miembro del CeProDH) | Foto Karina Díaz
Los sobrevivientes, un compromiso con los 30.000
“Dentro de este marco de la búsqueda de la nena,
Chicha Mariani estaba en uno de sus tantos viajes al exterior buscando ayuda,
apoyo para nuestra tarea de búsqueda de nuestros nietos, de recuperarlos. En la
casa de una ex detenida desaparecida (Adriana Chamorro) hace el comentario de que
nos resultaba muy difícil poder acceder a Paula a pesar de que ya teníamos los
análisis y sabíamos que era mi nieta. Esta sobreviviente le preguntó a Chicha
los detalles de la nena, su edad y se dio cuenta de que había estado con mi
hija y mi yerno en el Pozo de Banfield”.
“A raíz de eso me enteré por dónde pasaron los
papás de Paula y empecé mi investigación. Lo que puedo dilucidar es que el
operativo lo hizo el apropiador de mi nieta, que era un subcomisario de la
Brigada de San Justo. Ahí empieza la investigación por los papás, porque hasta
ese momento no podíamos hablar de los papás, hablábamos de los niños porque
estaba el Punto Final, la Obediencia Debida, pero el tema de los niños no había
quedado incluido en eso, con lo cual podíamos trabajar con los niños pero no
con los adultos”.
“A raíz de testimonios de Adriana Chamorro, que
declaró en el juicio por su nieta para poder recuperarla, el testimonio de
otros sobrevivientes de la Brigada de San Justo, como el doctor Liwski, Barrera
y otros fue reconstruyendo lo sucedido”.
“Barrera la vio a mi hija, el doctor Liwski
también, él nos ayudaba en Abuelas a recuperar a nuestros nietos y nos
acompañaba a nosotros en todo sentido. Con el testimonio de Adriana Chamorro me
enteré que pasaron por la Brigada de San Justo, que fueron traídos como si
fuesen uruguayos porque ese era el sistema. Directamente de Uruguay, los
tuvieron allí hasta mediados de junio, o sea desde el 19 de mayo hasta mediados
de junio. Por supuesto fueron torturados y todo el tratamiento que les daban a
los detenidos desaparecidos, y de allí fueron trasladados al Pozo de Banfield,
donde estuvieron hasta mediados de junio donde sucedió el traslado. A partir de
ahí sé por donde pasaron y saber lo que pude saber con respecto a la desaparición.
A la nena la recuperé el 13 de diciembre de 1984, se vino conmigo y la acompañé
a crecer. Por mi hija, por mi yerno, todavía me sigo preguntando ¿donde están,
que fue de ellos, que pasó?”
La relación entre la Brigada de San Justo y el
Pozo de Banfield
Como denunció en su declaración María Victoria
Moyano Artigas, los genocidas de San Justo deben ser juzgados también por
apropiación de bebés, delito por el cual en este juicio no hay ningún imputado.
Elsa Pavón declaró también en este sentido que
“la partida de nacimiento de Paula la firmó el doctor Vidal que, más allá de
asistir a las torturas y ver hasta dónde se podía seguir o no, también se
dedicaba a firmar partidas de nacimiento falsas”.
Elsa describió en detalle cómo fueron las
apropiaciones y la relación entre la Brigada de San Justo y el Pozo de
Banfield. “María Victoria Moyano Artigas es apropiada por Penna, el policía de
la Brigada de San Justo y la mujer. Y los otros chicos que nacieron en
Banfield, que con San Justo están relacionados. Paula Logares, María José
Lemos, María Victoria Moyano Artigas fueron apropiadas por genocidas de la
Brigada de San Justo”.
“Paula nace teóricamente en el mismo lugar que
María Victoria Moyano Artigas, en la casa de Ferreyra, que era un compañero de
trabajo de Lavallen, el apropiador de Paula. En el expediente, cuando declara
su mujer, dice que Paula era hija de ella. Al momento del parto lo describe
como que estaba embarazada, que el marido estaba trabajando en San Justo pero
que era lejos y ella quería estar más cerca de su trabajo. Entonces estaban
buscando casa y pasando por la casa de Ferreyra, y aunque parezca irónico esto
está en el expediente, dijo que pasaron por la casa de Ferreyra y se sintió mal
como que ya iba a tener familia, entonces entraron y pidieron auxilio. Llamaron
al médico y nació la nena y está firmado ese supuesto parto por Vidal con dos
años menos de los que tenía Paula. A mi nieta se la llevaron con 23 meses y la
anotan en octubre del 78 como nacida en ese momento, le sacaron los dos años
que tenía. Cuando yo la encuentro estaba con un delantalcito de preescolar, y
digo no puede ser. Era que le habían sacado dos años, con lo cual se llevaba
mal con sus compañeros por supuesto, a esa edad, cinco años los otros y ella
siete”.
“Esas fueron las cosas que después, al volver a
casa, tuve que tratar de hacer con los maestros para ver qué podíamos hacer con
eso, lo que quería era recuperar esos dos años. Le agradezco a la directora de
la escuela el consejo, me dijo que no era recomendable, que era mucho cambio,
de nombre, de familia, de lugar, de historia. Adelantemos solo un año que va a
ser más beneficioso, me dijo. Ella no estaba acostumbrada a tratarse con chicos
de su edad y madurativamente no era posible. Y pudo insertarse con chicos con
un año de diferencia, tuvo un muy buen año escolar, fue mejor alumna del
colegio ese año. Fue un buen consejo de la directora y haberla podido acompañar
en todos esos cambios, en todo ese tiempo”.
Inspecciones oculares
“En la primera inspección que pude entrar en
2009 me encontré con gente que había estado con mi hija, uno de ellos me
preguntó si era la mamá de Mónica, le dije que sí. Me cuenta que había estado
con mi hija, que era una persona muy serena y muy fuerte, que en ese momento
esta persona tenía 16 años y que mi hija le decía que se quedara tranquila, que
ella iba a salir, pero que mi hija decía que estaba segura de que a ella la
iban a matar. Tenía esa idea de que ese era su destino. Otro sobreviviente
también me cuenta que había estado con mi hija, que estaba muy callada, muy
triste, muy cuidadosa en su manera de hablar, cautelosa y al mismo tiempo muy
preocupada por su hija, contó que tenía un bebé y esa era su gran
preocupación”.
El recuerdo de su hija y su yerno
“Para mí es un orgullo. Yo admiro que hayan
tenido ese coraje. Quiero entender por qué no está lo mejor de una generación.
Ellos eran mis hijos con todo lo que significa un hijo. Con respecto a su
militancia ellos querían modificar cosas socialmente. En ese momento yo estaba
trabajando en el Hospital Muñiz, soy enfermera y técnica en laboratorio y tenía
un compañero enfermero. Cuando yo le pregunté a mi hija por qué militan, qué es
lo que piensan, me dijo ’mami, no puede ser que tu compañero siendo jubilado
tenga que seguir trabajando para mantener su casa, no puede ser que los chicos
no tengan la misma posibilidad de estudiar, ¿por qué las personas no pueden
tener un trabajo digno para darles a sus hijos lo que necesitan?’. Ellos
militaban en San Justo acompañando a la gente humilde, a la gente que
necesitara. También había ido a Tilcara a pintar escuelas junto a otros
compañeros de la facultad, ella era estudiante de Agronomía”.
“Mi yerno era una persona muy inteligente, muy
buena persona. Yo estuve en grupos de compañeros de ellos de Agronomía que me
contaban cosas, hasta que un día uno de ellos me dice ’pero vos no decís nada’
y yo le dije ’yo los escucho porque quiero entender que pasó en el país, quiero
entender por que no está lo mejor de una generación’".
La lucha y el reclamo de justicia
“Hoy me hubiese gustado que esté mi nieta en mi
declaración, a mí me hubiese gustado estar en otras declaraciones en este y
otros juicios. ¿Por qué no podemos estar? ¿Por qué no podemos estar si todos
sabemos los que nos tocó vivir? Si nosotros para poder hacer lo que hoy se está
haciendo, para pedir justicia, traer las pruebas, hablamos y armamos este
terrible rompecabezas de 30 mil personas desaparecidas entre todos, los
sobrevivientes, los familiares”.
Pavón junto
a Maine García, hija de desaparecidos y miembro del CeProDH | Foto Karina DíazFuente: La Izquierda Dario