Por José Pablo Feinmann
Si hay algo claro en la política argentina es
que el gobierno, el club judicial y los grandes medios de comunicación buscan
denodadamente meter presa a Cristina Kirchner. Hasta se puede pensar que para
ellos se trata del recurso casi mágico que habrá de solucionar todos los
múltiples problemas que los acosan. Lo que creen es que esa prisión hasta les
permitirá ganar las elecciones de 2019. Le disparan a CFK con toda la
artillería que tienen. Si tanto esperan de esa medida carcelaria no es casual
ni menor que busquen tan afanosamente conseguirla.
De esto se pueden deducir ciertas conclusiones.
Que, por ejemplo, el principal rival que el gobierno visualiza para la
prolongación de su mandato es CFK, a quien Jorge Asís –en sus habitualmente
atinados comentarios– llama “la Dra.” Asís fue su férreo oponente durante su
gobierno, pero ahora se le acerca con respeto ante el devastador paisaje del
oficialismo. Otra conclusión es que esa cuasi patética obsesividad del gobierno
por ver a CFK entre rejas lo lleva a cometer errores gruesos. El allanamiento
de la casa de Calafate fue grosero y brutal. Las excavaciones en el sur no
encuentran nada. El mamotreto inquisitorial del juez Bonadío revela más
empecinamiento y odio que justeza jurídica.
A su vez, esta persecución abunda en el
crecimiento de CFK en las encuestas. Algo resulta evidente: le tienen miedo. Es
la principal opositora del gobierno Macri. Es este mismo gobierno el que así lo
proclama. Lo hace por medio de la persecución a que la somete. Nadie le importa
más. Se trata de destruirla a ella. Se trata de hacerle lo mismo que el
gobierno de Brasil le ha hecho a Lula. La prisión del líder brasileño lo obligó
a nombrar un reemplazante, que bajó considerablemente en las encuestas. Algo
así se espera de la prisión de CFK. Pero Argentina es un país con sus propias
leyes. Aquí, los perseguidos despiertan adhesión. Esto también se ve
claramente. CFK aumenta su presencia popular a medida que el gobierno la
designa como su principal enemiga.
La CFK maldita se transforma en el Perón
proscripto de esta etapa desangelada de la historia. No hay para comer, la
gente no llega a fin de mes, los sin techo abundan en las calles, el dólar
sube, no se puede pagar una deuda que se aumentó desaforadamente, la impericia
del equipo gobernante despierta la angustia de la población, los que mandan
trabajan para los que más tienen, la policía es temible, ¿cuál es la salida?
Muy simple: ¿a qué temen ellos, los temibles? ¿A quién señalan como su enemigo,
como su escollo tenaz? En una palabra: ¿cuál es el hecho maldito del país
neoliberal? En estos tiempos en que la memoria de John William Cooke nos ha
convocado otra vez será útil recordar que ese hombre de genio teórico y
militante dijo del Perón injuriado, proscripto y víctima del exilio que era el
hecho maldito del país burgués. Fue una coyuntura evidente que se tornó aún más
clara por su brillante enunciación. ¿Cuál era el país burgués? El de los
intentos también obsesivos por conseguir un país democrático al margen de Perón
y el peronismo. Ya el decreto 4161 había prohibido nombrar a Perón, a Evita, al
Partido Peronista, pasar la marcha partidaria y muchas cosas más. Se exhibían
las joyas de Evita y los autos de Perón. A la salida había un tacho de basura:
“Tire aquí su carnet de afiliado al Partido Peronista”. Así, con matices
(importante es el caso de Illia que se preparaba para dar elecciones libres y
por eso fue derrocado, porque las ganaría el peronismo) transcurrieron
dieciocho años. La imagen salvadora de Perón creció enormemente. A toda una
generación se la sofocó hasta llevarla a la violencia. El pueblo dijo que el
líder volvería en un avión negro. Perón era la imposibilidad de la
consolidación del país liberal y antiperonista. El país burgués. Cooke dijo:
“El peronismo es el hecho maldito del país burgués”. Perón regresó y fueron
dosmillones y medio de seres esperanzados a buscarlo. A este Perón lo habían
creado –desde el odio– sus enemigos. Algo semejante sucede hoy con Cristina
Kirchner. Quieren demostrar que es ladrona y hasta asesina. No lo consiguen y
tornan más fascinante su figura. Si el gobierno y sus aliados son el
neoliberalismo, entonces Cristina Kirchner es el hecho maldito del país
neoliberal.
Habrá que prestar atención a ciertos sucesos que
pueden producirse. Como son muy torpes y tienen mucho odio acaso sea posible
que la encarcelen. En esa terrible encrucijada habrá dos países. El de los que
salgan a la calle a repudiar la medida. El de los que busquen acercarse a ella
para darle su afecto, su amor. Y el de las fuerzas represivas del gobierno.
Patricia Bullrich y el mismo Macri ordenarán mano dura. Raúl Zaffaroni, que es
un humanista, manifestó su preocupación. “Puede haber muertos”, dijo. Este
gobierno ya tiene varios. Y no le importa. Hay que hacerlos responsables desde
ya. Saben que el país joven y militante saldrá a la calle. Cuidado. No sean
brutos ni brutales. Tiene su costo encarcelar a una militante querida por las
bases. Las balas sólo conseguirán aumentar esa adhesión. Y Cristina empezará a
gobernar desde la cárcel tal como Perón gobernó desde Madrid. Y los militantes
(continuando la línea de quienes ayer decían nada sin Perón) dirán nada sin
Cristina.
Fuente: Página 12