La cifra surge de relevamientos de
organizaciones sociales que las asisten, en Capital y otras grandes ciudades.
Sólo en Ciudad, son unos 7300, y más de 20 mil en riesgo habitacional. Para el
gobierno porteño son sólo 1091.
Por Gustavo Sarmiento y Federico Trofelli
Son los invisibles. Los caídos del sistema. Y
cada vez son más. El gran problema para las personas en situación de calle no
es únicamente la soledad y la falta de oportunidades, sino el paso del tiempo.
Empiezan a ser vistos como una parte más del paisaje. En este 2018, cuando
términos como "crisis", "ajuste", "desempleo" y
"pobreza" se naturalizan, la cantidad de personas en situación de
calle creció exponencialmente. En las grandes urbes se calcula un 30% más que
en 2017, acaso más en Capital Federal. El gobierno porteño habla de 1091
personas, apenas 25 más que el año pasado. Las organizaciones que las asisten
sostienen que superan las 7300. Afirman que hay escenas que no se veían desde
el 2001, y que el tejido social volvió a destruirse. "Recomponerlo
–coinciden– llevará años".
Horacio Ávila sufrió en carne propia la miseria
planificada de los '90, hasta la explosión de diciembre de 2001. Producto de la
crisis, en 2003 encabezó la conformación, por primera vez en la Ciudad, de una
organización integrada por personas en situación de calle: Proyecto 7, que hoy
cuenta con 70 integrantes. No es casual el paralelismo de las fechas: "En
los últimos años ves a la gente otra vez comiendo de la basura, o la recova de
Paseo Colón llena, como no la veía desde 2001. Es terrible el aumento de gente
que hay en la calle, este año todo se terminó de desmoronar. Calculamos que ya
hay más de siete mil personas en la calle".
Al combo inflación-desempleo-tarifas se agregan
desde la caída de las changas hasta el aumento de los alquileres. En villas y
hoteles ya piden 9 mil pesos por mes, y los subsidios habitacionales no superan
los 4000 pesos.
Claudia Enrich, de Ciudad Sin Techo, coincide:
"Antes veías hombres solos, ahora ves familias, gente que nunca imaginó
que iba a terminar en la calle, como Gabriela y Ariel. Él es contador y ella,
abogada. La pelearon hasta que no pudieron más, y hoy se los está comiendo la
salud mental. Están cayendo en una depresión terrible, desamparadísimos".
Ávila da cuenta de un nuevo fenómeno: la
aparición de ranchadas en barrios periféricos, como Villa Urquiza, Saavedra o
Devoto. Son los nuevos caídos. En parte llegan ahí por miedo a la violencia
callejera del centro, a la represión (hace tres días la Ciudad echó a quienes
estaban en la Plaza Flores), también por vergüenza a ser vistos. Pero tampoco
ahí se aseguran estar tranquilos. Días atrás, vecinos de Villa Pueyrredón
quemaron las pertenencias de quienes pernoctaban en el túnel de la calle
Zamudio.
Mientras tanto, cada vez más bancos cierran sus
cajeros de noche para que no puedan dormir los desamparados. Y ver la ropa
colgada de rejas de plazas o en la copa de los árboles empieza a ser una postal
corriente. Para peor, la crisis genera menos consumo, y produce menos basura.
"Hoy ves a los cartoneros como se veían desde 2001, totalmente informales,
con el carrito y la bolsita del chino buscando lo que sea, para sobrevivir. Son
los desesperados para aunque sea comprar leche", cuenta Ávila, y se
lamenta que "el tejido social volvió a romperse, como hace 20 años, y peor
porque ahora tenés un país con el triple de deuda. Recomponerlo costará
muchísimo tiempo".
El año pasado, el censo popular realizado por
una treintena de organizaciones sociales relevó 4394 personas en situación de
calle en la Ciudad, y 21.478 en riesgo habitacional. Si se sumaban los que
figuraban en paradores, llegaban a 5872. Actualmente hay, como mínimo, 1500
más.
El relevamiento oficial de la Ciudad dice que no
llegan en total a 1100. No incluye a quienes pernoctan en forma transitoria en
la red de alojamiento nocturno. Hubo barrios que ese censo no abarcó y se
realizó durante tres horas en un solo día. Estas irregularidades fueron
llevadas a la Justicia. En junio, la jueza Elena Liberatori falló en primera
instancia que el diagnóstico y relevamiento que hace el Ejecutivo porteño es
negligente. Le ordenó volver a hacerlo, en conjunto con las organizaciones,
para fijar políticas acordes. La Ciudad apeló y hoy el fallo no se encuentra
firme.
"Los números de Ciudad no reflejan la
realidad. Además no condicen con lo que ellos mismos presupuestan. Si hubiese
sólo 1091 personas en situación de calle, ¿por qué ordenan comprar para esta
campaña 12 mil frazadas?", se pregunta Laura Velasco (Libres del Sur), la
querellante desde el Consejo Económico y Social, junto a la diputada nacional
Victoria Donda, que motivó el dictamen judicial. En 2016 ambas presentaron un
proyecto en el Congreso para llevar a nivel nacional la ley 3706 de la Ciudad.
Pasó por la comisión de Derechos Humanos y la de Salud, pero en la de
Presupuesto, manejada por el oficialismo, quedó frenada. Dos años después, al
haber perdido estado parlamentario, volverán a presentarlo.
Según la norma porteña, no deberían existir los
paradores sino centros de integración abiertos las 24 horas, atendidos por
personal idóneo y capacitado, desde trabajadores sociales hasta psicólogos y
médicos. En la práctica, en los paradores sólo se permite pernoctar, mezclando
poblaciones y violencias, sin atender las problemáticas y con personal
precarizado sin capacitar. Ingresan a las 19 y a las 7 de la mañana son
desalojados porque se cierran las puertas. La mayoría elige dormir afuera. El
Operativo Frío finaliza el 31 de agosto, sin importar si el clima recrudece más
allá del calendario. Ciudad Sin Techo monta un comedor cada jueves en la Plaza
Congreso. En 2015 llegaban menos de cien personas. "Hoy son casi 250. Y
con sopa no te alcanza", enfatiza Enrich.
Pero la situación excede la Capital Federal.
Sólo en el Gran Mendoza hay 350 personas sin techo, 20% más que el año pasado;
en Córdoba informaron un 30% de aumento. En Rosario, ante la multiplicación de
personas en situación de calle, las nueve agrupaciones que trabajan en la
problemática crearon el "Colectivo de Organizaciones Situación de Calle
Rosario". En un censo propio, organizado en noviembre de 2017, detectaron
389 personas sin techo. “La mayoría de las personas quieren un trabajo, no sólo
un techo. Antes podían conseguir algún empleo precario y salir de la calle. Hoy
eso se perdió. Encontramos muchas mujeres con chicos en la calle, que antes no
se solía ver", expresó Gisela, referente del Movimiento de Acción
Solidaria (MAS).
La provincia de Buenos Aires, como casi todos
los distritos, no cuenta con cifras oficiales, a pesar de que una ley (la
13.956) exige un relevamiento preciso. En el partido de General Pueyrredón
murieron de frío durante 2016 siete personas que vivían en la calle. El año
pasado, otras tres. Y el número de población desprotegida aumenta, en una de
las ciudades más afectadas por la crisis. "Nos vemos en la obligación de
denunciar públicamente la situación social en Mar del Plata –posteó en sus
redes Casa Pueblo, pidiendo donaciones–, y más concretamente en el aumento de
personas en situación de calle, donde el 70% de esta población está en la calle
desde hace menos de dos años".
La Fundación Sumando Voluntades, de La Plata,
debió sumar una segunda casa albergue. Ambas, en el barrio norte platense,
reúnen a 40 personas que van a dormir, bañarse, cocinarse, lavarse la ropa, y
reciben distintos talleres, con atención psicológica incluida. "Creció un
25% la población en la calle. Se ve cada vez más gente mayor, a los que ya no
les alcanza la jubilación, y la población joven, por la falta de empleo",
dice Nancy Maldonado. Detrás del número frío hay personas: el jueves
encontraron a un muchacho de 42 años que es carnicero. El supermercado cerró,
vivió un tiempo con la indemnización y ya no le alcanzó para el alquiler. Nancy
da el ejemplo de Juan, un hombre de 68 años al que encontraron en 2008 viviendo
en la guardia del hospital San Martín: "Lo asistimos y logró reinsertarse
laboralmente, fue hasta hace unos meses sereno de una facultad de La Plata, no
le renovaron el contrato, y la semana pasada nos llamó diciendo que volvió a la
calle". Mientras, la crisis produce un círculo vicioso que también afecta
a la Fundación. Las panaderías les donan menos, ante la baja de producción por
la merma en la venta. "En los últimos meses por las noches hacemos tortas
fritas porque se redujo la entrega de pan". ¿Y el Estado? "Nunca nos
dieron un peso. Ni siquiera conseguimos tarifa social, a pesar de que entregamos
todos los papeles. Ahora nos llegaron 10 mil pesos de gas".
La Olla Popular de Haedo fue creada en agosto
del año pasado por una multibarrial de vecinos. Se reúnen cada viernes en el
andén sur de la estación de Haedo a proveer platos de comida. "Tuvimos que
pedir ayuda en las redes porque estamos desbordados –relata Silvana Rocaro–.
Arrancamos con diez personas que se acercaban y hoy llegamos a 50. Igual, no
nos proponemos el asistencialismo puro; buscamos fortalecer los vínculos,
porque además del hambre lo que ves es mucha soledad. 'La gente ya ni me
golpea, directamente no me ve', nos dicen". «
La noche en el cajero y un hijo en camino
Nadia tiene 19 años y hace dos que vive en la
calle, desde que abandonó un hogar de Lomas de Zamora que administraba la
Iglesia, por malas experiencias que tuvo allí y que no quiere detallar.
"Hasta ahora tuve un ángel aparte, no me pasó nada grave, nadie intentó
abusarme ni nada por el estilo. No puedo decir lo mismo del hogar".
Prefiere la intemperie que volver a ese lugar. Antes, intentó dar con su papá
en una villa de Wilde, pero no tuvo suerte. Su mamá le dijo que había muerto,
pero mintió. Durmió en Palermo, en el Obelisco, en Plaza de Mayo. Está en
pareja con un muchacho que también está en situación de calle. Suelen dormir en
cajeros y, cuando se cansan de callejear, van a un hotel de Once donde se
asean. Él está ansioso. Muestra con orgullo una camisa y un traje que lleva en
la mochila. Piensa usarlos dentro de unas horas, en una entrevista para un
trabajo de cadetería que le pasó un amigo. Ella, en cambio, sabe que durante un
tiempo no buscará ni conseguirá nada estable: está embarazada de tres meses.
"Queremos que nos traten como
personas"
César nació en Rosario hace 33 años. A los 13
escapó de su casa y tiempo después llego a Buenos Aires. Delitos menores lo
llevaron a Marcos Paz. En la calle había contraído HIV. En la cárcel,
tuberculosis y una toxoplasmosis cerebral –fue mordido por ratas– que le dejó
una renguera permanente y escasa movilidad en un brazo. Desde 1996 cobra un
subsidio por discapacidad. Entre eso y lo que saca por changas diversas, como
lavar vidrieras de negocios en Flores, sobrevive. Tiene una hija de 8 años y
cría a otras dos nenas de su pareja, con quien vive en un hotel.
Desde hace cinco años, César forma parte de la
organización Ciudad Sin Techo, donde da una mano a otras personas que pasan por
la misma situación. "El jueves pasado, a eso de las 20, la Policía de la
Ciudad y gente de Espacio Público fueron a levantar, sin avisar nada, a los
chicos que duermen en la Plaza Flores. Los cagaron a palos y les sacaron todas
sus cosas. Queremos que nos traten como personas", denuncia.
Bien lejos del parador
Ricardo tiene 62 años, pelo largo y un look rockero
que arrastra de cuando tocaba el bajo. Sus buenas épocas laborales se acabaron
a fines de los '80, cuando la imprenta en la que trabajaba quebró. Después se
quebró él: "La culpa es mía de que esté así", se ataja, y dice que le
pasó por perderse "en el alcohol y en la timba". Al tiempo perdió
también el auto, después lo dejó la mujer, durmió en Constitución, en Once y
ahora en Congreso. Afirma, con velado orgullo, que jamás pisó un parador. Y revela
que, cuando el clima se pone hostil, un cajero automático o una obra en
construcción son la mejor opción.
Fuente: Tiempoar