Hoy somos aún más débiles y sometidos. Como no
podía ser de otra forma, la ola de gobiernos contrarrevolucionarios en una
parte muy significativa de América Latina ha producido una muy lamentable
escisión en la UNASUR
La decisión anunciada ayer, aunque no hay
precisiones acerca de su implementación, por parte de Argentina, Brasil,
Colombia, Chile, Paraguay y Perú, de retirarse de la UNASUR significa un enorme
golpe a esta organización y un retorno al protagonismo de la OEA y su lacayuna
obediencia a los dictados del Departamento de Estado yanqui.
Como no podía ser de otra forma, la ola de
gobiernos contrarrevolucionarios en una parte muy significativa de América
Latina ha producido una muy lamentable escisión en la UNASUR, la primera
institución regional que logró reunir a los países del área sin la presencia,
siempre amenazante y extorsiva de los EE.UU.
La decisión anunciada ayer, aunque no hay
precisiones acerca de su implementación, por parte de Argentina, Brasil,
Colombia, Chile, Paraguay y Perú, de retirarse de la UNASUR significa un enorme
golpe a esta organización y un retorno al protagonismo de la OEA y su lacayuna
obediencia a los dictados del Departamento de Estado yanqui.
Desde nuestra perspectiva de la Unidad
Continental, la decisión es manifestación de un enorme fracaso. La UNASUR fue
el producto de la marea transformadora e integradora que maduró a fines del
siglo XX y se desarrolló durante los primeros quince años del nuevo siglo. Un
impulso, que venía de la historia y que era encarnada por los pueblos de la
región, puso en el orden del día la necesidad de reconstituir la unidad perdida
después de las guerras de la Independencia. El Mercosur, que había surgido
durante la hegemonía neoliberal en el continente, en los ’80, se había
convertido, en estos años, en un motor de la integración.
Pero, con todo lo alcanzado en estos años,
prevaleció siempre un criterio ideológico por sobre las imprescindibles medidas
estructurales que consolidaran y dieran carnadura y sostén a esos acuerdos de
principio y objetivos que cada uno de los gobiernos de la región encarnaban.
Fue casi imposible, por mezquindades regionales, por presión imperialista, por
voracidad de las burguesías y
oligarquías locales, avanzar sobre transformaciones estructurales -Banco
del Sur, moneda propia para el intercambio comercial en la región, grandes
proyectos viales, ferroviarios y fluviales que consolidasen el hinterland
suramericano, creación de grandes entidades regionales que unifiquen las
políticas de energía y recursos naturales, etc.- que hubieran hecho mucho más
difícil esta nueva ola balcanizadora. Con solo comparar las dificultades que
tiene el Reino Unido para llevar a cabo lo
que fue una decisión brotada de un proceso electoral, el Brexit, y la
facilidad con que estos nuevos y viejos gobiernos proimperialistas rompen esas
instituciones y desmontan quince años de esfuerzos políticos, diplomáticos y
económicos, se hace evidente la debilidad de nuestros logros.
El imperialismo yanqui, vuelto sobre sí mismo
para reconstruir su poder económico perdido, enfrentado a una guerra comercial
con China y en un ajedrez fatal con la Federación Rusa, que busca vías de
salida del pantano del Medio Oriente, ante la ya evidente derrota, necesita,
como es obvio, ordenar su patio trasero, Latinoamérica. Ha encontrado gobiernos
mercenarios dispuestos a cumplir esa vil tarea. La cumbre de Lima dejó en
evidencia esta situación. Peleles de un amo que ni siquiera vino a la cita,
Mauricio Macri, Michel Temer, Juan Manuel Santos y el desconocido presidente
del Perú, Martín Vizcarra, pretendieron acorralar a los gobiernos de Venezuela
y Bolivia, los únicos que expresan y sostienen la voluntad de Patria Grande.
Lo que está en juego no es tan solo una cuestión
diplomática. Estas miserables oligarquías carecen de un proyecto para el conjunto
de nuestros pueblos y su idea es el desvencijado panamericanismo de la
entreguerra en el siglo pasado. Walt Disney dio representación simbólica a esa
política: Pepe Carioca, ese lorito simpático y charlatán pretendía representar
al pueblo brasileño, los cuervos haraganes y dormilones expresaban al pueblo
mexicano y un Goofy disfrazado de peón de campo saludaban alegres la llegada de
Mr. Ponsomby, como Methol Ferré llamaba a los nuevos colonizadores yanquis.
Es necesario tomar en cuenta los errores cometidos
para evitarlos en el nuevo ciclo integrador que, más temprano que tarde,
volverá a recorrer el continente. Más Perón que Che Guevara, más ATLAS
(Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados) que Foro de San
Pablo, más Methol Ferré y Francisco que István Mészáros.
Porque hay una cosa que es insoslayable: o
nuestros pueblos se unen y constituyen el gran bloque continental que llamamos
Patria Grande o nuestros hijos y nietos serán ilotas, esclavos, material de
descarte del mundo que hoy se está constituyendo.
Fuente: Nac & Pop