Por Gabriela Cerruti
El gobierno de Mauricio Macri construyó un
sistema totalitario que se mete en la vida privada de todos a través de las
redes sociales y del control de los medios de comunicación. Todos tenemos miedo
de algún poder arbitrario que puede castigarnos sin que sepamos por qué.
Hay una crisis general de los medios
tradicionales en el mundo. Ya no pueden seguir existiendo tal como se los
conocía hasta ahora. En la actualidad, las sociedades se comunican de otra
manera, y esto no tiene que ver sólo con las redes sociales ni con las nuevas
tecnologías sino también con una democratización de la palabra. Siempre en la
historia, cada vez que apareció una nueva forma de comunicación, rápidamente
algunos pocos se convirtieron en dueños y las grandes mayorías terminaron
siendo espectadores. Pasó con la imprenta y pasó con la televisión.
Frente a esto tenemos un gran desafío:
apropiarnos de esta nuevas formas de comunicación para que no ser sólo usuarios
o lectores de las redes de otros. Para que podamos construir, sostener y
difundir nuestras propias voces.
El gobierno de Mauricio Macri construyó un
sistema totalitario que se mete en la vida privada de todos a través de las
redes sociales y del control de los medios de comunicación.
El totalitarismo, tal como lo definió Hannah
Arendt –que analizó el fascismo y el nazismo del siglo veinte– se metía en
todos los espacio de la vida íntima, al punto de provocar miedo de lo dicho o
de lo hecho incluso al estar con un amigo en la propia cocina de la casa.
Durante la última dictadura militar argentina lo
más terrible fue la muerte y la desaparición de personas. Pero el método que se
usó, que inyectó el miedo en toda la sociedad, fue la arbitrariedad. No se
sabía por qué podías desaparecer. Entonces empezaban los mitos: era porque
estabas en la agenda de alguien, o porque habías leído a Mafalda, o porque
tenías en tu casa determinado libro. Cualquier cosa que hacías cotidianamente
podían ser motivo de secuestro, tortura o desaparición
En algún sentido, eso es lo que está pasando
hoy. Los casos más resonantes, como el de Amado Boudou –que fue detenido en su
casa mientras dormía sin tener ni siquiera un pedido de indagatoria–, o el del
chico que detuvieron por escribir un tuit contra Macri, son ejemplo de esto.
Todo se vuelve muy peligroso cuando empieza este
nivel de arbitrariedad de la justicia, este nivel de control de los medios de
comunicación y esta justificación ideológica y de valores de todo lo que está
pasando: ‘por algo será’ que lo detienen, ‘por algo será’ que le dan la prisión
preventiva.
Fuente: Nuestras Voces