Metodología de la infiltración y la desaparición
forzada
La escalada represiva proviene de la propia naturaleza
suicida del programa económico que no cierra sin violencia. La actitud
oficialista confirma la desaparición forzada de Santiago Maldonado a través del
arsenal de pistas falsas desplegado por medios monopólicos, la infiltración de
provocadores en marchas y las feroces “razzias” policiales.
Por Raúl Zaffaroni / La Tecl@ Eñe
Estamos asistiendo a algo que, en verdad, no
creímos volver a ver. A los veteranos nos produce una sensación extraña, porque
por un lado nos entristece y por otro nos rejuvenece, aunque no del modo que lo
desearíamos. Vuelven antiguas técnicas represivas, para cuya defensa nos
habíamos entrenado hace décadas: infiltran provocadores, detienen a mansalva a
quienes se quedan en la zona después de la desconcentración, inventan
“terroristas” (ahora Mapuches-kurdos), desmoralizan para que la ciudadanía se
asuste y no vaya más a concentraciones, que sólo vayan los muy comprometidos y
de ese modo reprimirlos, etc.
En tiempos pasados, entre otras cosas, se sabía
cómo detectar a los infiltrados y sacarlos no muy cortésmente, también que
debíamos desconcentrarnos en orden y en grupos y rápidamente, no quedarnos en
la zona, pero hoy eso se ha olvidado, porque por fortuna pasaron unos cuantos
años sin que estas burdas maniobras de “inteligencia/represión” se llevaran a
cabo.
Vivimos largos años de democracia y libertad,
que ahora parece que en la ola regresiva desatada por esta manifestación
subdesarrollada del totalitarismo corporativo plutocrático que vivimos parecen
querer tocar a su fin.
Dado que el programa económico entreguista,
corrupto y suicida de la actual administración no cierra sin represión, hace
mucho que vengo advirtiendo sobre la necesidad de cuidar a los jóvenes, porque
no saben de eso, dado que han tenido la suerte de nacer y crecer en democracia,
con gobiernos que, con sus más y sus menos según las épocas, mantuvieron en
general las reglas del juego correspondiente a esa forma de convivencia y
coexistencia.
Lamentablemente, eso parece que se pretende
cerrarlo con una vuelta al pasado sin innovaciones notorias, sino con las
mismas viejas y primitivas metodologías de aquellos tiempos; no sólo veinte,
sino incluso cuarenta años no son nada.
La torpeza de una represión desproporcionada a
los Mapuche armados con palos y palas, indica una clara incapacidad técnica
policial, pero si algo nos hace sentir que lo de Maldonado es en realidad una
desaparición forzada es, precisamente, la grosería del propio oficialismo: no
podemos pensar en otra cosa cuando la negativa es demasiado enfática, aparecen
los “kurdos”, se inventa lo de Entre Ríos, la sangre en lo del puestero, el
cadáver que se le quiere echar a los chilenos, las declaraciones de camioneros
misteriosos, la indagación sobre la vida de la víctima, en fin, todo el arsenal
muy propio e inconfundible de la metodología tradicional de encubrimiento de
desapariciones forzadas. Es la actitud oficialista la que nos dice a gritos que
lo de Maldonado es una desaparición forzada, y esto lo confirma la infiltración
de provocadores, la “razzia” posterior y la consiguiente publicidad de los
medios monopólicos del corporativismo plutocrático local.
De todo esto debemos extraer conclusiones: el
régimen que se nos quiere imponer está sobreactuando disfuncionalmente para sus
propios planes, no tiene prudencia en su propio manejo de la represión: si por
un instante nos ponemos objetivamente en la posición del oficialismo, es claro
que de momento no le es necesario llevar la represión hasta esos límites,
porque sus planes no corren peligros actuales: tienen el ejecutivo, manipulan
al Congreso y a la justicia, tienen de su lado a los medios monopólicos, llevan
a cabo sus negociados y blanqueos impunemente, no les falta nada.
Estoy seguro de que el peligro provendrá un día
de la naturaleza irremisiblemente suicida de sus propios programas, como
sucedió con Martínez de Hoz, con Cavallo y también en muchos otros países del mundo, en que la defraudación tocó
techo y la realidad derrocó a los hasta ese momento poderosos. Pero nadie puede
creer –salvo el propio oficialismo- que una movilización lo haga tambalear
cuando se encuentra en su esplendor y se cree eterno.
Sin necesidad objetiva abusa exagerando el grado
de represión y, para colmo, lo hace con una manifiesta carencia de técnica
policial, desenterrando groseramente métodos viejos. Pero todo eso es
peligroso, porque si no se detiene va a producir otros hechos desgraciados
incluso sin necesidad objetiva para sus propios planes plutocráticos.
Ante esta verificación, cabe insistir en lo que
vengo advirtiendo desde que conocí el plan económico y de inmediato caí en la
cuenta de que no cierra sin represión, aunque debo confesar que no era
previsible el abuso disfuncional actual, lo que agrava el peligro, porque le
resta toda adecuación a fines.
Ante estos riesgos, es necesario advertir a los
jóvenes, enseñarles cómo defenderse de las viejas técnicas, deben saber
detectar provocadores, no responder a ninguna provocación, controlar a cualquier
“loquito” propio, desconcentrarse en orden, en grupo y rápidamente,
perfeccionar técnicas de lucha no violenta, en una palabra, deben aprender a
cuidarse, como lo hacíamos los veteranos en otros tiempos. No podemos admitir
ni una víctima más y de momento insistir: ¿Dónde está Santiago?
Buenos Aires, 6 de septiembre de 2017
Fuente: Pájaro Rojo