“Sin participación de la sociedad, el proceso
con el Eln no va”
Nicolás Rodríguez Bautista y Antonio García,
integrantes del Comando Central del Ejército de Liberación Nacional (Eln),
defienden la agenda de los diálogos en curso con el Gobierno y rechazan “que se
intente desviar la discusión de los temas esenciales”.
¿El Eln de verdad quiere negociar o ustedes le
están tomando el pelo al país?
Nicolás: Nosotros estamos absolutamente
convencidos de que el futuro de Colombia no es la guerra sino la paz; en ese
sentido, no solamente ahora sino desde hace 26 años nunca hemos “ido de caña”,
porque eso sería irresponsable ante el país y ante el mundo. Ahora, lo que pasa
es que negociar lo entendemos como la disposición de ambas partes a hallar
puntos de encuentro.
Este conflicto de 53 años ha afectado tanto a la
sociedad que no concebimos la negociación como un asunto bilateral, sino que es
indispensable que se comprometa a todos los sectores de la sociedad, pero no a
firmar lo que otros acuerden, sino a diseñar el proceso, a participar en él y a
implementarlo.
La percepción general es que las demoras en este
proceso han sido culpa del Eln…
Antonio: El Gobierno inicialmente nos propone un
tiempo de respuesta a una propuesta a sus condicionamientos. Le entregamos al
mes la respuesta y el Gobierno demoró siete meses en asistir a la reunión. Ahí
formalizamos las negociaciones y quedamos que el 23 de abril se instalaba la
mesa exploratoria, y aparecieron ocho meses después; es decir, fueron 15 meses
perdidos. Cuando firmamos la agenda en marzo de 2016, quedamos que en mes y
medio se abría la fase pública y terminó posponiéndose para finales del mismo
año.
Todo eso ha sido por el mal manejo deliberado
del uso del tiempo del Gobierno. Nosotros hemos cumplido con exactitud todas
las citas que se han colocado, pero no podemos decir lo mismo del Gobierno. Ahí
están los documentos firmados, no es invento nuestro.
¿El Eln está realmente unido? ¿O “Pablito”, de
Arauca, representa una línea diferente?
Nicolás: El Eln está sentado para dialogar según
el mandato del V Congreso del Eln. En ese sentido, existe una delegación
compuesta por un miembro del Comando Central, otros comandantes y otros
compañeros de la organización. Siempre hemos conocido el argumento perverso que
se agita por varios medios sobre una supuesta división. En el Eln existe la democracia,
que permite que se discuta, pero hay un mandato del Congreso y un Comando
Central que, basado en los congresos, aplica una línea y todo el mundo acata.
Los congresos producen planes de trabajo y uno
de ellos es el trabajo de la Mesa de Diálogos. Entonces, todos los frentes de
guerra están respondiendo a plenitud. Es un invento decir que este camino del
proceso de paz genera divisiones o desacatos de las estructuras del Eln. El
comandante Pablo (en referencia a Pablito) ha hecho declaraciones en este
sentido. Así, el COCE y Pablo Beltrán, en la Mesa de Diálogo, representan a la
totalidad del Eln.
Antonio: En el V Congreso fueron delegaciones de
los ocho frentes de guerra más las estructuras especializadas, fueron
delegaciones elegidas por cada uno de los frentes guerrilleros y las unidades
militares. A este congreso asistió toda la organización y definió las políticas
y un plan de trabajo, para cómo abordar el tema de la solución política. El
conjunto de los asistentes nombraron una Dirección Nacional y un Comando
Central, en una votación secreta a varias vueltas.
Este ha sido el Congreso donde mayor unidad se
presentó dentro del Eln, referido al tema de la solución política. El Eln está
completamente unido en cuanto a la estrategia que se está llevando, nunca antes
se había dado tal nivel de unidad. No hay un documento secreto, hay una sola
resolución sobre cómo tratar el tema de la negociación política. Y el Comando
Central tiene que responder a esa definición del congreso, no puede haber una
política distinta.
Pero el Frente de Guerra Occidental del Eln
parece que no se siente representado en la delegación del Eln…
Nicolás: Lo que dijo uno de los comandantes de
allá y en lo que nosotros estamos de acuerdo, es que sobre el proceso de paz
existían preocupaciones, sobre todo por la falta de seriedad del Gobierno y por
la debilidad del Gobierno de representar al Estado en un proceso serio y
duradero. Esa no es solo una preocupación del comandante que expresó eso. Por
eso estamos en un proceso exploratorio. ¿Por qué exploratorio? Porque no
encontramos ni la fortaleza del Gobierno ni la voluntad de la clase en el poder
para llegar a un acuerdo de paz que signifique un punto de encuentro.
No se trata de reducir a la insurgencia, ni de
llevarla a que pacte algo que no sea un proceso de paz satisfactorio para la
sociedad. Esa preocupación la tenemos todos. Pero eso no quiere decir que
vayamos a renunciar a buscar la paz o que nos vayamos a levantar de la mesa. No
nos vamos a parar. Pero además, nuestros esfuerzos por la paz van más allá de
este Gobierno.
Ustedes han reconocido que han causado dolor en
la población civil y están dispuestos a darle la cara al país. ¿Qué mensaje les
dan a las víctimas del Eln?
Antonio: En la agenda hay un punto donde se dice
que la solución del conflicto no puede pasar de largo sin tratar adecuadamente
el tema de las víctimas. Y que esto debe tratarse con el espíritu, casi que
doctrinal como se ha tratado en el mundo, basado en la verdad, la justicia, la
reparación y el compromiso de no repetición; entendiendo que es la comunidad de
víctimas quien debe estar en el centro.
No puede entenderse que el tema de víctimas
pueda tocarse a través de representaciones. El Eln no es el que tiene que decir
cómo se hace; a nosotros nos toca responder por lo que se haya podido causar.
Será la comunidad de víctimas la que diga lo que pasó, que las víctimas asuman
el rol principal en el tratamiento, en la metodología, en proyectar el tipo de
justicia que se requiere.
Nicolás: Hay un alto número de víctimas en los
territorios en los que estamos, que no están aún incluidas, por diversas
razones, en las organizaciones de víctimas. Hay gente con temor por el
asesinato de víctimas. El proceso de paz debe dar certezas. Nosotros, como
partes que estamos en la mesa, llamamos a que haya garantías, que se les tenga
en cuenta, se les respete y se les estimule a participar en el proceso de paz.
A la sociedad le preocupa el tema del secuestro
con sus discusiones políticas, jurídicas y éticas.
Nicolás: Nosotros preferimos hablar, como
rebeldes, de la privación de la libertad, privación que todos los estados
llevan a cabo y que hace parte también de nuestra realidad como rebeldes:
privación de la libertad por razones jurídicas, en los casos en que se afecta a
las comunidades o a la legislación insurgente.
Mientras seamos rebeldes y no contemos con otros
recursos económicos, estamos convencidos de la privación de la libertad por
razones económicas: los más pobres, de los que recibimos el respaldo directo en
los territorios, no tienen condiciones económicas para subvencionar este
ejército; eso necesariamente hace que cobremos una especie de fianza a quienes
consideremos objeto de ella, porque su acumulación económica sea ilegal, sea
fraudulenta, sea a base de corrupción o sea explotando a la población.
Consideramos esto como parte del derecho que nos
asiste a conseguir las finanzas para subvencionar la lucha rebelde. Nosotros
entendemos y no pedimos que la gente comparta o acepte esa práctica; entendemos
que es fuerte, como es fuerte un montón de realidades de la guerra: los
muertos, los heridos, los desaparecidos, los desplazados. Todos esos son
dolores de la guerra; por eso queremos la paz, para superar toda esta realidad.
Hay informaciones de que grupos de ustedes están
vinculados al narcotráfico, ¿cuál es la posición oficial del Comando Central?
Nicolás: Desde hace más de veinte años fijamos
posición pública al respecto y todos los congresos han ratificado lo mismo: el
Eln tiene como política un deslinde categórico con el narcotráfico. Ese es el
consenso en el Eln. Los revolucionarios creemos que debemos tener autoridad
moral en nuestro comportamiento y consideramos que el narcotráfico es uno de
los grandes males del mundo: con el narcotráfico se financian las guerras,
incluso por quienes más hablan de derechos humanos. Los grandes perjudicados con
este fenómeno son los sectores humildes. Entonces no concebimos esa práctica
como lícita y menos para los revolucionarios. Nuestra disciplina es severa para
garantizar que se cumplan la decisión de los congresos.
Siempre hemos encontrado esa acusación, especialmente
por parte de los militares. Desafortunadamente la carencia de unos medios de
comunicación más investigativos hace que se den por ciertas las acusaciones de
los militares y se reproducen. Es fácil agarrar un cargamento y decir: es del
Eln. El Eln no tiene ni cultivos, ni cocinas, ni laboratorios, ni rutas del
narcotráfico. Nos sentimos con la autoridad moral para levantar la frente ante
el mundo.
Antonio: El consumo de sustancias ilícitas es un
fenómeno económico y de salud pública, no es un problema moral. Desde el punto
de vista económico, consideramos que se debe legalizar, como se hizo con el
tabaco o con el licor. Sobre la salud, se debe entender como una enfermedad.
Las soluciones necesariamente tienen que estar referidas a sus consecuencias,
no podemos decir que la salida es la erradicación.
¿Por qué la gente siembra? Porque no tiene otra
alternativa económica, no hay semillas, no hay abonos, no hay vías. Con el
Tratado de Libre Comercio, es más barato comprar el maíz que viene de los Estados
Unidos que el que viene de una vereda de Colombia. Lo mismo el arroz y todo lo
demás. Si le van a quitar la mata de coca a la gente, a la fuerza, los van a
condenar a la miseria. Si se opta porque no haya cultivos, que en algunos casos
hemos apoyado, debe hacerse consultando con la gente, con su consentimiento y
participación. Y viendo qué alternativas tienen los campesinos.
Uno de los puntos de la mesa es la
participación, pero siento que la mesa no tiene doliente…
Nicolás: Yo creo que, aparte del que usted dice,
hay otro fenómeno: la falta de garantías de seguridad para la participación.
Mucha gente dice: si nos visibilizamos, si saben quiénes somos y el proceso no
prospera, ¿qué va a ser de quienes nos comprometamos en serio en esa
participación? Creo que eso pesa bastante. La gente encuentra la dilación del
Gobierno y eso siembra muchas dudas.
Por ejemplo, produjo un gran impacto negativo
que después de que se presentara la agenda del diálogo en Caracas, en marzo de
2016, el Gobierno asumió una imposición unilateral, que está fuera de lo
definido. Eso causa bastante zozobra. Lo decimos porque mucha gente nos lo ha
planteado: hasta dónde lanzarse por adelantado, teniendo en cuenta que aquí a
la gente se le mata por ser crítico. Se requiere una postura clara del Gobierno
de Santos para permitir que se eche a andar la participación de la sociedad.
Antonio: La participación de la sociedad no ha
arrancado, pero el país debe tener claro que, sin participación de la sociedad,
de manera activa y protagónica, el proceso con el Eln no va. El Eln no se le va
a medir a cualquier tipo de participación de la sociedad; entendemos que lo que
hay en Colombia es una ausencia de democracia, que es lo que busca una solución
política, generar una nueva dinámica política donde la realidad del país pueda
ser discutida por el conjunto de la sociedad, que pueda formular propuestas de
transformaciones básicas.
Y se debe superar lo que el Gobierno ha
convertido en costumbre: negociar con un sector de la sociedad, firmar un acuerdo
y luego no cumplirlo. Eso se volvió costumbre con los maestros, con los
sindicatos, con las regiones. El centro de la democracia es escuchar lo que la
gente propone. Y un acuerdo no puede ser un acta de intenciones, como la
Constitución Política. Se acuerda para cumplir, se escucha para abrir caminos
de transformación.
En relación con la experiencia de las Farc, se
perdió el plebiscito, se renegociaron los acuerdos y ahora la Corte
Constitucional afecta la aprobación parlamentaria. ¿Cómo leen ese proceso?
Nicolás: Son dos procesos bastante diferentes,
en metodología y en alcances. Los compañeros de las Farc son ahora una
organización con bastante espacio legal y ya están en la implementación de
acuerdos definidos. Por supuesto están las dificultades que usted menciona:
gana el No en el plebiscito, luego viene una disminución del contenido y la
esencia de los acuerdos, después la Corte no acepta la aprobación en paquete y
los acuerdos quedan para que se aprueben uno a uno en el Congreso. Eso ha impactado
a la sociedad colombiana, a las Farc y a la insurgencia. Lo que se acuerda en
la mesa y se lleva al país y a la base de las Farc es una cosa, y lo que hoy
existe es otra.
Nos preocupa la capacidad del Gobierno, no solo
para aprobar sino para mantener lo que se acuerde, y eso afecta la mesa de
Quito. Y eso genera incertidumbre en el país y en el exterior, porque no tiene
sentido firmar unos acuerdos para que después no se cumplan. Creemos que hay un
fraccionamiento de poderes: no solamente hay fuerzas en el poder que cuestionan
los acuerdos, sino que se empeñan en desbaratarlos, como es la consigna del
uribismo, de volver trizas los acuerdos. Nosotros leemos serenamente esas
realidades para no hacer lo mismo, sin que eso quiera decir que renunciamos al proceso.
Nos mantenemos, no nos vamos a levantar de la mesa. Pero para que el acuerdo
sea duradero, un proceso de paz debe ir mucho más allá de un gobierno y debe
comprometer a los estamentos esenciales del Estado.
Antonio: La realidad nos coloca en ópticas
distintas: ya las Farc están actuando en la legalidad y su óptica es defender
unos acuerdos; el Eln sigue siendo una organización rebelde alzada en armas,
que lo único que tiene es un acuerdo de agenda. Hay gente en el campo que ve
los acuerdos de una manera diferente a como lo ve la oficialidad de las Farc,
organizaciones sociales tienen otra manera de leer los acuerdos, no hay una
lectura homogénea. Ojalá todo salga lo mejor posible para Colombia y para el
bien de la sociedad.
Ahora, el Eln tiene que pensar que lo que se
firme no sea un papel que no impacte la realidad de Colombia. Se trata es de
resolver un problema de orden político. Habría que mirar si (con el proceso de
las Farc) va cambiando la realidad o, simplemente, se va quedando en el campo hipotético.
Es muy fresco lo que ha acontecido, pero todo el mundo está expectante sobre
qué va a pasar.
Hay noticias de un trasvase de miembros de las
Farc al Eln, que ustedes han copado zonas de las Farc…
Nicolás: Eso no es cierto, que haya hombres de
las Farc haciendo fila para incorporarse al Eln. Las dos organizaciones, si
bien fuimos fuerzas guerrilleras durante más de cincuenta años, somos troncos
históricos diferentes, metodologías diferentes, maneras de ser diferentes en la
relación con el mundo que nos rodea. Un guerrillero de las Farc y uno del Eln
no son lo mismo, no vemos los procesos de paz de igual manera. Incluso si
hubiese hombres de las Farc que se dispusieran a entrar al Eln, eso no es un
asunto mecánico.
Hay una alta preocupación en la población, que
hace llegar su voz de angustia al Eln: las zonas que dejaron las Farc no han
sido copadas por las fuerza pública sino por grupos paramilitares y por grupos
delincuenciales, algunos que se están presentando como del Eln y como
disidencia de las Farc. Pululan grupos que la gente no sabe quiénes son.
Nosotros no tenemos tanta capacidad para copar todos los territorios que
dejaron las Farc. Tampoco descartamos presencia nuestra en algunas regiones,
porque si hay solicitud de alguna población pues tampoco podemos hacer oídos
sordos.
Antonio: En muchas zonas coincidíamos con las
Farc en esos territorios, pues el Eln seguirá estando y manteniendo la
incidencia política y de apoyo a resolver los problemas. Hay solicitudes de
regiones donde por inseguridad la gente dice que la guerrilla hace falta porque
no hay quien resuelva problemas. Y también el Eln es autónomo para decir para
dónde anda.
¿Cómo ven las elecciones del 2018? El Centro
Democrático no aceptaría los acuerdos y Cambio Radical dijo que ustedes deben
aprovechar el cuartico de hora que les queda…
Antonio: Es bueno saberlo, mire que quien llama
a la guerra no es la insurgencia, sino unos sectores de la clase gobernante.
Una parte importante de la sociedad quiere que continúe el proceso de paz y
nosotros nos movemos en esa óptica, pero una paz que proyecte seguridad a largo
plazo hay que discutirla muy bien.
Hay un abanico amplio de sectores alternativos,
democráticos, de centro. Quizás por primera vez en Colombia estamos ante un
replanteamiento de la política electoral, que va a depender mucho de alianzas y
de convergencias, que dé opciones a los marginados de Colombia. Somos de la
opinión de que la política tiene que ser más esperanzadora. Ojalá esta campaña
política que se abra sea para apoyar la paz.
El paramilitarismo sigue siendo una realidad
creciente en Colombia. ¿Cuál es su postura?
Nicolás: Si el paramilitarismo existe es porque
encuentra complacencia, respaldo, connivencia o anuencia, de alguna manera,
entre los agentes del Estado y esas fuerzas paramilitares. Si no fuera así,
esas fuerzas no existirían. El problema es cómo observar, entender y
desenmascarar el fenómeno para poder enfrentarlo. Esas fuerzas guerreristas que
hablan de volver trizas los acuerdos y levantar la mesa de Quito son las que en
diferentes momentos han tenido mayores compromisos con el paramilitarismo, pero
no son los únicos. Ese fenómeno amenaza la paz en Colombia. Sabemos por fuentes
fidedignas, que esos grupos se están apoderando de rutas estratégicas del
narcotráfico, pero también sabemos que están de la mano de agentes del Estado.
Antonio: Ya no es el mismo paramilitarismo de
los años noventa, pero sí obedece a una política de Estado, agenciada desde
Estados Unidos. El mismo Myles Frechette (exembajador de los Estados Unidos en
Colombia) en sus últimas declaraciones lo ha dicho, lo ratifica. El paramilitarismo
ha ido mutando, pero es una modalidad operativa para realizar operaciones
encubiertas por parte del Estado, es un arma para enfrentar fenómenos políticos
como la protesta social y, de carambola, para enfrentar la insurgencia armada.
Hay una mutación en el sentido de que también
hay capitales del narcotráfico, del agro, de la industria, que gravitan en
torno del fenómeno del paramilitarismo o de fenómenos de seguridad territorial.
Las armas se usan para defender riquezas, proceso de acumulación, para defender
transnacionales: caso Drummod, caso Chiquita Brand, o control territorial donde
se negocia con las bandas el microtráfico. En Colombia hay una diversidad de
expresiones que lindan con el paramilitarismo. También el ejército los sigue
usando. No estamos frente a ese fenómeno viejo de los (hermanos) Castaño, pero
todas esas expresiones están muy imbricadas en lo que son la seguridad y un
modelo de acumulación.
Fuente: El Espectador. Colombia