Enviado por el autor, Jorge Luis Ubertalli para
los lectores de Utophia
Según el diccionario de sinónimos, legal se
homologa con lícito, legítimo, permitido, autorizado, admitido, vigente.
Legítimo es a su vez análogo de lícito, justo y legal. Ambos términos
parecerían ser sinónimos. Sin embargo, legítimo admite como sinónimo a
auténtico, verdadero, genuino, y como antónimo a adulterado, falsificado,
espurio y falso.
Legal y
legítimo no son sinónimos. Lo falso puede ser legal, pero no legítimo. Lo legal
puede ser adulterado y falsificado, lo legítimo no. En el concepto Legítimo se
halla implícita la verdad y la justicia, que puede ser o no legal.
Esta dicotomía no se constituye en un ejercicio
palabreril por sí, sino que se esgrime para diferenciar la denominada
legalidad del macrismo en su conjunto, de la legitimidad del mandato que ejerce.
Un tránsfuga puede ser legal pero no legítimo. Y ahí está el quid de la
cuestión.
Legalidad y legitimidad
Como la política tradicional se maneja en
términos mercantiles, en cuanto los sujetos se hallan presentados como
mercancías que podrían satisfacer necesidades sociales, mercancías cuyo
envoltorio se encargan de confeccionar agencias publicitarias y gabinetes de
operaciones psicológicas, o unas coberturizadas en otros y viceversa, tomaremos
como ejemplo de legalidad y legitimidad, en términos no equivalentes, el pasaje
de El Capital, de Carlos Marx, Tomo 1, en cuanto al peso del metal precioso- en
este caso el oro- en relación a su comportamiento como patrón de los precios de
las mercancías, elementos éstos en los cuales se transfiguran en el sistema
monetario- convencional- los valores mercantiles. Marx escribe: “Vemos que el
patrón de uso para los pesos de los metales” (oro en este caso N. de R.)
“también sirve, con su nombre y sus subdivisiones, como patrón de los precios.
Pero ciertas circunstancias históricas provocan modificaciones”. Entre ellas,
el pensador enumera “la falsificación del dinero por los reyes y príncipes,
prolongada durante siglos, y que solo conservó el nombre del peso primitivo de
las monedas” (página 111, Cartago, 1974). O sea, que el peso de una libra
esterlina- la libra es una medida de peso anglosajona- puede ser menor debido a
estafas de los gobernantes. El peso de una libra no es legítimo, entonces,
puesto que se diferencia del peso real de la misma. Pero es legal, por
validación de la ley y por validación social. Lo legal y lo legítimo, entonces,
no son sinónimos.
Si transpolamos estos ejemplos mercantiles a lo
político, que, como dijimos, en la democracia tradicional, capitalista, se
presenta como juego de mercancías humanas en busca de un “target” consumidor,
observamos que el gobierno de Macri y sus acólitos no es legítimo. Puede ser
legal pero no legítimo, o sea es falso. Espurio, falsificado, por las promesas
pre electorales no cumplidas y por ser objeto de leyes mercantiles y no de
voluntades populares con libertad para elegir, puesto que esas voluntades han
sido manipuladas con falsas promesas no cumplidas y otros elementos funcionales
utilizados para disfrazar la mentira.
Por lo tanto, es perfectamente legítimo, tal
como hubiera sido el devolver a la libra esterlina su peso real para que
expresara cabal y justamente el precio- expresión monetaria del valor- de una
mercancía, el deslegitimar al macrismo y sacarlo de circulación a través de la
rebeldía popular.
Fetichismo democraderil
La democracia tradicional, denominada burguesa,
es histórica. No existió siempre, sino cuando la burguesía, como clase
dominante, tomó el poder desplazando a los señores feudales. Como todo elemento
histórico, la democracia, tal como la expresamos, se fue desvalorizando igual
que las monedas citadas anteriormente, se fue deslegitimando al perder
sustancia real y convertirse en una virtualidad sin sustento legítimo. Al igual
que los metales preciosos en su época de oro, fue fetichizada, o sea, provista
de un valor que no es intrínseco, legítimo, sino producto de una aceptación
social a la que se impone aceptar, con el concurso de los empresarios dueños
del capital y sus medios de información, como algo absoluto y perfecto en
cuanto a representar la voluntad colectiva de los hombres de convivir de
acuerdo a sus leyes y valores. Leyes y
valores impuestos, como dijimos más arriba, por quien engendró históricamente
la democracia formal: la burguesía, propietaria del capital, hoy universalizada
en su máxima expresión en las compañías privadas económico-financieras
multinacionales y los Estados capitalistas imperiales que se hallan a su
servicio.
Así como el precio de las mercancías, como
representación de su valor ( que se fija de acuerdo al trabajo humano social
medio para producirlas en circunstancias históricas específicas), no representa
a éste por cuanto en el marco de la democracia tradicional se fija de acuerdo
con las leyes del mercado- oferta y demanda, etc.-, la democracia
representativa, como reflejo de esta relación mercantil valor-precio, no es la
verdadera forma de expresión popular, puesto que sus representantes, tal el
gobierno macrista y otros similares, son solo reflejos legales, no legítimos,
de los genuinos intereses mayoritarios. La democracia tradicional deificada es
un fetiche, y no refleja las contradicciones y problemas del mundo real que
pretende representar, en relación con su constitución clasista, expresada
en las contradicciones antagónicas
entre explotadores y explotados, oprimidos y opresores, colonizadores y
colonizados, parásitos y trabajadores ocupados o desocupados, en sus distintas
acepciones históricas y nacionales.
El macrismo no es legítimo, y debe ser
erradicado por la fuerza popular. Luego de su erradicación, se edificará una
nueva legalidad, que será legítima, en el marco de la creación de nuevas
herramientas legales que reflejen objetivamente la realidad del país de las
mayorías populares.
Devolverle al pueblo y la nación su propio peso,
adulterado por los estafadores mandantes, es obra del propio sujeto colectivo y
su vanguardia revolucionaria.
Quebrar la ilegitimidad al palo, terminar con
los tránsfugas ilegítimos, es la tarea que nos debemos imponer.
28/10/2016
Fuente: Alainet