En primer lugar se escucha un audio donde el juez Rafecas explicaba su fallo y afirma que "no hay ninguna evidencia que revele que el gobierno argentino (por el gobierno de Cristina Kirchner) tenía alguna intención de perturbar, afectar o encubrir la labor de la justicia argentina, sino que era al contrario", "el gobierno argentino agotó todas las instancias para lograr que la causa Amia avance".
Luego Víctor Hugo se refiere al derrotero de la denuncia de Nisman, que califica como un "esperpento", que fue desestimada por varios jueces y la Cámara. Y que de pronto, el establishment, los que firmaron la solicitada, salieron a la carga otra vez con el mismo tema. Y también la Daia, que se lanzó a la persecusión del juez Rafecas.
Agrega el periodista Gustavo Campana, que además de la denuncia de Nisman, había un dossier, que el fiscal presentó en los medios cuando regresó al país para presentar la denuncia, que es un mamarracho donde él habla en tercera persona y llena de condicionantes políticos.
Finalmente hay una intervención del juez Zaffaroni que señala que "lo que se quiere es presionar a la justicia; estamos resucitando el 55 sin los fierros de los milicos y que el revanchismo se podría llevar a cabo de una manera más disimulada pero quieren demostrar que están haciendo estas arbitrariedades". Escuchar Audio
¿Cuántas derechas hay en la Argentina? A
una de ellas nos referiremos en esta declaración, apenas algunas de las tantas
que existen, aquí y en el mundo, en las que sin duda hay también hombres y
mujeres con quienes la discusión sería otra si no se apartaran tanto de un
pensamiento regido por un mínimo criterio de razonabilidad. Como tantas veces
se dijo, la esencia de todo núcleo civilizatorio supone que impere la justicia.
¿Pero de qué modo? ¿Llamando “deber cívico” a una penosa solicitada sin
fundamentos serios, o mal interpretando lo que es justamente uno de los
escritos más sólidos de un miembro destacado de la justicia argentina, como el
doctor Daniel Rafecas?
La justicia debe ser entendida como una
búsqueda incesante, y es en sí misma esa búsqueda la que recorre toda la
historia, como un mandato escrito pero también forjado por un saber profundo.
Es el saber que se sostiene con la sola fuerza de una intimidad que siempre nos
ronda. Habita en nuestra conciencia, que no puede ser un agujero negro. Pero
otra cosa es cuando las derechas clásicas se alborozan en su propio mar de
desmesura.
Veamos un caso específico. La solicitada
contra el Juez Rafecas, está firmada por numerosos representantes del
áulico conservatismo argentino, jueces, periodistas, políticos, con biografías
matizadas por distintos rangos de desacierto o imprudencia. ¿Por qué razón se
agitan? El juez Rafecas se halla entre los más probos y capacitados de la
historia judicial contemporánea del país. Quizás, en este momento donde todo
enunciado (jurídico, social, económico, moral) está destinado a pasar por un
proceso de trituración especializada (tanto de los servicios de inteligencia
como de un numeroso batallón de operadores en acciones de difamación) vale la
pena recordar cómo este juez habla siempre con el específico sostén de sus
conocimientos sobre la cuestión penal en casos de genocidio.
Uno de sus libros, unánimemente saludado
por muchos que ahora cuestionan su persona, analiza con rigor las acciones de
criminalidad durante el régimen del nazismo, mostrando los movimientos de su
condensada trama jurídica, que progresivamente iba involucrando a una densa
capa funcionarial, a fin de proveerle un absurdo sustento jurídico al
Holocausto. Era “un nuevo tipo de derecho”. Rafecas ha escrito así un volumen
de gran precisión sobre la cuestión penal en el Holocausto.
Reflexiona con singular originalidad sobre el sistema penal puesto al servicio
de una acción que vulneraba la forma esencial de la justicia. Ahora, su
dictamen sobre el caso Nisman sigue esta misma rigurosidad, observa con una
precisión impresionante las deficiencias notables del escrito acusatorio de
este Fiscal, mostrando sus debilidades intrínsecas, no solo en materia de
pruebas sino de alteración de las mismas. Realiza un análisis pormenorizado de
los escritos de la causa, y descarta con minuciosidad la existencia de
cualquier plan de encubrimiento del atentado a la Amia, asentando y
demostrando la ausencia total de cordura específica que debería
albergar todo dictamen. Así como en su libro sobre la Shoá demuestra
como en la ley puede haber una criminalidad indiferente que pasaba por
instancias burocráticas de todo tipo, en su análisis de las páginas
improvisadas escritas por Nisman y el tratamiento posterior que recibiera por
otros fiscales –donde se ha comprobado el empalme indebido de escuchas
telefónicas-, revela de qué modo las pobres evidencias existentes demuestran lo
contrario a lo que se les hizo forzadamente decir. No hubo, pues, tal “plan
criminal”, lo que pone bajo otra dimensión totalmente diferente la muerte del
Fiscal Nisman, y la necesidad de investigarla sin la tupida maraña de intereses
que desde hace tiempo se desencadenaron para afectar a los funcionarios
actuantes en aquel momento, en especial a Cristina Fernández de Kirchner.
Estudiando la madeja jurídica ficticia
que amparó un genocidio, Rafecas la llama “el gran agujero negro de la
modernidad”. Para el modo de discurrir actual del debate político argentino, la
forma en que la derecha nacional se apresta a interpretar este lamentable caso
–por implicar la dolorosa muerte de un fiscal-, significa realizar una
inculpación que representa una torpe maniobra en las tinieblas del Estado, del
sistema jurídico y de la sociedad, más allá de que los firmantes de la
solicitada, en muchos casos, se hayan apresurado a rubricarla sin considerar la
insensata significación de lo que estaban avalando. La destitución de un juez
independiente –la historia de sus fallos lo demuestra- adultera de una marea
trágica las instituciones del país. Rafecas deberá permanecer en su cargo, si
todos los argentinos hacemos lo que corresponda para ello. En cambio, los que
han asentado su firma sobre una versión local de ese agujero negro, lo ignoran
todo sobre derechos humanos y derechos políticos, con un grado de
irracionalidad preocupante. En esta trágica boca de pozo resultan deglutidos
los rasgos resistentes de la institucionalidad del país, los hilos conductores
de la razón crítica argentina, y del mismo Poder Judicial en su carácter de representante
del imperio de la prueba, la verificación y el sentido verdadero de las
acciones públicas. Momento triste y negro para la conciencia pública.
Espacio Carta Abierta
10 de septiembre de 2016