El comienzo del final
La caída ya es palpable y hasta se olfatea, no
sólo por los datos, el rostro de los transeúntes o las persianas bajas que se
multiplican: se evidencia en la desesperación de los que son gobierno. Los
amarillos pierden la compostura hasta en las situaciones que antes dominaban
tan bien, como la de mentir incansablemente y vomitar su desprecio de clase.
Por más maquillaje que destinen, las arrugas se notan, las ojeras rutilan y los
tics se acrecientan. Y no porque adviertan que están gobernando mal, sino
porque perciben que el latrocinio disfrazado de presidencia está llegando a su
fin. Pero esto no es todo: lo que más teme el Poder Real es que haber elegido a
Macri como representante –el menos hábil para el cargo- deja expuestas las
vampíricas intenciones de siempre y ya no las pueden disfrazar de nada.
Engañar tanto a la sociedad no es gratis.
Inyectar mucho odio puede producir un efecto rebote. Exigir al público tamaña
credulidad es la mejor forma de menospreciarlo. Seguir alentando las esperanzas
en un modelo que no despierta ninguna es la manera más eficaz de aniquilar un
país. Los medios hegemónicos hacen esto. Por eso instalaron tantas falacias que
se convirtieron en sentencias verídicas y condujeron a muchos votantes a optar
por la Revolución de la Alegría. Y después del balotaje siguieron alimentando
el idilio entre el mandatario electo con malas artes y los embelesados con el
Cambio. Un cambio que no era como lo pintaban, claro está. Por eso el verbo
‘cambiar’ y todas sus versiones hoy parecen palabrotas.
En realidad, el Gran Equipo ha trocado muchas
palabras de uso corriente en las peores blasfemias: esfuerzo, diálogo, verdad;
hicieron del amarillo un color vomitivo. ¡Hasta han hecho de los timbres
aparatos siniestros! Como una fuerza de ocupación se han apropiado de los
conceptos para torcerlos hacia el lado oscuro de La Grieta. Este gobierno
nefasto y todo el andamiaje mafioso que lo sostiene se han apropiado de muchas
cosas: del salario, de la dignidad y hasta de las vidas. Al récord de
endeudamiento, inflación y decadencia, el desgobierno de Macri conquistó el
puesto del más represor desde el retorno a la democracia: un asesinato cada 21
horas en manos de las fuerzas de seguridad del Estado. Y lo más grave es que se
enorgullecen de eso. De todo, por eso recitan que estamos por el buen camino.
El desbande se exhibe en las pantallas: los
periodistas acólitos que antes competían por el título del mejor macrista,
ahora se acusan entre sí por serlo demasiado. Lo que no abandona el discurso
dominante es su afán por envolver al mejor candidato: por ahora es Lavagna y
después será otro fulano que garantice obediencia. Pero ya estamos aprendiendo
que lo que Ellos señalan como bueno, para nosotros será lamentable.
Podredumbre expuesta
La desesperación comenzó en febrero, aunque
debería haber sido antes, por provocar tanto deterioro. La verborragia de
D’Alessio ante el empresario Etchebest empezó a desvelar una trama sospechada
pero nunca demostrada. Tirar del hilo fue tarea del juez Alejo Ramos Padilla y
su equipo, que encontraron en la propiedad del falso abogado y hábil espía
indiscreto un botín muy valioso. Ahora quieren voltear a tan entero magistrado
por haber narrado en la Comisión de Libertad de Expresión del Congreso una
podredumbre paraestatal que existe desde hace mucho. La premura por destituir a
Ramos Padilla hace que la organización ilícita de espionaje que involucra
agentes de inteligencia, jueces, fiscales y políticos ahora se interprete como
estatal.
Si el oficialismo no hubiese salido a tildar al
juez de kirchnerista o a defender con tan poco tacto al fiscal Stornelli; si
los medios acólitos no hubieran intentado minimizar el caso con la estupidez de
que todo fue organizado desde la cárcel; si hubieran asistido a la presentación
en el Congreso, no sería tan fácil predecir dónde termina el hilo. Pero cuando
el Servicio Penitenciario –que depende del Ejecutivo- no realizó el traslado de
D’Alessio al tribunal de Dolores por falta de combustible, la sospecha comienza
a fundarse. Más aun teniendo en cuenta la facilidad con que colmaban el tanque
de los vehículos y disponían de chalecos y cascos en los espectaculares
apresamientos de ex funcionarios K.
Como algo faltaba para llenar las sospechas de
certeza, el empresidente comenzó a orquestar el pedido de juicio político a
Ramos Padilla en el Consejo de la Magistratura. Los argumentos esgrimidos en la
solicitud firmada por el ministro de Justicia, Germán Garavano deberían dejarlo
fuera del cargo, como a muchos de los integrantes del Gabinete. Para el
funcionario, Ramos Padilla tuvo una “manifiesta actuación irregular y
violatoria de los deberes de imparcialidad y reserva que todo juez debe guardar
respecto de las causas que tramitan ante sus estrados y en resguardo de los
derechos de las partes involucradas”. Ellos esgrimen eso, cuando han consentido
que los titulares aparezcan antes que las resoluciones; cuando guardan silencio
ante las sentencias sin pruebas; cuando celebran las prisiones preventivas y
las condenas exprés y que hacen un show con cada allanamiento. Si Ramos Padilla
habló ante el Congreso fue porque el juez Ercolini lo obligó a la apertura del
secreto de sumario. Si quisieran una Justicia independiente en serio, se
preocuparían más por el trasfondo de esta historia y en lugar de cargarse a
Ramos Padilla, buscarían destituir a casi todos los habitantes de Comodoro Py.
Tan desesperados están los amarillos, que
impulsan un proceso de destitución a pesar de que no tienen mayoría en la
Comisión de Disciplina y Acusación del Consejo de la Magistratura. Cualquiera
que los apoye en esta maniobra, quedará manchado por complicidad con la mafia.
Los que contribuyeron a mantener la gobernabilidad con la aprobación de leyes
destructivas, deberán entender ahora que la gobernabilidad se consigue no
apoyándolos.
Fuente: Pájaro Rojo.
Gustavo Rosa https://apuntesdiscontinuos.blogspot.com/