Por Amy Goodman y
Denis Moynihan
Este 15 de enero Martin Luther King Jr.
cumpliría 89 años. Asesinado a los 39 años de edad el 4 de abril de 1968, su
vida –lamentablemente demasiado corta– cambió para siempre Estados Unidos.
Entre los hitos de su activismo se encuentran el Boycott al Servicio de
Autobuses de Montgomery en 1955, que puso fin a la segregación en el transporte
público, la organización de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la
Libertad, en 1963, donde pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño” y la
aprobación de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derechos
Electorales de 1965.
También fue importante su apoyo a la lucha de los
trabajadores de limpieza urbana de Memphis, Tennessee. Fue en el marco de una
marcha de los trabajadores barrenderos de Memphis en donde dio su último
discurso, la víspera de su muerte, el famoso discurso “He estado en la cima de
la montaña”. Con frecuencia se pasan por alto las posturas políticas cada vez
más radicales que King adoptó en sus últimos años, tales como oponerse a la
Guerra de Vietnam y forjar una alianza multirracial de todos los sectores
empobrecidos, a la que llamó Campaña de los pobres, que procuraba, tal como el
propio King decía, “una redistribución radical del poder económico y político”.
Ahora, medio siglo después, se ha formado nuevamente una coalición para
organizar a los pobres de Estados Unidos, inspirada en lo que King llamó “una
fuerza nueva y provocadora”, para luchar contra la pobreza y forjar cambios
significativos.
Esta renovación, llamada “Campaña de los pobres:
llamado nacional para un renacer moral”, presenta una audaz agenda: “Desafiar
los males del racismo sistémico, la pobreza, la economía regida por la guerra,
la devastación ecológica y la distorsión de los valores de la nación”. Al
frente se encuentra el reverendo Dr. William J. Barber II. Nacido solo dos días
después de la famosa Marcha sobre Washington, Barber creció en el marco del
movimiento por los derechos civiles. Durante más de una década se desempeñó
como presidente de la Asociación Nacional por el Progreso de la Gente de Color
(NAACP, por su sigla en inglés) de Carolina del Norte y renunció al cargo para
dirigir esta nueva campaña.
En 1968, King describió la necesidad de la
Campaña de los pobres con estas palabras: “Millones de jóvenes crecen bajo la
luz de las oportunidades. Pero hay otro Estados Unidos. Y este otro Estados
Unidos presenta una fea realidad diaria que transforma la ebullición de la
esperanza en la fatiga de la desesperación”.
Hablando esta semana en una entrevista para
Democracy Now!, el reverendo Barber reflexionó sobre lo poco que han cambiado
las cosas realmente desde la época de King: “Cincuenta años después, tenemos
cerca de cien millones de pobres y trabajadores pobres en este país, 14
millones de niños pobres… Cincuenta años después, tenemos menos protecciones
contra la restricción del derecho al voto que el 6 de agosto de 1965. En estos
últimos cuatro años, más de 1700 días, [los republicanos] vienen realizando un
feroz boicot contra la Ley de Derechos Electorales. Y en cada estado donde
existen grandes restricciones para ejercer el derecho al voto también existe
una gran pobreza, falta de atención médica, negación de salarios dignos,
negación de derechos sindicales, ataques contra los inmigrantes, ataques contra
las mujeres”.
Barber sostiene que la respuesta es forjar una
alianza política que trasvase las identidades: “Tenemos negros, tenemos
blancos, tenemos gente de piel morena, jóvenes, viejos, gays, heterosexuales,
judíos, musulmanes, cristianos, personas de fe, personas sin fe, que se están
uniendo”. El objetivo de esta unión es crear lo que él denomina la “Tercera
Reconstrucción”. Esta fusión incluye intentar acercarse a los cristianos
tradicionalmente conservadores, como el ministro Jonathan Wilson-Hartgrove.
Nacido en una familia evangélica devota y blanca, cuando era adolescente se
desempeñó como asistente en el Congreso del senador republicano de Carolina del
Sur Strom Thurmond, uno de los segregacionistas más encarnizados de la era
moderna.
Wilson-Hartgrove escuchó las prédicas de William
Barber y se volvió su seguidor y colega desde entonces. La renovada Campaña de
los pobres es una respuesta para los evangélicos blancos empobrecidos, según
Wilson-Hartgrove: “Esas personas que dicen: ‘Voten por mí porque soy un buen
líder cristiano’ no están atendiendo sus intereses. Ustedes no tienen atención
médica, no tienen un salario digno para vivir, porque las mismas personas que
afirman defender a Dios y a la justicia, cuando votan, lo hacen en contra de
los intereses de la gente pobre, sea gente negra, blanca, morena o lo que sea”.
El reverendo Barber ve la transformación del sur
profundo de Estados Unidos en un horizonte cercano, pero no opina que será algo
fácil. Las recientes victorias en los tribunales contra la manipulación racial
y política de los distritos electorales en Carolina del Norte darán aún más
fuerzas a los afroestadounidenses y otros grupos tradicionalmente marginados.
Sin embargo, el verdadero trabajo no está en los tribunales, sino en las
calles.
Barber y Wilson-Hartgrove, junto con la
reverenda Liz Theoharis, codirectora del Centro Kairos para las Religiones, los
Derechos y la Justicia Social, cuya sede está en la ciudad de Nueva York, y
copresidenta de la Campaña de los pobres, viajaron a 15 estados de Estados
Unidos en los últimos meses para reclutar, organizar y capacitar a más de mil
personas. Barber anunció: “Nuestra primera acción será el lunes después del Día
de la Madre. Vamos a reunir a más de 25.000 personas comprometidas con la
desobediencia civil durante seis semanas para lanzar el movimiento”. Su
objetivo: el Congreso de Estados Unidos y los parlamentos estatales de todo el
país.
La bala de un francotirador le robó la vida a
Martin Luther King Jr. hace 50 años. Pero en este aniversario de su nacimiento,
el feriado nacional por el que cientos de personas lucharon hace décadas, la
llama de su lucha para darle poder a los pobres sigue viva.
© 2018 Amy Goodman
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