Por Jorge Beinstein. 31.Oct.17
Solo faltan algunos pequeños ajustes para que el
motor dictatorial funcione a pleno. Una reducida camarilla mafiosa a cuya
cabeza se encuentra Maurizio Macrì, dispone de la suma del poder público a lo
que se agregan los poderes mediático y económico.
Quedan unos pocos residuos fácilmente
controlables que tal vez sobrevivan algo más y que servirán mientras existan
para que el súperpoder muestre la existencia de pluralismo. Algunos diputados y
senadores exhibirán sus figuras opositoras aunque ambas cámaras ya estaban bajo
control en los temas fundamentales y lo estarán mucho más en el futuro. Aún
queda alguno que otro juez marginal relativamente independiente pero pero
altamente vulnerable ante una reprimenda del Poder.
Podemos distinguir una suerte de “primera etapa”
de la tragedia donde la manipulación mediática-judicial ocupa todavía el centro
de la escena, fue la que impuso una original forma de golpe blando en 2015
permitiendo el encumbramiento de la mafia bajo un disfraz democrático,
apabullando a dirigentes sindicales y políticos opositores y opoficialistas y
encandilando a un amplio espectro social cuyo núcleo duro neofascista fue
mantenido en permanente estado de excitación reaccionaria. Pero esa etapa, con
sus periodistas mercenarios y las caras sonrientes del presidente y sus
ministros irá perdiendo eficacia en el futuro a medida que la concentración de
ingresos avance un poco más y que los saqueos tarifarios y otros resulten
insoportables para grandes masas de la población. Es por eso que antes de que
dicha etapa cumpla su ciclo va despuntando la segunda fase con gendarmes
convertidos en policía militar y fraude electoral (voto electrónico manipulado
mediante). Dentro de no mucho tiempo presenciaremos el despliegue total:
mediático, represivo e institucional de un régimen novedoso para los argentinos
en cuya memoria se encuentra una siniestra serie de dictaduras militares sin la
presencia de dictadura civiles y mucho menos de despotismos mafiosos.
Para entender lo que está pasando tendríamos que
observar en primer lugar la mutación (la degradación profunda) de nuestra élite
dirigente convertida en lumpenburguesía. No se trata de un fenómeno reciente,
local e inesperado. El mismo se viene desarrollando de manera visible desde la
última dictadura militar, cuando los Macri, por ejemplo (y no solo ellos),
dieron un enorme salto en sus negocios y se convirtieron en un clan miembro del
reducido club de los súper-ricos. Siguió avanzando durante la postdictadura
aprovechando las limitaciones, debilidades y corrupciones de una democracia
funcional a sus intereses.
En segundo término es necesario constatar que no
nos encontramos ante un hecho raro del panorama global sino de la expresión
argentina, subdesarrollada, de un proceso de financierización generalizada del
sistema mundial, forma dominante de un espacio donde pululan políticos y
tecnócratas corruptos y elitistas, militares y mercenarios nihilistas y demás
protagonistas de una civilización decadente.
Menem representó la adaptación de Argentina a la
victoria de los Estados Unidos contra la URSS, entonces emergía una
superpotencia que prometía un dominio total y prolongado del planeta y cuyo
discurso neoliberal aseguraba prosperidad para todos gracias al libre mercado.
Como sabemos eso no fue más que una ilusión que poco tiempo después demostró su
falsedad, las emergencias de China y Rusia señalaron la irrupción de la
multipolaridad y en América Latina quienes no se doblegaban ante el Imperio
sobrevivieron (como Cuba) y generaron un ciclo progresista. La apuesta
menemista era infame y cipaya pero expresaba un cierto realismo oportunista por
supuesto muy primitivo.
La aventura macrista no se apoya en un mito
global medianamente creíble, tampoco promete prosperidad ni libertad. Su
ascenso reúne odios clasistas combinados con brotes de racismo y empecinamiento
conservador, sus referentes globales-occidentales, los Estados Unidos y la
Unión Europea, muestran cotidianamente su declinación económica y sus deterioros
institucionales. Pero al igual que en el caso del menemismo exhibe la extrema
fragilidad de su trayectoria económica, el festival de deudas públicas, el
agigantamiento del déficit comercial y la reducción del mercado interno
(golpeado por ajustes, sobreprecios internos, despidos y retrasos salariales)
señalan la ruta hacia una segura crisis mucho más demoledora que la de 2001.
Pero lo peor que podríamos hacer sería caer en
el reduccionismo económico y creer que el desastre financiero futuro marcará el
fin de la dictadura. Sus jefes en los dos últimos años sin dejar de hacer muy
buenos negocios manejaron las cosas priorizando sus objetivos políticos más
allá de una que otra desprolijidad, avanzando paso a paso en la instalación del
régimen dictatorial. Ahora ya asegurados del control completo del Estado
apretarán el acelerador económico, introducirán diversas formas de
superexplotación laboral, desatarán saqueos y ajustes desplegando junto a sus
aparatos mediático y judicial una densa estructura represiva buscando así
aplastar protestas en curso y potenciales puebladas cuando la crisis económica
se haga presente.
Claro que la crisis económica y social golpeará
a la mafia, la desestabilizará, y que las bases populares serán impulsadas
hacia la protesta a gran escala (incluidos los sectores clasmedieros y bajos
actualmente drogados por el chupete electrónico) y que ello debería colocarlas
frente a frente. Pero con esas reflexiones ya estamos ingresando en el mundo de
los escenarios futuros posibles, para poder construirlos deberíamos prepararnos
desde ahora. Es lo que están haciendo Macrì y su banda, saben que su éxito se
apoya en la degradación integral de la sociedad argentina, en su fragmentación
económica extrema asociada a la extinción de identidades populares solidarias,
al predominio de la estupidez mediática, proceso de embrutecimiento que
bloquearía toda posibilidad de insubordinación masiva. Tal vez eso no sea más
que una utopía fascista, el abuelo de Maurizio: Giorgio Macri, fue un notorio
mafioso calabrés beneficiario y colaborador del régimen de Benito Mussolini, su
carrera italiana concluyó mal y terminada la Segunda Guerra Mundial tuvo que
emigrar, desgraciadamente hacia la Argentina. Su nieto ahora embarcado en una
aventura tanática puede llegar a tener (si el pueblo argentino lo decide) un
destino parecido… o algo peor.
Fuente: Beinstein. La Haine
¿QUE PASARÁ CON ARGENTINA CON MAURICIO MACRI EN LA PRESIDENCIA?
N.R. de Utophia.- Entrevista de Dick & Miriam Emanuelsson al economista y profesor universitario argentino Jorge Beinstein, realizada el 23 de febrero de 2016, que vale recordarla pues señalaba las causas que permitieron a Macri llegar a la presidencia, entre ellas la crisis internacional del 2008 y la brutal presión de la derecha, y las consecuencias que sobrevendrían con un gobierno de derecha impulsado por una radicalización neofascista de sectores de la clase media y la violenta presión de los grupos concentrados.
Sectores académicos debatían sobre el nuevo modelo de acumulación en la Argentina (luego de una inmensa devalución del más del 50% que provocó una gran transferencia de ingresos, el derrumbe de los salarios y de una inflación colosal) que estaba destinado a transformar la economía argentina en una economía elitista, agro-minero exportadora.
Beinstein por su parte señalaba que “no hay un modelo de acumulación, lo que hay son grupos de poder económico que se han hecho cargo del gobierno y que están armando un enorme proceso de saqueo. Las grandes empresas han puesto a sus gerentes en los diferentes ministerios, ya no necesitan corromperlos”.
Sectores académicos debatían sobre el nuevo modelo de acumulación en la Argentina (luego de una inmensa devalución del más del 50% que provocó una gran transferencia de ingresos, el derrumbe de los salarios y de una inflación colosal) que estaba destinado a transformar la economía argentina en una economía elitista, agro-minero exportadora.
Beinstein por su parte señalaba que “no hay un modelo de acumulación, lo que hay son grupos de poder económico que se han hecho cargo del gobierno y que están armando un enorme proceso de saqueo. Las grandes empresas han puesto a sus gerentes en los diferentes ministerios, ya no necesitan corromperlos”.