Por Norberto Alayón* (para La Tecl@ Eñe)
El próximo 2 de abril los ecuatorianos vuelven a
votar para elegir un nuevo presidente para los próximos cuatro años. La opción
será entre Lenin Moreno, actual vicepresidente de Rafael Correa, y Guillermo
Lasso, multimillonario banquero de Guayaquil.
Tomando en cuenta los proyectos de retrocesos
generalizados (cambios para atrás) que se vienen registrando con tanta crudeza
en Argentina y en Brasil, los movimientos sociales latinoamericanos han
publicado un significativo Manifiesto, donde expresan: “Querido Pueblo de
Ecuador: no caigan en la trampa de elegir a un banquero, porque después no
habrá tiempo para el arrepentimiento; pagarán con sus trabajos el error
político.”
En Argentina, miles y miles de personas que
creyeron ingenuamente que el cambio que prometía Mauricio Macri era para
mejorar, ya han caído en cuenta de la falsedad de esa propuesta electorera y se
expresan profundamente arrepentidos de haberlo votado. Pero… ahora es tarde.
Mauricio Macri también es multimillonario (como
Guillermo Lasso), amasó su enorme fortuna con vinculaciones dudosas, negociados
con todos los gobiernos y evasiones impositivas de gran cuantía. Representa al
neoliberalismo más fundamentalista y está arrastrando al país a la
disgregación, al crecimiento de la pobreza y la exclusión y al desempleo
deshumanizante. Como Lasso, del Banco Guayaquil, él y su enriquecida familia
tienen decenas de empresas con fondos radicados en guaridas fiscales del mundo
para la evasión y lavado de grandes sumas de dinero.
El clamor popular de que “Macri gobierna para
los ricos”, ya es una constatación irrefutable. El empeoramiento es tan
marcado, con la generación de 1,5 millones de nuevos pobres y 600 mil nuevos
indigentes en tan solo un año, que ni siquiera los medios hegemónicos y
conservadores ya lo pueden ocultar. El cierre de fábricas y de empresas, la
reducción de personal, la contracción de los salarios, el aumento desmedido de
las tarifas y el transporte, el crecimiento de la inflación, el debilitamiento
de las políticas sociales, la marcada retracción del consumo (hasta el consumo
de leche se ha reducido) muestran un panorama absolutamente desalentador.
El Papa Francisco, el pasado 15 de marzo,
manifestó: “El trabajo nos da dignidad y los responsables de los pueblos, los
que gobiernan, tienen la obligación de hacer todo lo posible para que cada
hombre y cada mujer puedan trabajar y así tener la frente alta, mirar cara a
cara a los demás, con dignidad. Los
que, por maniobras económicas, por hacer negociados no del todo claros, cierran
fábricas, cierran empresas laborales y quitan el trabajo a los hombres cometen
un pecado gravísimo." Macri, que se dice católico, con su gobierno está
“pecando gravemente”.
La presencia distorsionante y antidemocrática de
los EE.UU. en nuestra América es de larguísima data y a todas luces
verificable. Con su participación directa o indirecta, apoyando a las fuerzas
locales conservadoras, en los últimos años han desestabilizado o tumbado a
distintos gobernantes latinoamericanos: Zelaya en Honduras, Lugo en Paraguay,
Chavez/Maduro en Venezuela, Correa en Ecuador, Morales en Bolivia,
Lula/Rousseff en Brasil, los Kirchner en Argentina.
Los gobiernos de carácter nacional-popular,
obviamente, no son perfectos. Cometen errores, pero su perfilamiento global los
conecta con los intereses históricos de los sectores más desfavorecidos y ahí
radica su enorme progresividad. Estos gobiernos son fuertemente atacados por el
imperialismo y por las fuerzas y partidos conservadores de sus respectivos
países, no por sus debilidades y defecciones, sino precisamente por sus
aciertos en defensa del interés de las mayorías populares. En 2017, los
gobiernos nacionales-populares, los populismos latinoamericanos como los que
menciono más arriba, son los enemigos principales del imperialismo.
La unidad latinoamericana, la construcción de la
Patria Grande, permanece siendo el objetivo estratégico en la lucha inconclusa
de nuestros pueblos por la soberanía política, la independencia económica y la
justicia social.
Por eso las elecciones del 2 de abril en Ecuador
deben ser comprendidas también como si fueran elecciones argentinas, o como
brasileñas, o como bolivianas, o como venezolanas. Es el futuro, venturoso o
degradado, de nuestra América Latina lo que está en juego.
Anticipada y justa razón tenía Jorge Abelardo
Ramos, cuando decía hace ya muchos años que “Fuimos argentinos, uruguayos,
bolivianos, peruanos, porque no supimos ser latinoamericanos.”
El próximo 2 de abril muchos argentinos y
argentinas queremos ser ecuatorianos. Y anhelamos profundamente que no se
equivoquen, como nos pasó en Argentina con Mauricio Macri.
Por nuestra América inconclusa, por nuestra
liberación aún en ciernes, les rogamos, queridos hermanos y hermanas
ecuatorianas, ¡QUE NO ELIJAN A UN MACRI ECUATORIANO!
Buenos Aires, 28 de marzo 2017