Por CARLOS E. CUÉ, Leleque, Fotografía y vídeo:
Mariana Eliano; Agencias/ Resumen Latinoamericano/ 26 de Marzo 2016 .-
Un grupo de indígenas se instala en una parte de
las 900.000 hectáreas con 100.000 ovejas que tiene el grupo italiano en el país
austral. Los intentos por sacarlos han acabado con heridos graves.
Batalla en un paraíso
Carlo Benetton, el hermano pequeño de la familia
que controla el imperio textil italiano, es uno de los muchos millonarios del
planeta enamorado de la Patagonia argentina. En 1991, el grupo compró en este
paraíso 900.000 hectáreas (un espacio mayor que la Comunidad de Madrid) en las
que crían casi 100.000 ovejas, que llegaron a producir el 10% de la lana de la
firma. Carlo viaja cuatro veces al año para disfrutar con amigos y de paso
controlar la producción que será la base de su ropa. Pero su plácida y enorme
finca se ha encontrado con un problema al que nadie sabe cómo hacer frente: un
grupo de mapuches, los indígenas que ocupaban estas tierras hasta que fueron
prácticamente aniquilados por los argentinos a finales del siglo XIX, se ha
instalado en una pequeña parcela con la intención declarada de “empezar la
reconstrucción del pueblo mapuche”.
“Esto es como si yo ahora fuera a
Inverness, en Escocia, a reclamar las tierras de mis antepasados”, protesta
Ronald McDonald, nieto de escoceses que llegaron a la Patagonia para cuidar
ovejas, y administrador general de la empresa de Benetton, Compañía de Tierras
del Sud Argentino. McDonald recorre con un todoterreno la enorme finca en un
paraje sobrecogedor, con los majestuosos Andes de fondo. Solo las ovejas y el viento
patagónico rompen el silencio.
Los gauchos que las pastorean también son
mapuches. Algunos son primos de los rebeldes. Pero unos cobran de Benetton y
llevan caballos ensillados, los otros no tienen casi nada y montan a pelo, como
sus antepasados.
La tensión es permanente. “¿De quién es la
Patagonia? Ellos hablan de violencia, pero mataron y humillaron a nuestros
abuelos, repartieron a las niñas para los hombres en Buenos Aires. Ellos
agacharon la cabeza, nosotros hemos dicho basta. Ya no tenemos miedo”, reta
Soraya Maicoño, portavoz del grupo. La Constitución argentina permite la
reclamación de tierras de los pueblos originarios, pero Benetton rechaza el
derecho ancestral al que apelan los mapuches y asegura que vinieron de Chile.
“Acá son tan inmigrantes como mi abuelo”, remata McDonald.
La familia Benetton compró 900.000 hectáreas en
las que crían casi 100.000 ovejas
La Patagonia siempre fue una tierra de excesos y
forajidos. A pocos kilómetros de la estancia de Benetton, en Cholila, se
refugiaron en 1901 Butch Cassidy y Sundance Kid, míticos bandidos de EEUU. Casi
todo aquí se ha hecho siempre por las bravas. Y esta vez no parece diferente.
En Leleque, la estancia principal de Benetton, muestran que son una compañía productiva,
y no una finca de recreo para millonarios. Tienen todo en regla, aunque nunca
aclaran por cuánto compró la familia estas tierras inmensas. La justicia está
de su lado. De momento, los mapuches solo tienen un pequeño poblado con tiendas
y 20 personas de forma permanente. Pero están muy organizados y dispuestos a
resistir como sea. Llevan casi dos años, y el último intento de desalojo acabó
con 14 heridos, uno de ellos de una bala disparada por la policía. McDonald
defiende el modelo de enormes latifundios, frecuente en toda Argentina. “En la
Patagonia solo funcionan las grandes extensiones, por los inviernos tan duros.
Si les damos unas hectáreas solo van a tener una economía de subsistencia con
ayudas del Estado. De esta forma tenemos 130 empleados directos y damos trabajo
a unas 200 personas con una economía sustentable”, sostiene.
Ronald McDonald, administrador general de las
estancias de Benetton
“Es como si yo voy a Escocia a reclamar las
tierras de mis abuelos”
“Nosotros no reconocemos fronteras, nuestro
pueblo abarca de mar a mar”
A pocos kilómetros, en Vuelta del Río, está la
zona ocupada. Jessica, una mapuche que vino de Esquel, se acomoda su pañuelo
palestino en la cabeza a la puerta de una precaria cabaña de vigilancia. Con un
fuego al aire libre –viven sin agua corriente ni electricidad- cocinan una
carne e intentan esquivar el frío. Algunos usan pasamontañas para evitar ser
reconocidos. “ Benetton es el foco del conflicto por su peso político. El
objetivo de fondo es fortalecernos como pueblo”, cuenta Jessica. Mirtha, de
rasgos más claramente indígenas, bajó de las reservas de Cushamen: “Ellos
tienen balas, nosotros piedras. Sabemos que están desesperados por sacarnos.
Pero no van a poder”, dice con seguridad. No se van a ir. Ya hay incluso un
niño nacido en el campamento. Su plan es de largo plazo: convencer a todos los
mapuches para alzarse contra Benetton y otros terratenientes, construir un
nuevo estado dentro del territorio chileno y argentino. “Nosotros no
reconocemos fronteras, nuestro pueblo abarca de mar a mar”, cuenta Maicoño.
Atilio y Rosa Curiñanco se hicieron famosos en 2007 porque ocuparon otra
parcela de las tierras de Benetton. Llegaron a viajar a Italia para convencer
al patriacra, Luciano, sin éxito. Así que siguen ocupando 500 hectáreas sin
papeles ni derechos. Pero ya nadie intenta echarlos. No aprueban la violencia.
“La manera que estos jóvenes de luchar no es aceptada por las 110 comunidades
de acá. Pero sí la idea de recuperar las tierras. Acá destruyeron una cultura.
Venimos de sangre milenaria y queremos juntar lo que desparramó el huinca
[blanco]”, explican en su pequeño rancho, donde apenas tienen unas gallinas.
Les cuesta cultivar las tierras, no tienen maquinaria. Han cumplido 10 años
allí y se sienten libres, aunque viven en la pobreza absoluta.
Un gaucho en la estancia Leleque, propiedad de
Benetton
Resistencia Ancestral Mapuche
Soraya Maicoño, portavoz de los mapuches de
Vuelta del Río
Rosa y Atilio Curiñanco, Los primeros mapuches
en ocupar tierras de Benetton en 2007
Los indígenas no están solos, cuentan con un
fuerte apoyo social y político. “No son ocho locos, detrás hay una
organización, Resistencia Ancestral Mapuche” se indigna McDonald, quejoso por
el apoyo de Amnistía Internacional. Le gustaría que el Estado argentino fuera
tan duro como el chileno, que les aplica la ley antiterrorista. De hecho el
líder de estosmapuches, Facundo Jones Huala, tiene una reclamación de
extradición al país vecino. “Chile tiene un estado presente, si no esto es como
el far west. Nuestro personal está muy preocupado, han atormentado a varios
empleados. Esto en la Patagonia no se dio nunca”, asegura mientras muestra
junto a Juan Chuquer, responsable de forestación de la compañía, los pinos
ponderosa que han plantado en otra parte de la estancia. “Esta empresa es
Benetton pero también somos nosotros, los que trabajamos aquí”, asegura
Chuquer. “Hemos hecho una forestación para que un día haya una maderera que dé
trabajo al pueblo. Es una inversión a 50 años, no pueden decir que estamos saqueando.
Amenazas con quemarnos los pinos, ya quemaron una casilla de trabajo. Está en
riesgo nuestra seguridad física, así no se puede seguir”, remata Chuquer. El
juez de Esquel que ordenó el último allanamiento, Guido Otranto, cuenta que
encontraron cócteles molotov. “Son violentos, aunque no se les puede llamar
terroristas como pretenden algunos”, matiza. Todos tienen claro que esto no es
una batalla por unas hectáreas. La pelea de fondo cuestiona la construcción de
un continente a sangre y fuego. Por eso el tiempo no es un problema para nadie.
En la Patagonia todo va despacio. Pero en su silencioso paisaje de ensueño la
tensión es evidente. Se pelea metro a metro. En cualquier momento puede
estallar la chispa definitiva.
Ovejas en la estancia Leleque, que Benetton usa
para su famosa lana.
Mapuches de Vuelta del Río frente a la cabaña de
vigilancia
Fuente: Resumen Latinoamericano