domingo, 5 de febrero de 2017

El Dios brasilero es Moloc que devora a sus hijos

Armando, te remito algunas reflexiones sobre las interesantes reflexiones del teólogo católico Leonardo Boff, en este artículo sobre la Historia, es decir, la política del Brasil; la crisis de los movimientos sociales y la expectativa de las organizaciones revolucionarias.
Gracias por el Colectivo de Información crítica que siempre remitís. Hugo Mario Torre.

El Teólogo de la Liberación, corriente que a su vez contiene una vasta y honrosa tradición en el Brasil, el teólogo consecuente Leonardo Boff, nos da un panorama sintético pero riquísimo por su contenido sobre la Historia del Brasil, su verdadera historia social, es decir, política.
Comienza historiando el Genocidio Indígena y su prosecución desde la colonización humillante, en rigor, ninguna colonización se hace sino sobre la base de la invasión y destrucción de las comunidades naturales preexistentes en el territorio colonizado y cuyas riquezas exaccionan-como política "per se"-el colonialismo de que se trate. Y los Portugueses arrastran una vasta tradición imperial, de vanguardia, si tenemos a recuerdo los horrores que hicieron en la zona del Sudeste Asiático hacia la Edad Moderna, al calor y sustento del desarrollo del capitalismo comercial y la navegación subsecuente ultramarina, desde la Europa occidental, cuna del colonialismo, del neocolonialismo y del imperialismo –en suma- por casi todo el mundo.

Sumaron en Brasil el esclavismo inhumano previa importación de los negros del África, (más) maleables al sometimiento de la esclavitud, corolario de la dominación Portuguesa.

Rescata ya en el Siglo XIX, en la historia del Brasil, una nación, un país enorme, sentado sobre un territorio inmenso, el más grande de América, y los tibios momentos organizativos con los Sindicatos en los años 30, como aquí surgieron masivamente desde el 45 con el advenimiento del peronismo en la Argentina, pero ningún movimiento social, ninguna organización sindical es capaz, por su estructura y su cometido, de conducir un movimiento revolucionario de verdad para que de vuelta esta historia de atropello a las tribus naturales, que finalice con la esclavitud negra que es un derivado y contra el colonialismo, el Imperialismo todo, sino que se requiere un movimiento revolucionario, que es un movimiento político y no social ni sindical, aunque se halle acompañado con el respaldo de los sindicatos y los movimientos sociales existentes, como bases sociales mas no conducción de un proyecto y de un proceso revolucionario consecuente.

Omite Leonardo, en este sentido, el extraordinario papel que, precisamente, resignificaron en esta misma dirección los inolvidables gobiernos de Getulio Vargas y de Jango Goulart, ambos torpedeados por la reacción de la oligarquía, del imperialismo y de la partidocracia burguesa y corrupta, -socia de la Historia Negra que denuncia el teólogo- esos dos grandes presidentes y líders del Brasil estaban en lo correcto: Vargas haciendo una entente antiimperialista con Perón de Argentina e Ibáñez del Campo, el presidente chileno: Goulart recibe en 1964 un golpe de Estado que oficializan desde Brasil, no es casualidad, la Doctrina estadounidense de la "Seguridad Nacional", que no es sino la "seguridad" de los intereses norteamericanos, amenazados por gobiernos autóctonos, populares, de sesgo trabajador, liderados por cuadros con un nivel de consciencia histórico-política que omite destacar Leonardo, siendo lo mas relevante del asunto, lo mas rescatable para cambiar una historia por otra, soberana y social...

EN la República Argentina, en efecto, después del Golpe del 55, no bastaron la Resistencia Peronista, los Plenarios Obreros de La Falda y Huerta Grande, no bastaba la extraordinaria CGT de los Argentinos y las conclusiones del Congreso Normalizador de 1968... se necesitaron organizaciones revolucionarias emergentes del movimiento nacional peronista, esto es, la conducción histórico-política consciente, corporizados por los liderazgos del proyecto político, del movimiento político que más lo croporizó y de la ejecución de dicho proyecto, que autoconstituye lo más importante y transformador, esto es ejecutar en los hechos y en las ideas el proyecto político revolucionario que contiene todo lo demás reseñado... Es lo que intentaron en el Brasil Vargas y Goulart, con las singularidades, las particularidades geofísicas, geoeconómicas, geosociales, rales, etc. Que caracterizan el paradigma desafiante de Brasil que no es idéntico a las mismas realidades que ofrece el desafío argentino.

Muchas gracias, Leonardo, siempre, por tus aportes, tan valiosos por el contenido realmente trascende, táctica y estratégicamente, de tus gnoseologías sobre el perfil del BRASIL y de la incesante problemática racial, ahora exacerbada por el advenimiento de la era Trump.

Abrazo y que pueda ser útil para la reflexión  a todo al conjunto de los compañeros, Compañeras.

Hugo Torre.


El Dios brasilero es Moloc que devora a sus hijos
Por Leonardo Boff. 2017-01-17
Se dice que Dios es brasilero, no el Dios de la ternura de los humildes, sino el Moloc de los amonitas que devora a sus hijos. Somos uno de los países más desiguales, injustos y violentos del mundo. Teológicamente vivimos en una situación de pecado social y estructural en contradicción con el proyecto de Dios. Basta considerar lo que ocurrió en las prisiones de Manaus, Rondônia y Roraima. Es pura barbarie: la furia decapita, perfora los ojos y arranca el corazón.

No hay una violencia en Brasil. Estamos asentados sobre estructuras histórico-sociales violentas, oriundas del genocidio indígena, del colonialismo humillante y del esclavismo inhumano. Y no hay cómo superar esas estructuras sin antes superar esta tradición nefasta.

¿Cómo hacerlo? Es un desafío que demanda una transformación colosal de nuestras relaciones sociales. ¿Será posible todavía o estamos condenados a ser un país paria?

Veo que es posible, a condición de seguir, entre otros, estos dos caminos elaborados desde abajo: la gestación de un pueblo, a partir de los movimientos sociales, y la instauración de una democracia social de base popular.

La gestación de un pueblo: los que nos colonizaron no vinieron para crear una nación, sino para fundar una empresa comercial a fin de enriquecerse rápidamente, hacerse hidalgos (hijos de algo), regresar a Portugal y disfrutar de la riqueza acumulada.

 Sometieron primero a los indios y después trajeron a los negros africanos como mano de obra esclava. Se creó aquí una masa humana dominada por las élites, humillada y despreciada hasta los días actuales.

Exceptuando revueltas anteriores, a partir de los años 30 del siglo pasado hubo un cambio histórico. Surgieron los sindicatos y los más variados movimientos sociales. En su seno fueron surgiendo actores sociales conscientes, críticos, con voluntad de modificar la realidad social y de gestar las semillas de una sociedad más participativa y democrática.

La articulación de esas asociaciones ha generado el movimiento popular brasilero. Está haciendo de la masa un pueblo organizado que no existía antes como pueblo, pero que ahora está naciendo. Obliga a la sociedad política a escucharlo, a negociar, y a disminuir de esta manera los niveles de violencia estructural.

La creación de una democracia social, de base popular: tenemos una democracia representativa de bajísima intensidad, llena de vicios políticos, corrupta, con representantes electos, en general, por las grandes empresas, a cuyos intereses representan.

Pero en contrapartida, como fruto de la organización popular, ya se han producido partidos populares o segmentos de partidos progresistas e incluso liberales-burgueses o tradicionalmente de izquierda que postulan reformas profundas en la sociedad y buscan conquistar el poder del Estado, ya sea municipal, estatal o federal.

Esta democracia participativa se basa, fundamentalmente, en estas cuatro patas, como las de una mesa:

- participación, la más amplia posible, de todos, de abajo hacia arriba, de tal suerte que cada uno se pueda considerar como ciudadano activo;

- igualdad, que resulta de los grados de participación; ella da al ciudadano más oportunidades de vivir mejor. Frente a las desigualdades existentes, hay que fortalecer la solidaridad social;

- respeto a las diferencias de todo orden; por eso, una sociedad democrática debe ser pluralista, multiétnica, pluri-religiosa y con varios tipos de propiedad;

- valorización de la subjetividad humana; el ser humano no es solo un actor social, es una persona, con su visión del mundo y que cultiva valores de cooperación y solidaridad que humanizan las instituciones y las estructuras sociales.

Esta mesa está asentada además sobre una base, sin la cual no se sostiene: una nueva relación con la naturaleza y con la Tierra, nuestra Casa Común, como recalca la encíclica ecológica del Papa Francisco. En otras palabras, esta democracia deberá incorporar el momento ecológico, fundado en otro paradigma. El vigente, centrado en el poder y la  dominación en función de la acumulación ilimitada, ha encontrado una frontera insuperable: los límites de la Tierra y de sus bienes y servicios no renovables. Una Tierra limitada no soporta un proyecto de crecimiento ilimitado. Por forzar estos límites, asistimos al calentamiento global y a los eventos extremos vividos en este año de 2017 con nevadas en casi toda Europa que no ocurrían desde hace cien años.

Esta conciencia de los límites, que crece más y más, nos obliga a pensar en un nuevo paradigma de producción, de consumo y de reparto de los recursos escasos entre los humanos y también con la comunidad de vida (la flora y la fauna que también son creadas por la Tierra y necesitan sus nutrientes). Aquí entran los valores del cuidado, de la corresponsabilidad y de la solidaridad de todos con todos, sin los cuales el proyecto jamás prosperará.

A partir de estas premisas podemos pensar en la superación de nuestras estructuras sociales violentas. El resto es trampear con el cambio, para que nada cambie. 

Fuente: Blog Leonardo Boff

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