24 enero, 2017 de Iroel Sánchez
Tras la publicación de la primera parte de este
trabajo, un lector, nos hizo llegar la información que señalaba a José Joaquín
Sanjenis Perdomo, el jefe de la Operación 40, como el portero del edificio
Dakota de Nueva York, en el momento (1980) en que fue asesinado John Lennon.
Según otras fuentes consultadas, Sanjenis o José Perdomo, como se hacía llamar
entonces, era en efecto el portero de la mencionada edificación y quien disparó
al inmortal del rock, ocasionando su muerte.
Como se recordará en mi anterior trabajo
concluía con la pregunta: Entonces, ¿la operación 40 se extinguió en la fecha
que formalmente señaló la CIA o en una metamorfosis infinita, aún vive y
actúa?.
Motivado por la inquietud del lector y la
pregunta antes referida, reexaminé archivos, accedí a nuevas fuentes y tras
consultar personas que en su momento conocieron informaciones relativas a este
operativo, obtuve los siguientes resultados.
La operación 40 -cuyo criptónimo era AM/OT- fue creada en los comienzos de 1960 a
propuesta del jefe de la CIA Alan Dulles y la supervisión de Richard Nixon,
entonces vicepresidente de Estados Unidos.
A sugerencia de George Bush padre, para sustentar el operativo se
designó a Félix Rodríguez Mendigutía como recaudador de fondos, entre las
empresas norteamericanas que habían sido afectadas por la Revolución cubana.
Más tarde, como ya se mencionó, fue la policía
secreta de la CIA en la comunidad cubana exilada, destacamento encargado de la
limpieza de “comunistas” en los territorios que ocuparan los brigadistas y
luego grupo de operaciones especiales que se encargaban desde la organización
de “protestas públicas” en consulados y embajadas con relaciones con Cuba,
hasta el asesinato de personas calificadas por la CIA como peligrosas.
Desactivada formalmente en 1974 al calor del
escándalo de “watergate” y las investigaciones del comité del senador Frank
Church, que conoció sobre los complots de la CIA para asesinar líderes
políticos extranjeros, experimentó una
metamorfosis que dio origen a dos grupos, uno en la DEA al mando del coronel
Lucien Conein que tenía como finalidad “operaciones especiales” y el otro
liderado por Orlando Bosh y sus asociados responsabilizados con las campañas
terroristas que por entonces se planeaba incrementar, no solo contra Cuba, sino
a escala continental y que adicionalmente les posibilitó a estos matarifes
eliminar a varios de sus competidores dentro Estados Unidos.
El grupo destinado a la DEA se organizó en una
unidad operativa denominada Deacon I al mando del susodicho Conein, mercenario
y veterano agente de la OSS y la CIA, quien había dirigido en 1963 el asesinato
de los hermanos Ngo Diem, entonces gobernantes en Vietnam del Sur, y a partir
de 1975, se dedicó asesinar a jefes de los carteles latinoamericanos que
dirigían el contrabando de drogas hacia Estados Unidos, infiltrando a sus
hombres, que luego actuando de mediadores cobraban comisiones para hacer fluir
la droga, de manera que ésta llegara puntualmente a Estados Unidos. Después, en
1982 fue parte del grupo organizado por el Teniente coronel Oliver North,
asesor de seguridad nacional, para dirigir la guerra contra la Nicaragua
Sandinista y entonces, dada su vasta experiencia en el contrabando de drogas,
junto a Félix Rodríguez Mendigutía, Luis Posada Carriles y Rafael “Chichi”
Quintero, organizó la red de narcotráfico más grande hasta entonces y que luego
fue conocida por el escándalo del “Irán-Contra”. En 1989 este “eximio patriota”
murió plácidamente en su cama a los 79 años.
El grupo de Bosh, en los inicios de los
setenta, encabezando a los exilados más
recalcitrantes, con la anuencia de las autoridades norteamericanas y la CIA
recrudecieron las acciones terroristas contra personal e instituciones cubanas
radicadas en terceros países. Entre ellos, Poder Cubano, Movimiento
Insurreccional de Recuperación Revolucionaria, Movimiento Nacionalista Cubano,
Acción Cubana, Frente de Liberación Nacional, Omega 7 y RECE, fueron las más
notables y agresivas.
En 1976 en República Dominicana se fundó, a instancias
de la CIA, el Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), que
agrupó a las mencionadas organizaciones y líderes, encabezados por Orlando
Bosch, Felipe Rivero, Alvin Ross, José Dionisio Suárez, Luis Posada Carriles,
los hermanos Guillermo e Ignacio Novo Sampol y otros.
El hecho significó la integración, por primera
vez en esta historia de agresiones, de una red de terrorismo internacional que
se proponía llevar la guerra contra
Cuba a cualquier rincón del universo. Ellos mismos la denominaron “la guerra
por los caminos del mundo”.
El secuestro de pescadores en aguas
jurisdiccionales cubanas se hizo una
práctica habitual. Durante el primer semestre de 1971, los guardacostas
norteamericanos secuestraron en diferentes ocasiones a pesqueros cubanos con
decenas de tripulantes y los condujeron a Miami para inducir su deserción,
sabotear su trabajo y aterrorizar a sus familiares. A finales de ese mismo año,
comandos terroristas bombardearon el puerto oriental cubano de Boca de Samá,
donde resultaron muertas dos personas y cuatro heridas, entre ellas una niña.
Pequeñas lanchas, barcos de ferrocemento o
embarcaciones de mayor calado fueron atacados
por lanchas piratas que se aproximaron a nuestras costas durante todo el
decenio.
El 4 de abril de 1972 explotó una bomba en el
consulado cubano en Montreal, Canadá, hiriendo de muerte a uno de sus
diplomáticos; el año siguiente se caracterizó por el envío de cartas explosivas
a las embajadas de Cuba en España, Perú y Argentina, entre otras. Se colocaron
bombas o se lanzaron artefactos explosivos contra las sedes diplomáticas
cubanas en México, Canadá, Jamaica, España y Francia.
En 1974, tras colocar dos bombas en Caracas,
Venezuela, Bosch y varios de sus
secuaces visitaron a dictador chileno Augusto Pinochet en Chile y les
ofrecieron su concurso para el asesinato de los líderes políticos disidentes a
los golpistas, a cambio de un reconocimiento internacional. Para ello
coordinaron con el Gral. Manuel Contreras, jefe de la DINA[1] y coordinador de la
Operación Cóndor, que por entonces comenzaba
-guiado de la mano de la CIA- a
dar sus primeros pasos para aunar los servicios policíacos de las dictaduras
suramericanas en su lucha contrarrevolucionaria.
En los propios Estados Unidos, se realizaron
numerosas acciones terroristas. Entre 1973 y 1976 el FBI investigó 103
atentados dinamiteros y seis asesinatos cometidos por estos grupos en los
Estados Unidos. Consideró que constituían “la red terrorista más peligrosa de
cuantas operaban en esa nación”.[2] La ola de atentados y crímenes se
generalizó en este decenio. Ni la prensa ni el gobierno de los Estados Unidos
pudieron ignorar el descontrol que permitía moverse a esos grupos. Guerras
intestinas, delaciones, antagonismos de grupos extremistas contra los conciliadores,
amenazas de muerte a figuras del exilio y a periodistas, alianzas que se
enfrentaban, antiguos ajustes de cuenta entre gánsteres y batistianos,
escapaban a los dispositivos policiales y políticos.
El 12 de abril de 1974, a las 9:25 de la noche,
cuatro disparos acabaron con la vida de José Elías de la Torriente Ajuria,
acusado de incumplir sus promesas de “liberar a Cuba” y de embolsarse los
dineros recogidos para ello; unas semanas después colocaron una bomba en el
auto de Ricardo Morales Navarrete, alias El Mono, considerado el autor del
atentado al ex capitán del Ejército Rebelde devenido contrarrevolucionario
miamense, Juan Constanzo Palau. Por esas fechas apareció muerto Ernesto
Rodríguez Díaz, cabecilla del Movimiento Demócrata Cristiano. El 21 de febrero
de 1975 fue asesinado Luciano Nieves, propugnador de una corriente de
coexistencia, y el 31 de octubre voló por los aires el auto del gángster, ex
senador batistiano y torturador, Rolando Masferrer Rojas.
En abril de 1976 Emilio Milián, un comentarista
político radial, perdió ambas piernas en un atentado. El día 13 fue asesinado
Ramón Donestévez, partidario de cambiar la hostilidad con Cuba, quien ya había
sufrido otros atentados. El 23, Rafael Betancourt, activista por la reanudación
de las relaciones, detectó una falsa bomba bajo el asiento de su auto. El 14 de
mayo fue ultimado frente a su casa Héctor Soto; un francotirador liquidó al
emigrado Andrés Purriños, vinculado a Alpha 66, y el 29 apareció asesinado en
los pantanos de los Everglades Jesús González Cartas, El Extraño, gángster,
asesino y extorsionador.
Juan José Peruyero, un veterano dirigente de la
Brigada 2506 dedicado al tráfico y la venta de drogas, fue ultimado a tiros. En
ese propio año el CORU planificaba liquidar a Miguel Ángel Peraza, quien había
testimoniado contra la organización en un juicio celebrado en Miami. En 1975 se
hizo frecuente el empleo de artefactos explosivos; aparecieron colocados en el
aeropuerto internacional de Miami, en dos oficinas de correos del condado Dade,
en la oficina de Seguridad Social, en un edificio del gobierno federal, y en un
banco.
A pesar del interés del gobierno de los Estados
Unidos para lograr que estas organizaciones actuaran fuera de su territorio, no
alcanzaron a escapar a esa vorágine de terrorismo y asesinatos. En realidad,
las organizaciones contrarrevolucionarias en el exterior nunca quisieron
limitar su accionar en territorio norteamericano; además tenían cuentas
pendientes que ajustar entre ellos mismos.
En 1976 colocaron una bomba en la Academia de
Música y otra en el Palladium Theatre, ambos en Nueva York; en abril, otra
bomba explotó en la Universidad de Miami, donde hablaría la activista
afronorteamericana Angela Davis. Organizaciones terroristas como el Frente de
Liberación Cubano, Comandos 0 y Poder Cubano se responsabilizaron con estos
hechos.
La ola de asesinatos y atentados aterró a los
turistas y a los residentes de Miami. Se hizo necesario que el equipo del FBI
se reforzara con agentes de las oficinas centrales en Washington; pero los
crímenes no se detuvieron. En julio de 1977, un extenso plan de actividades
terroristas a desarrollarse en Miami fue descubierto por las autoridades
cubanas e informado a sus homólogos estadounidenses mediante nuestros
diplomáticos ante la ONU. Ni a uno solo de los terroristas mencionados en el
informe se le molestó. Siguieron actuando con toda impunidad. Más tarde fue
asesinado, en Queens Boulevard y calle 53, en el barrio de Queens, Nueva York,
el diplomático cubano Félix García; le hicieron cuatro disparos desde una
motocicleta al lado de su auto. En 1979 asesinaron a Carlos Muñiz Varela, joven
dirigente de la Brigada Antonio Maceo que propiciaba los viajes a Cuba y el
acercamiento de la comunidad cubana con
la Isla. Estos crímenes han quedado impunes.
Aquella ofensiva no era sólo contra Cuba. Estaba
inscrita en la estrategia terrorista desplegada por los Estados Unidos en
América Latina.
Así pudieron cometerse con impunidad los
asesinatos del general chileno Carlos Prats y su esposa, en Argentina; el
intento de asesinato, en Roma, Italia, de Bernardo Leighton, líder
demócrata-cristiano y su esposa; y el asesinato en Washington en 1976 del ex
canciller Orlando Letelier y su secretaria Ronny Moffit, con la participación
directa de contrarrevolucionarios cubanos.[3]
Esta “guerra por los caminos del mundo” realmente
no conoció fronteras ni coberturas diplomáticas. Las embajadas cubanas fueron
un objetivo preferido de los ataques terroristas.
El 23 de julio 1976 intentaron secuestrar al
Cónsul cubano en Mérida y asesinaron a su acompañante, el técnico de la pesca
Artañán Díaz; secuestraron y desaparecieron —en contubernio con las autoridades
argentinas— a dos diplomáticos cubanos en ese país; ametrallaron la sede
diplomática en Colombia; llevaron a cabo un atentado con explosivos en la
embajada guyanesa en Trinidad y Tobago. Estas acciones terroristas contra
nuestros funcionarios y sedes diplomáticas tuvieron como uno de sus momentos
culminantes la destrucción total, en abril de 1976, a causa de una potente
bomba, de los locales de la embajada cubana en Portugal. Murieron dos
diplomáticos: Adriana Corcho y Efrén Monteagudo´..
La Misión Cubana ante la ONU ha sido quizás la
representación diplomática más afectada por las acciones de los terroristas de
origen cubano radicados en los Estados Unidos: en siete ocasiones la atacaron
con artefactos explosivos. El 6 de junio de 1976 una potente bomba estalló en
la puerta del edificio, escapando milagrosamente con vida el personal. Amenazas
de agresión, planes de secuestro contra funcionarios cubanos ante la ONU, un
plan en 1977 para asesinar al propio Embajador y a dos secretarios que fue
neutralizado, y una bomba que no llegó a explotar bajo el automóvil de aquel,
son algunas de las principales acciones contra esa sede.
En julio de 1976 elementos
contrarrevolucionarios colocaron una bomba en el equipaje de un avión de
pasajeros de la aerolínea Cubana de Aviación en Jamaica, que hizo explosión en
tierra; colocaron artefactos explosivos en una oficina de la British West
Indian Airlines que tenía negocios con Cuba y en el auto del gerente de Cubana
de Aviación en Barbados; pusieron una bomba en Air Panamá, en Colombia, y en el
vehículo del funcionario colombiano encargado de las relaciones con Cuba;
ubicaron otra en el aeropuerto de Panamá y una más en las oficinas de Cubana de
Aviación, y la atroz voladura en pleno
vuelo de un avión comercial cubano el 6 de octubre de 1976, que costara la vida
a 73 personas inocentes. Solo unos meses después, en 1977, fue denunciado un
plan terrorista que pretendía atacar aviones de Cubana de Aviación e Iberia, en
los aeropuertos de Madrid, Caracas y Republica Dominicana.
En resumen, en ese aterrador decenio se
ejecutaron un total de 377 acciones terroristas de todo tipo: asesinatos de
diplomáticos y otros funcionarios, bombas en embajadas y otras instalaciones
cubanas, secuestro de pescadores, ataques piratas, incursiones armadas contra
objetivos costeros, asesinatos de líderes del exilio que propiciaban un
acercamiento con su patria.
Por otra parte, un recuento de los asesinatos
selectivos y conocidos realizados contra líderes políticos por la operación 40
o sus ramificaciones muestran los siguientes: intentos de envenenamientos
durante los años 60 y 61 contra Fidel Castro en Nueva York y la Habana
respectivamente; el asesinato en 1963 del presidente norteamericano John F.
Kennedy; atentado con bazuca en 1964 en la sede de la ONU en Nueva York contra
el comandante Ernesto Guevara y su
posterior asesinato a finales de 1967 en
Bolivia; asesinato en 1968 del candidato presidencial Robert. F. Kennedy;
cinco intentos homicidas contra Fidel, durante su viaje a Chile en 1971; el
asesinato al siguiente año del general chileno Carlos Pratts y su esposa, en
Argentina; el atentado en 1975 al chileno Bernardo Leighton en Roma, asesinato
en 1976 del ex canciller chileno Orlando Letelier en Washington; el derribo en
1976 de un avión cubano en pleno vuelo, que provocó la muerte de 73 personas;
el asesinato de John Lennon en Nueva York durante 1980 y quien sabe cuántos
crímenes más todavía desconocidos.
La guerra que Estados Unidos desató contra
Nicaragua durante la década de los ochentas hizo modificar la estrategia
terrorista de la CIA y los servicios de inteligencia norteamericanos, que hasta
entonces se fundamentaba en las “operaciones autónomas” es decir, ejecutarlas
fuera de su territorio, que le posibilitara
“negar plausiblemente” los dramáticos y terribles resultados.
Las guerras de finales de siglo contra
Yugoslavia e Irak y más tarde, a comienzos del Siglo XXI contra Libia, Irak,
Afganistán, Siria, Palestina, los territorios del Kurdistán, les posibilitó
comprender que no era necesario ocultarse tras las espaldas de otros, que había
que organizar sus propios ejércitos paramilitares y privados que hicieran el
trabajo sucio, incluso, asesinar -de manera aséptica- desde un avioncito sin
piloto; pero además y lo más importante, difundirlo públicamente al mundo,
exaltar en los medios masivos a sus “asesinos” disfrazados de libertadores, esa
era y ha sido la nueva estrategia. Las cárceles privadas, los centros de
tortura clandestinos, en fin, todo lo execrable del Imperio, puesto en colores
para el gran cine y la televisión con sus interminables series.
La Operación 40 fue el balón de ensayo, el
instrumento que sirvió para que Estados Unidos y las demás potencias
imperiales, elevaran el terrorismo de estado a una nueva dimensión, en la cual
todo aquel que disienta puede ser asesinado y desacreditado, en su mal llamado
“Mundo Libre” y “democrático”.
[1] DINA, Dirección de Inteligencia Nacional
[2] Citado por José Luis Méndez Méndez: Los años
del terror, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006.
[3] Los hermanos Ignacio y Guillermo Novo Sampol
fueron condenados por estos crímenes a cadena perpetua y liberados más tarde
por las propias autoridades norteamericanas.