Por Gabriela Cerruti | 25 de septiembre de 2016
Mauricio Macri y Donald Trump prefieren no
recordar sus años juveniles en Nueva York, cuando compartieron negocios,
relaciones con la Cosa Nostra y megaproyectos inmobiliarios. Los vínculos de
Trump con la mafia se colaron en la campaña electoral, y Macri conoce bien el
tema. Alguna vez recibió de manos del hoy candidato republicano un cheque por
ciento cincuenta millones de dólares.
El secreto mejor guardado entre Donald Trump,
Mauricio y Franco Macri es qué sucedió en aquella suite del Sherry Netherlands
Hotel en la que sellaron un acuerdo de negocios y silencio. Mauricio se quedó
con un cheque de 150 millones de dólares y la amistad perpetua del magnate de
la televisión norteamericana. Trump, con un negocio inmobiliario en West
Manhattan y la promesa de inversiones en la Argentina. Franco, con la sensación
para siempre de que lo habían traicionado.
“Me acuerdo lo que me impactó ese cheque”,
recuerda el ahora Presidente argentino. “Me acuerdo que cuando ví esa cantidad
de ceros pensé: nunca más voy a ver un cheque así en mi vida”. Fue el primer
gran negocio de la Familia que quedó en manos de Mauricio y el intento de los
Macri por hacer pie en la intrincada Manhattan de los años ochenta. Pero Nueva
York, y en particular el negocio inmobiliario, el de la recolección de residuos
y el de los juegos de azar, estaba dominado en ese momento por las cinco
familias de La Cosa Nostra.
Los vínculos de Trump y Macri con la Maffia
neoyorkina forman parte de ese pacto de silencio.
Trump ha intentado durante toda la campaña
electoral escapar de las acusaciones sobre sus oscuros negocios inmobiliarios y
del juego, y su vinculación con agentes del FBI, arrepentidos de la Maffia y
gangsters de todo tipo, pero el tema ha salido a la luz en las últimas semanas
por una serie de investigaciones y entrevistas realizadas por The Washington
Post, reconstruyendo la biografía del candidato republicano.
En una investigación de Robert O’Harrow Jr, el
Post bucea en la relación de Trump con Daniel Sullivan, un joven sindicalista
de la construcción que se convirtió en su mano derecha y principal asesor para
los negocios inmobiliarios. Sullivan era un miembro de La Cosa Nostra reclutado
por el FBI como informante. De la mano del alcalde Edward “Ed” Koch, Trump
llevaba adelante en ese momento proyectos inmobiliarios y se quedaba con los
principales casinos de la Ciudad.
Alentado por los millonarios negocios que hacía Koch en la Argentina
durante la dictadura militar y con muchos dólares para sacar del país, los
Macri llegaron a Nueva York para asociarse con Waste Managment Inc y formar
Manliba.
Fue Koch, precisamente, uno de los nexos entre
Macri y Trump. Alentado por los millonarios negocios que hacía en la Argentina
durante la dictadura militar y con muchos dólares para sacar del país, los
Macri llegaron a Nueva York para asociarse con Waste Managment Inc y formar
Manliba, la empresa de recolección de residuos con la que se privatizó por
primera vez ese servicio en la ciudad de Buenos Aires durante la intendencia
militar del brigadier Orlando Cacciatore.
Waste Managament Inc y SIDECO también
incursionaron como sociedad en el negocio en Brasil, quedándose con ENTERPA
AMBIENTIAL SA de Brasil durante el mismo período en que FLEG TRADING ponía los
9,3 millones de dólares para adquirir la parte de SOCMA AMERICANA en OWNERS.
Waste Managment Inc. fue investigada por sus vínculos con las cinco familias de
La Cosa Nostra, principalmente los Genovese, y treinta y dos de sus principales
directivos terminaron en prisión.
El encargado de abrir las puertas a los Macri en
ese mundo ítalo neoyorkino fue Giorgio Nocella, un amigo que llegó de la mano
del Avvocato Giovanni Agnelli, uno de los hombres más poderosos de Italia en
los años ochenta. Agnelli, Capo de la Fiat, presentó a Nocella y Macri, y desde
entonces pasaron a formar una Familia en la que compartían cumpleaños, negocios
y sociedades offshore. Varias de esas sociedades son las que han aparecido
recientemente en los Panamá Papers y los Bahamas Leaks que han publicado
diarios de todo el mundo, como Página 12 y La Nación en la Argentina.
Nocella llevó a Sideco y los Macri a Venezuela,
para incursionar en el negocio del petróleo y las autopistas, y allí conocieron
a Diego Arría, intendente entonces de Caracas y hoy ferviente opositor al
gobierno de Hugo Chávez, y a Abraham Hirschfeld, un sofisticado personaje
centro de relaciones políticas, empresariales y mafiosas en los Estados Unidos.
Ese grupo de negocios es el que desembarcó en Nueva York para intentar el sueño
americano aliados con Donald Trump.
Alentados por haberse quedado con el negocio de
la basura, Franco envió a Mauricio Macri a instalarse en los Estados Unidos
para llevar adelante su proyecto inmobiliario. Se trataba de un complejo de
torres en Penn Station, una vieja playa de maniobras de ferrocarriles en la
zona Noroeste de Manhattan. Las tierras habían sido adquiridas por Trump y
Hirschfeld en un principio, pero era necesaria una ardua negociación con la
política local para conseguir la rezonificación del lugar y el crédito para
financiarlo.
Trump
le vendió su parte a los Macri que se asociaron con Hirschfeld, conocido como
“el señor garaje” porque convirtió todos los terrenos fiscales y baldíos de
Nueva York que adquirió en playas de estacionamiento.
Trump le vendió entonces su parte a los Macri
que se asociaron con Hirschfeld, conocido como “el señor garaje” porque había
adquirido todos los terrenos fiscales y baldíos de Nueva York para convertirlos
en playas de estacionamiento. En el final de la década del 90, Hirschfeld
terminó finalmente en prisión, condenado por haber contratado un sicario para
asesinar a un socio, y desde allí mandó matar también a la jueza que seguía su
causa. Un poco después, fue el primero en proponer a Donald Trump como
candidato a presidente.
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Durante la investigación para el libro El Pibe
consulté a Mauricio Macri sobre Hirschfeld. “Un chanta, vendía relaciones todo
el tiempo”, me dijo. La misma respuesta le dio Trump a The Washington Post
cuando le consultaron por Sullivan. En los dos casos, esas relaciones tenían
que ver con los permisos que había que conseguir de las diferentes familias de
la mafia neoyorkina para llevar adelante los negocios.
Macri llevó como asesor para el emprendimiento a
José Alfredo Martínez de Hoz. Debían armar una ingeniería financiera que
permitiera obtener un préstamo del Chase Manhattan. Al mismo tiempo, trataban
de convencer a la opinión pública progresista de la ciudad para que no se
opusiera a la construcción de torres y para despegarse de la imagen del grupo
argentino cercano a los militares que se había instalado en la prensa del lugar
como el Village Voice, que publicaba permanentemente artículos en contra de la
incursión macrista.
Un personaje inesperado se sumó al grupo: de la
mano de José López Rega y su vínculo con Licio Gelli, el ex secretario de
Vivienda de Isabel Perón, Juan Carlos Basile, comenzó a oficiar de nexo con los
sindicatos de la construcción y las Familias. “Mauricio me llamó a Buenos
Aires, nos encontramos en el edifico Catalinas y le dije: ustedes creen que
porque conocen las Familias italianas tienen todo cerrado. Pero Nueva York es
distinto, son cinco grupos y tienen repartidos los negocios”.
Con la ayuda del alcalde Koch y muchos millones
distribuidos en prensa, propaganda, sindicatos y concejales, el proyecto
finalmente fue aprobado. Pero el Chase Manhattan, que tenía que otorgar el
crédito para la financiación, exigió que se sumara un “emprendedor reconocido”
y allí volvió Trump a escena. Fueron meses de negociaciones en los que Mauricio
terminó haciéndose íntimo amigo.
Macri: “Yo creo que me ayudó en esa negociación la audacia de mis
veintipico. Trump era loco, caprichoso, y yo llegaba tarde a las reuniones, se
las cambiaba de horario. No, Donald, salgamos con chicas esta noche y mañana
reunámonos a la tarde…”.
“Yo creo que me ayudó en esa negociación la
audacia de mis veintipico. Trump era loco, caprichoso, y yo llegaba tarde a las
reuniones, se las cambiaba de horario. No, Donald, salgamos con chicas esta
noche y mañana reunámonos a la tarde…”, cuenta Mauricio. Trump vino varias
veces a Buenos Aires, donde se alojaba en la quinta Los Abrojos de los Macri en
Escobar y en Terrazas de Manantiales. También recorrió Misiones, donde años más
tarde lograría de la mano del actual embajador en España, Ramón Puerta,
quedarse con la privatización del primer Casino privado de la Argentina.
En algún momento, la negociación fracasó. Trump
no se sumó al proyecto sino que volvió a comprar la parte de Macri con ese
cheque en esa reunión. Franco siempre creyó que había un acuerdo entre Mauricio
y Trump para que ellos llevaran adelante todo el trabajo y la inversión para
conseguir la aprobación del proyecto y la rezonificación y devolvérselo al
ahora candidato republicano.
Junto a la publicación de The Washington Post
también un libro en Buenos Aires vuelve sobre la oscura relación de Trump con
Mauricio Macri. A veinte años de su secuestro, Natasha Niebieskikwiat sostiene
que Franco Macri estaba convencido que era una venganza de Trump. Tanto que así
se lo dijo al entonces embajador de Estados Unidos en la Argentina, Terence
Todman, que le sugirió que contratara a un investigador ligado a la CIA, Mike
Akerman. El ex “topo” de la Central de inteligencia americana es desde entonces
el hombre encargado del espionaje y la seguridad de Socma, y estuvo implicado
en la causa de las escuchas ilegales cuando Mauricio Macri era jefe de
gobierno.
– ¿Sabe que Hirschfeld terminó preso por haber
mandado a asesinar a su socio?, le pregunté a Macri en su despacho de la Casa
de Gobierno de la ciudad.
-¿Preso? ¿El viejo Hirschfeld? Ja, qué buena
noticia me das. Con la plata que me hizo perder.
Fuente: Nuestras voces