acción de las FACC en el Congreso Nacional. Foto
de Nacho Yuchark para lavaca
Este martes, poco antes de las cuatro de la
tarde, 120 mujeres autoconvocadas por las FACC se plantaron frente a la Casa
Rosada, Tribunales y el Congreso Nacional para dejar un mensaje claro,
conmovedor y poético. Pusieron sus cuerpos y su arte para crear una postal de
lo que representa el femicidio como genocidio. Nos informaron así una noticia
tremenda: este año los femicidios suman mucho más que esa pila de cuerpos
desnudos: ya son 133.
Acción de las FACC frente a la Casa Rosada. Foto
de Nacho Yuchark para lavaca
Fue la acción artística en el espacio público
más conmovedora de los últimos tiempos. Ciento veinte mujeres miran de frente -en silencio y en posición firme-los
edificios que representan los tres poderes del país. Se paran frente a la Casa
Rosada, Tribunales y el Congreso
Nacional. Son 120, dijimos, y esa sola cifra impacta, pero los femicidios que
se cometieron en lo que va del año son más: 133. ¿Impacta esa cifra? ¿Cómo?
¿Dónde? Son preguntas importantes para comprender el significado de esta
acción. La necesidad de señalar que hay tres poderes del Estado que no
reaccionaron y por eso este mensaje, escrito con los cuerpos y un grito
estremecedor.
La acción comienza de a poco. Mujeres paradas
frente a los edificios que representan a esos tres poderes. Una orquesta, conformada por otras doce mujeres, toca
entonces música de cámara. Alertan así a los que pasan por la calle que algo
está por suceder. Los atrapa.
Hombres y mujeres de paso quedan en
silencio, mirando absortos lo que está por suceder.
Qué nos dijeron
El golpe de un tambor marca el cambio en la
escena. Las mujeres comienzan a desnudarse. Quedan expuestas al frio, a las
miradas, a la interperie. Lentamente, de a una, de a tres, de a seis, vana
conformando dos pilas de cuerpos inertes, rodeadas de otros cuerpos que se
desparraman sin vida por la acera.
La voz de una mujer con megáfono comienza a
recitar entonces un discurso que hilvana fragmentos de tres poesías – Nombremos
a todas, de Paula Heredia (Córdoba); Otro sí digo, de Gabriela Robledo
(Córdoba); India, Patricia Karina Vergara Sánchez (Méjico)- con datos extraídos
de Taringa que informan algunos de los métodos que fueron utilizados para
asesinar mujeres. El discurso se clava como un cuchillo en la garganta de
quienes escuchan.
Dice así:
“Nombremos a todas:
asesinadas, desaparecidas,
abandonadas, golpeadas,
discriminadas, expulsadas.
Nombremos a todas:
trabajadoras, desempleadas,
enfermas, sanas,
locas, no hay cuerdas.
Nombremos a todas:
vivas y muertas.
Decí mi nombre, el tuyo.
Nombremos a todas
y existiremos siempre.
Formas de matar a una mujer:
Cortarle el cuello: muerte Instantánea.
Encerrada sin agua: muerte entre 3 y 7 días.
Encerrada con agua, pero sin comida: de 15 a 40
días.
Estrangulada: de 1 a 15 minutos
Quemada: 8 minutos
Congelada: entre 90 y 100 minutos
Desangrada: de 3 minutos a 1 hora
Ahogada por gas: 10 minutos
Golpeada con un objeto romo en el parietal:
instantáneamente
Acuchillada en el corazón:10 segundos
Demandan expropiar mi cuerpo.
Es legítimo según la ley.
El juez regulará copiosos honorarios.
Se habrá hecho justicia.
Declararán mi placer de interés público.
Hallarán la marca incandescente
de un hierro patriarcal sobre mi espalda.
Me sepultarán bajo sus escuelas, sus iglesias,
sus cortes de justicia.
Me quebrarán por no torcer el brazo.
Me violarán gendarmes de todas las tropas.
Apelaré,
esa ley que no tiene vigencia en mi cuerpo,
que me excomulga, me proscribe, me desaparece;
desnuda en el atrio
apelaré,
con los muslos, con el pubis, con los brazos,
con las venas, con el cuello,
con las amígdalas, con el iris, con la córnea,
con las uñas, con las rodillas…
No.
Apelaré
aunque no se avoque ni escuche mi caso
apelaré con las tetas, con el puño, con los
pies,
con las orejas, con las pestañas, con la
espalda,
apelaré en presente, en pasado y en futuro
del derecho y del revés
con los dientes, con las pezuñas,
apelaré.
Insisto
en la libertad de decidir sobre mi cuerpo,
en territorio
de quienes realizan leyes
que buscan doblegarme.
Invoco a las diosas
entre los engranes de un patriarcado
que hace miles de años intenta ocultarlas.
Participo en la lucha laboral de un pueblo
ya comerciado y en las manos del patrón.
Conozco la importancia
de la labor contestataria,
cuando en esta patria
se encarcela a quien disiente.
He dado a luz
en una era
que acabó con la esperanza
ya hace tiempo.
Le apuesto a la lucha libertaria
en el reino del televisor.
Soy mujer
en un tiempo
en que el femicidio
nos quiere volver desechables.
Por supuesto,
dicen que estoy loca,
extremadamente loca.
Que soy rara, que me he vuelto extraña.
que no tengo lugar en el mundo.
Entonces, no me queda de otra:
Tengo que señalar el desprecio,
que elegir sobre mi vida,
que inventar la fe para dársela a mi hija,
que escribir por la libertad a las presas políticas.
que denunciar al Imperio,
que amar mi cuerpo,
que apagar el televisor,
que mostrar mis bolsillos,
que buscar justicia para las mías,
que demandar castigo a los asesinos.
Es por todo ello,
que no tengo más remedio
que darles la mala noticia
a las buenas y tranquilas conciencias:
estoy aquí
exigiendo a gritos
la parte que me corresponde del mundo.
Y no voy a callarme la boca, ni a desaparecer.
Nombremos a todas:
asesinadas, desaparecidas,
abandonadas, golpeadas,
discriminadas, expulsadas.
Nombremos a todas:
trabajadoras, desempleadas,
enfermas, sanas,
locas, no hay cuerdas.
Nombremos a todas:
vivas y muertas.
Decí mi nombre, el tuyo.
Nombremos a todas
y existiremos siempre”.
La pila
es la noticia
Ciento veinte mujeres se desnudan en pleno
invierno y en pleno centro porteño. Destapan así la variedad de cicatrices, de forma de depilarse, de
peinados, de pieles y de miradas. Se apilan de a una, formando entre todas la
imagen de lo que no queremos ver: la dimensión de los cuerpos femeninos
masacrados por el machismo este año. Una forma que da la real dimensión de la catástrofe social que
estamos viviendo. Una forma de denunciarla.
De entre la pila se pone de pie un cuerpo. La
mujer sostiene la mirada a quienes la miran. De a una, de a tres, de seis, se
levantan las 120 hasta volver a formar una línea que ahora apunta a las y los
espectadores.
Silencio.
¿Cuánto dura?
Es inmenso.
Lo rompe un grito, que es aullido, que retumbra,
que rasga, que duele.
¿Cuánto dura?
Es extremo.
Si alguien aguantaba las lágrimas, con ese
grito, desborda.
El lema que levantan como bandera es tan claro que parece obvio. Pero no lo es. Es una
aclaración necesaria. Es un grito contundente: “Femicidio es genocidio”. Y lo que parece evidente se despliega ante
nuestra mirada para desnudar la realidad: a las mujeres nos están matando. El
Estado es responsable . Y por eso mismo nombrar al femicidio como genocidio en letras grandes, negras sobre
blanco, grita lo indecible.
Los transeúntes se han convertido en
espectadores.
Las mujeres lloran.
Los hombres lloran.
El final es silencio y luego, aplauso.
Nadie en cada uno de los tres escenarios
elegidos para la acción se pregunta quiénes son estas mujeres.
Ya lo saben.
Son artistas.
No representan a nadie: están allí y así por
ellas mismas.
No buscan promocionarse.
No buscan un post en Facebook, que censura
tetas.
No buscan ni lágrimas ni aplausos.
Ellas lloran.
Buscan expresarse con libertad y con
sentimiento.
Y eso es algo que todos los que las vieron lo
saben porque lo sintieron.
¿Quiénes son?
Esta acción comenzó a planificarse hace varios
meses. Implicó ensayos y consensuar la puesta entre mujeres que, en muchos
casos, no se conocían previamente. Se identifican como autoconvocadas por las
FACC, esa Fuerza Artística de Choque Comunicativo que ya sacudió la ciudad con
16 acciones dirigidas a exponer los males de esta época. Su primera acción fue
el 24 de marzo del año pasado y con motivo de la presencia del presidente Barak
Obama. También intervinieron el 9 de julio , en el acto patrio del gobierno de
Cambiemos. Hicieron esa pila de cuerpos en la Avenida 9 de Julio y con la
leyenda “Esto no es Independencia”. También, en noviembre pasado, realizaron
una semana de acciones bajo el lema “Esto huele mal”, que los llevó a plantarse
frente al Ministerio de Cultura, el de Energía y la Casa de Gobierno, entre
otros emblemáticos edificios que representaban al nuevo modelo. Aquella semana culminó
con una caravana que bautizaron “Genocida Suelto” y que marcó dónde estaban 5
militares condenados por delitos de lesa humanidad beneficiados por la prisión
domiciliaria. Hoy volvieron a sacudir a la ciudad con su arte para hacerla
chocar con su realidad.
Las mujeres que lloraron, los hombres que
lloraron, saben qué buscaban.
Fue un mensaje de los cuerpos a los cuerpos.
Y por eso, las sintieron.
#FemicidioEsGenocidio Acción de las FACC. Plaza
de Mayo. Fotos de Nacho Yuchark para lavaca.
Fuente:
LaVaca