Por Beatriz Chisleanschi* (Especial para Motor
Económico)) Tristán Bauer fue el creador de la señal educativa Canal Encuentro
que se caracterizó por su programación didáctica, dinámica y, fundamentalmente
educativa. Luego pasó a estar al frente del Sistema Nacional de Medios Públicos
el que ejerció durante el mandato de Cristina Fernández de Kirchner y al que
renunció apenas llegó al gobierno Mauricio Macri.
Entre otras películas, Bauer dirigió Después de
la tormenta (1991), Cortázar (1994), Evita, una tumba sin paz (1997),
Iluminados por el fuego (2005) y Che, un hombre nuevo (2009).
Motor Económico lo visitó en su nueva casa, el
“Instituto Patria” donde está a cargo del área de Comunicación, entre otras
múltiples tareas que allí realiza, para conversar sobre la situación que
atraviesa el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) a partir
de la destitución de su presidente Alejandro Cacetta y las difamaciones que
llevaron a la renuncia del Rector del Enerc (Escuela Nacional de
Experimentación y Realización Cinematográfica), Pablo Rovito.
“Para mí no es un acontecimiento aislado sino
que es un hecho que expresa las políticas que viene desarrollando el gobierno
de Macri, sobre todo en las áreas culturales. Éste ataque al cine nacional es
un ataque a la cultura nacional. Tanto la destitución del presidente del
Instituto como la operación que se hace sobre Pablo Rovito, que termina
renunciando a Enerc, manifiestan un nuevo avance del gobierno sobre políticas
que se han desarrollado, consolidado y avanzado durante muchísimos años de
defensa de la cinematografía nacional a partir de las distintas leyes que
logramos sancionar y fuimos defendiendo durante todos estos años.”-reflexiona
Bauer acerca de las medidas tomadas en el Incaa por el ministro de Cultura de
la Nación, Pablo Avelluto.
¿Quiénes son los grandes beneficiados con este
ataque?
Como lo señalé recién, creo que de fondo es un
ataque a nuestra cultura, a la producción cultural y cinematográfica, y por
consiguiente, a la humanidad toda. Y tiene dos aristas, por un lado el pool que
componen los dueños de las salas y que han ejercido una presión permanente,
todo este grupo de empresas norteamericanas intenta que ese 10 por ciento que
paga el espectador no vaya al Fondo de Fomento , sino que pretenden quedárselo
ellos. Y, por otra parte, una presión muy fuerte del grupo Clarín para dejar de
pagar el canon del 25 por ciento que abonan todas las radiodifusoras.
Entonces por un lado es un ataque a nuestro
modelo cultural, en la idea de formar al pueblo argentino - como decía Julio
Cortázar- en robots, en consumidores y por otro lado, aparece nuevamente la
codicia de estos grupos que no conformes con todas las prebendas que ya tienen
quieren aún más y pretenden eliminar estos dos impuestos.
¿Considera que la movilización de toda la
comunidad audiovisual que se produjo, casi como un acto reflejo, puede lograr
frenar este avance?
La movilización espontánea, tan fuerte de todo
el sector cinematográfico, de artistas, técnicos ha servido para frenar el
intento del recorte cinematográfico pero no sirvió para frenar el avance de
Clarín sobre el Instituto, ya que el actual gerente, a diferencia del anterior
presidente que estaba puesto por consenso y era muy respetado por todos, es un
hombre del riñón y de hiper-confianza de Magnetto (Héctor). Este paso, sí,
lograron darlo. Particularmente creo que no van a poder avanzar sobre lo otro,
por lo que hay que sostener este estado de movilización y participación ya que
es la única barrera para impedir estos avances brutales que está haciendo el
gobierno de Macri.
¿Encuentra similitudes con las políticas para el
sector implementadas en los años ´90?
Mucha similitud. El otro día cuando fui al
Instituto me vino a la memoria cuando el gobierno de Carlos Saúl Menem quiso
implementar una medida similar y cómo nos movilizamos. Incluso recuerdo una
reunión en Jefatura de Gabinete donde nos recibió Bauzá (Eduardo) y que,
gracias a la muy importante movilización y participación de artistas se logró
frenar esa iniciativa. ¿Qué quiere decir esto? Que esta presión viene de atrás,
viene del neoliberalismo de “Carlitos” Saúl Menem. Por supuesto que el gobierno
kirchnerista bajo ningún concepto trabajó bajo esas políticas, pero ahora
vuelve este gobierno y con él las mismas presiones.
¿Cómo se juega la soberanía cultural con este
tipo de medidas?
En el caso concreto del Instituto del Cine se
juega muchísimo, porque nosotros sabemos que los países productores
audiovisuales, excepto Estados Unidos o la India, son aquellos países en los
que el estado participa y apoya financieramente la producción audiovisual y
cuando el estado se retira, la producción audiovisual prácticamente desaparece.
En América Latina aún tenemos fresca la experiencia de Brasil cuando el ex
presidente Fernando Color de Mello liquidó prácticamente todo vestigio de
presencia estatal en el campo del fomento a la producción cinematográfica
local, lo que coadyuvó en varios años durísimos sin producción. Hoy en el mundo
que nos toca vivir en materia de comunicación, con el valor que adquieren la
imagen y el relato audiovisual y cómo aparecen ahí nuestros artistas, ideas,
sueños, nuestra música, esa expresión tan vasta de la cultura puede llegar a
desaparecer si no hay un estado que la proteja. Por tanto sí, se avanza
fundamentalmente sobre nuestra soberanía, que es cultural.
Como persona formada en el lenguaje audiovisual
¿cree que con estas medidas también hay una intencionalidad política de
apropiación de la imagen, en tanto valor cultural, para formar ideología?
La imagen es un valor cultural fundamental y no
solamente el cine sino en todos los campos de la producción audiovisual.
Recuerdo cuando nosotros creamos el canal infantil Paka Paka, decíamos cómo
puede ser que lleguen siete señales para niños de Estados Unidos, que nuestros
niños se estén formando bajo ese modelo cultural y que nosotros no seamos
capaces, con la creatividad extraordinaria que tienen nuestros escritores,
nuestros dibujantes, nuestros animadores, músicos y artistas, de generar una
imagen. Y así nació Paka Paka, creamos una imagen donde no había junto a una
serie de productoras muy jóvenes, con una capacidad extraordinaria, con talento
(que llegaron a competir a nivel internacional en los mejores festivales) y con
toda una producción que caló muy fuerte en nuestra población. Tal vez el muñeco
Zamba sea el ejemplo cabal de eso. Ahí te das cuenta que cuando el estado abre
sus puertas aparece toda esa producción, cuando cierra sus puertas, desaparece.
El caso grave del Instituto del Cine es que si avanza en esas políticas estamos
frente a un apagón cultural y de creación audiovisual con todo lo que significa
para un país. Es un país que no va a ver expresado sus sueños en imágenes y
sonidos.
Fuente: Gentileza de Motor Económico, la Web de Raúl Dellatorre