Redacción de Utophia: recibimos de Adriana
Fernández el comunicado que le hiciera llegar llegar el Dr. Carlos Rozanski al
ser aceptada su renuncia por el ejecutivo, solicitando su difusión.
MOMENTOS
Con motivo de la aceptación de mi renuncia, al cargo de
Juez de Cámara Federal, por parte del Sr. Presidente de la Nación, se imponen
algunas breves líneas a modo de cierre de una etapa personal y profesional. A
lo largo de 25 años ejercí la magistratura como juez de Cámara por concurso -10
en San Carlos de Bariloche y 15 en La Plata-. Durante ese cuarto de siglo,
jamás sentí presión alguna de parte del Estado Provincial o Nacional, debiendo
tenerse en cuenta que diversos gobiernos con distintas orientaciones políticas
han regido esos años los destinos del país. Las presiones, amenazas y
agresiones, personales, familiares y de colaboradores, han sido siempre desde
los mismos sectores violentos que llevaron adelante el proyecto económico que
en los años 70 utilizaron el Terrorismo de Estado para imponer dicho designio.
Con ese objetivo, necesitaron disciplinar a la sociedad, para lo cual, como
quedó probado en la justicia, secuestraron, torturaron, robaron identidades de
niños, se apropiaron de empresas millonarias, asesinaron y desaparecieron a
decenas de miles de personas en una orgía de sangre que no tiene otro nombre
que genocidio.
Luego de 20 años de impunidad, una luz encendida desde el
propio Estado comenzó a iluminar el camino de la reparación, y por primera vez
en el mundo, tribunales del propio país en el que se cometió el genocidio,
comenzaron a juzgar y condenar a los responsables materiales. En una progresión
incontenible, se llegó a trascender a los asesinos y torturadores de mano
propia y se avanzó sobre los cómplices civiles. Ese avance, que avizoraba la
suerte de diversos sectores responsables desde el inicio del proceso asesino,
encendió una alerta mucho más fuerte que el juzgamiento de miembros de fuerzas
de seguridad. Los procesos sociales de justicia “real” respecto de crímenes de
masas, no se detienen en los ejecutores, sino que llevan naturalmente a
investigar y eventualmente a castigar a sus verdaderos jefes, economistas,
abogados, sacerdotes, jueces y empresarios, sin los que jamás se podría haber
llevado a cabo el proceso genocida. Claro está que los sectores mencionados no
incluyen a aquellos sacerdotes, políticos, empresarios y jueces, que se
opusieron horrorizados a la barbarie asesina de ese proceso. Por supuesto
también que quienes, integrando cualquier categoría social de las mencionadas,
se enfrentaron a los mercaderes de la muerte, corrieron la misma suerte que los
miles de obreros, estudiantes, docentes y dirigentes que pagaron con su vida o
el exilio enfrentar con dignidad la violencia de los tiranos.
Hoy con dolor, debo hacer público, que por primera vez en
más de tres décadas de vigencia institucional, se percibe que el Estado avanza
sobre jueces y fiscales de la nación.
Valiéndose de los mismos medios de comunicación que llevan
a cabo sus operaciones en papel manchado de sangre, anuncian a través de
algunos periodistas, en no menos ensangrentados canales de televisión, la
suerte de los magistrados seleccionados. Luego, sin que la verdad tenga
importancia alguna, con burdas mentiras y difamaciones bizarras, se ponen en marcha
los mecanismos legales para llegar -con métodos ilegales-, a los fines
propuestos. Todo ello, a fin de evitar que el proceso actual continúe mostrando
a la sociedad las complicidades civiles que excedan a los uniformados y
expongan legal, ética y materialmente, a quienes gozaron durante décadas no
sólo de la impunidad que la tradición les garantizó, sino además, de las
inmensas fortunas obtenidas tanto con el proyecto económico que sostuvieron,
como con la rapiña de las empresas y bienes de los que se apropiaron bajo
tortura y que les permitió disponer de los ríos de papel en los que volcaron y
vuelcan hoy sus operaciones de prensa.
Se podrán deshacer
de algunos jueces y fiscales, pero jamás podrán manchar 33 años de democracia,
de desenmascaramiento de asesinos y cómplices, de repudio al terrorismo de
Estado y del irreversible camino hacia la verdad, la justicia y la memoria que
la inmensa mayoría del pueblo argentino decidió transitar.
Carlos Rozanski