Para todo hay siempre un representante explicador, vendedor o conductor... empeñado en hacerse el simpático, el eficiente, el esclarecido o el iluminado. Dispuesto a llevarnos al edén de sus intereses políticos, ideológicos y comerciales. Principalmente comerciales. La televisión mercantil es una máquina de guerra ideológica plagada con intermediarios que a tiempo completo están listos para borrarnos de la cabeza toda idea, toda posibilidad y toda oportunidad de participación autónoma. Siempre hay alguien que cuenta chistes por nosotros, siempre hay alguien que canta canciones por nosotros, que baila, que informa, que cocina, que “sabe”, que “entiende”, que “dice”, que “sonríe”, que “saluda”... por nosotros y sin nuestra autorización o previo acuerdo. Es el “mundo” de ellos que dice “representarnos”. Y nos lo cobran.
Los más “vivos” se dieron cuanta de su dictadura de la representación y nos inventaros, también, la forma de “participación” que a ellos les conviene. Entonces usan a los pueblos como decorado, como aplaudidores, como escenografías siempre que hace falta alguna justificación “democrática” o “popular” de lo que a ellos les conviene. Dicen que “el público opina”, “participa” cuando ellos dicen, como ellos dicen, hasta que ellos deciden. Demagogia reloj en mano. No pocas televisoras públicas están infectadas con ese veneno ideológico televisivo “representativo” que harta, que duele, que ofende y que ninguna a los pueblos “a todo color y de frontera a frontera”.
No hemos visto, todavía, una Televisión Participativa verdadera. Salvo casos incipientes y dolorosamente incomprendidos, como VIVE TV de Venezuela -en sus inicios-, algunas televisoras comunitarias que lograron salvarse de parásitos intermediarios de todo tipo (Iglesias, ONG´S, partidos políticos oportunistas, Mesías...) La Televisión Participativa, como Democracia Participativa, está por construirse. Hacen falta mucho trabajo y mucha atención crítica para eliminar de nuestras cabezas (y de las televisoras que los pueblos dirijan) el peligro de repetir el discurso burgués, el discurso del patrón en las pantallas. Como si fuese nuestro. Hace falta agudeza y experiencia, hace falta desconfianza práctica, y vigilancia científica, para no ser víctimas de la inoculación ideológica que nos representa como a ellos les conviene.
La lucha de clases también se expresa en las pantallas. No vamos a cansarnos en insistir en la urgencia de romper con los modelos burgueses de comunicación, aprovechando críticamente sólo aquello que sea aprovechable (fundamentalmente tecnológico) y desechando todo lo que de más odioso tiene un modelo de “producción de sentido” en Televisión, especializado en borrar de los ojos de los pueblos a los pueblos mismos y especializado en criminalizar -por la Tele- a los líderes sociales y las luchas sociales que hacen hasta lo inimaginable por participar en la creación de un mundo nuevo, justo, sin guerras, sin hambrunas, sin clases y a la vista de todos. Terminemos con la propiedad privada de la televisión y con los monopolios. Una Televisión Participativa es posible, es necesaria y es urgente.
Fernando Buen Abad. Es mexicano de nacimiento, (Ciudad de México, 1956). Doctor en Filosofía, Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Dirige el Laboratorio de Escritura Creativa en México y Argentina. Colaborador editorialista de diversos diarios y suplementos culturales.
Fuente: Telesur